Viena

Flórez, el antidivo

Flórez, el antidivo
Flórez, el antidivolarazon

Lo que ha cambiado Juan Diego Flórez. Cuando se le comenta que, sin que lo tome a mal, la paternidad le ha humanizado, él casi se sonroja. Y asiente con la mirada. Durante el encuentro que mantuvo con la Prensa lo demostró, segundo a segundo. Bromeó, rió y enseñó en el móvil la foto de su hijo Leandro, de dos años, a quien canta rancheras y por quien se deja dirigir con un palito que hace las veces de batuta (cuestión de genes, pensamos). Hoy sube al escenario del Teatro Real (de ahí su coincidencia con Ainhoa Arteta) con «Los pescadores de perlas» de Bizet, una ópera que define como fascinante y bellísima. No se prodigará mucho más por nuestro primer coliseo operístico. Manda la agenda y las prioridades familiares: «Quiero estar más en casa con mi hijo. Viajo menos y he instalado mi casa en Viena. Ahora soy muy disciplinado con el calendario», explica. Abundan ahora los conciertos y adelanta que no faltará a su cita anual en Pésaro ni al Metropolitan (cada dos años). En el festival italiano cantará «Guillermo Tell», una ópera que le entusiasma y se atreverá con la versión larga, la de seis horas. ¿Y cómo está su voz? «Ha madurado un poco y ha ganado en el canto, en solidez. Sigo con mis papeles de bel canto, pero con personajes con mayor nervio, más fuertes en óperas como ''Guillermo Tell'', ''Lucrecia Borgia'', ''La Favorita'', que requieren un centro de la voz un poco más sólido». Y añade que «nunca dejaría a Rossini». Habla con admiración de la nueva generación de voces españolas (los llama «mis amigos», pues con muchos de ellos coincide en Pésaro y salen de vez en cuando: «No se ponen en pose y son normalísimos. Yo, desde que nació mi hijo, me he vuelto casi normalísimo», dice) y se confiesa perteneciente a una generación de cantantes divertida. «Somos antidivos, artistas completos a los que se requiere un trabajo dramático también». ¿Y qué divo queda hoy en escena? Responde sin dudarlo: «Quizá la Fleming tenga ese aura todavía».