España, en una década: «del todo ‘‘pirata’’» a tener tres suscripciones
El consumo cultural ha sufrido un cambio de mentalidad: hace diez años, el 80 por ciento eran descargas ilegales; hoy, pagar contenidos está masivamente aceptado
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Hace diez años, la «piratería» era una plaga. Hoy, los 12,2 millones de hogares (el 65 por ciento del total) que acceden a un servicio de «streaming» de pago no se contentan con uno, sino que usan hasta tres suscripciones legales diferentes. Como es lógico, esto no quiere decir que todo el mundo pague esas tres suscripciones, cuyas claves de acceso son en muchos casos compartidas, pero el giro de mentalidad, que es lo más difícil de conseguir a la hora de percibir costumbres y hábitos, es un hecho en España. A eso hay que sumarle el récord histórico de suscripciones «premium» (sin anuncios) de Spotify en nuestro país: 5 millones de usuarios, según el último estudio de Promusicae. Hace exactamente diez años, las noticias decían que más del 80 por ciento del consumo cultural que se llevaba a cabo en España era de procedencia ilegal. «Se ha logrado un cambio de mentalidad histórico», concede Carlota Navarrete, portavoz de la Coalición de Creadores, representantes del lobby cultural y autores del estudio más importante sobre «piratería» que se realiza anualmente en España. Por sexto año consecutivo, el consumo ilegal ha vuelto a bajar en 2022, tal y como constatará el citado informe de este año, todavía sin publicarse.
La evolución al alza de la oferta legal ha tenido un paradójico aliado: la pandemia. Cuando en 2020 la vida tuvo que expandirse de puertas para adentro, se produjo el empujón que necesitaba el sector, especialmente, el audiovisual. Sin embargo, la transformación de la industria se había ido gestando lentamente y con cierto conflicto: al margen de los productores tradicionales de cine y series. «Cuando surge la revolución de internet, los grandes estudios de cine y series y los nuevos sistemas de distribución eran enemigos públicos. Los primeros podrían haber hecho algo para transformar su modelo, pero no lo hicieron. Y se encontraron con las descargas ilegales. Sin embargo, los nuevos distribuidores simplemente hicieron una cosa muy tonta que, en el fondo, es una genialidad: hacer que ver y oír en ‘‘streaming’’ fuera más cómodo que ‘‘piratear’’. Con esa premisa, mediante promociones, permitiendo el uso de diversos dispositivos y ofreciendo contenidos originales llegó el resto. Ya no digamos cuando las series de Netflix se convierten en un fenómeno cultural mundial. Ese fue el paso decisivo para que lograsen nada menos que 231 millones de clientes en 190 países», explica Elena Neira, profesora de los Estudios de Ciencias de Información de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Sin embargo, la verdadera palanca de cambio fue la conveniencia: «La abrumadora mayoría ve plataformas por una simple cuestión de comodidad». En la pandemia, el modelo estaba preparado para triunfar y se dieron las condiciones para que millones lo probasen.
[[H2:«Cambio profundo»]]
La realidad es que sube el consumo «de todo el modelo legal. Eso se vuelve a constatar –apunta Navarrete–. Incluso las suscripciones de fútbol. La pandemia fue una de las claves, pero la otra es que hay mucha oferta y es muy buena. La gente percibe la comodidad y lo que le aporta a la suscripción de pago por cantidad y calidad de contenido». Sin embargo, el cambio no se produce por una conciencia ideológica de que pagar por contenidos es lo adecuado. Elena Neira: «No, el usuario paga por lo que obtiene a cambio. Si es cómodo, inmediato y accesible, si viene con enorme pantalla y sonido envolvente, lo prefieren». No hay que olvidar que buena parte de ese aumento de las suscripciones se debe a planes ventajosos con varios usuarios, tarifas bastante reducidas o incluso la palanca de usuarios del gigante del comercio digital mundial, como Amazon. ¿Puede darse un retroceso si las condiciones de acceso y precios se endurecen, como ha hecho Netflix? ¿Cómo de frágil es esta tendencia? «La profundidad del cambio es grande. Se ha desbrozado un camino que no se va a desandar. Hay que retocar el modelo de negocio, pero al usuario le has acostumbrado a la comodidad y será muy difícil volver a lo anterior», dice esta experta.
«La razón del cambio es que el ‘‘streaming’’ era más cómodo que la ‘‘piratería’’»Elena Neira
Por ejempo, el caso de Netflix, que desde que pusiera freno a las cuentas compartidas en España ha perdido, según reveló Kantar esta semana, un millón de usuarios. Sin embargo, los datos del estudio no aclaran cuántos de esos usuarios eran los suscriptores, es decir, los que pagaban la cuota mensual, o sus beneficiarios. En todo caso, demuestra que, para muchos, pagar por ese contenido cultural cuesta. Por otra parte, se ha producido el aterrizaje en España de SkyShowtime, que durante el primer trimestre del año acaparó el 32,6 por ciento de las nuevas altas, un éxito de lanzamiento que coloca al mercado al borde de la saturación, con una larga lista de operadores en nuestro mercado: HBO Max, Amazon Prime, Disney +, Filmin, Apple TV, Movistar + y los citados Netflix y SkyShowtime. «Es difícilmente sostenible, porque el negocio de la suscripción funciona sobre la base de que el cliente permanece, pero estas aplicaciones se lo ponen muy fácil al consumidor ‘‘infiel’’ porque es la manera de ganar suscriptores: no requerir cuota de alta. Pero claro, es la manera de perderlos también», explica Neira. Desde la Coalición de Creadores corroboran este interés por los contenidos: «Más del 70 por ciento de los usuarios elige el proveedor de internet por la oferta paquetizada de contenidos que ofrecen. Eso pesa mucho hoy en día. No es solo la capacidad de la línea o la velocidad, sino los contenidos», dice Navarrete.
«Se ha producido un cambio histórico de mentalidad. Pero queda camino»Carlota Navarrete
La cuota de Netflix, para cuatro dispositivos en calidad de imagen 4K, era de apenas 17 euros al mes, lo que para Neira es un modelo «insostenible». «Los costes son muy altos: mantener servidores, transferencia de datos, imagen de alta calidad y, sobre todo, una rotación del catálogo altísima, con novedades todas las semanas, lo vuelven inasumible. Hasta ahora, estaban en la fase de captación de negocio, pero es normal que necesiten rentabilizar. Wall Street presiona para que suban precios. Sin embargo, no creo que eso vaya a ser el final de Netflix en absoluto. Hay una pataleta del usuario, pero luego muchos regresarán cuando una serie o documental vuelva a ser un fenómeno social», pronostica Neira.
¿Este fuerte ascenso del consumo legal es el final de la «piratería»? «La reducción a cero es imposible. Sigue habiendo robos de coches todos los días, igual que en algunos mercadillos todavía se venden CDs ‘‘piratas’’. Pero no hay un fenómeno extendido como hace apenas diez años o veinte. Aspirar a cero es naíf y utópico, pero estamos más cerca del fin. Estamos en torno al 23 por ciento de consumo ilegal de un contenido musical o el 33 en el libro. Queda camino por recorrer», asegura Carlota Navarrete.