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Entrevista

Leiva: «Me lo pasaba mejor cuando las cosas eran más pequeñas»

Publica su sexto disco, «Gigante», pero ignora la tecla promocional y se entrega a una charla sincerísima que revela aspectos valiosos de su persona

Hace ya tiempo que Leiva, madrileño al filo de los 45, consiguió llegar. Quiero decir que, haciendo aquello que más ama, escribir canciones y cantarlas, ha conquistado de un modo rotundo el éxito profesional y la popularidad. Lo primero es un regalo de los dioses, pero la fama le resulta casi siempre un alacrán en el zapato. Lo avala una trayectoria de tres décadas: seis años de aprendizaje, 11 en Pereza (junto a Rubén Pozo, cinco discos de estudio) y 13 en solitario (seis discos). Es también productor de fino paladar: dirigió el último disco de su amigo Sabina, «Lo niego todo». Nos citamos porque acaba de parir «Gigante», 14 canciones, algunas muy hermosas, que, asegura, lo explican como nunca antes. Una de ellas, «Caída libre», es un dueto con su venerado Robe. Pero en la charla el disco queda en un segundo plano y el zoom aumenta a la persona, al hombre, lo cual se agradece porque el lector sale ganando.

Los artistas que alcanzan estatus de estrellas concentran las entrevistas promocionales en un solo día. Es difícil crear así un grado de intimidad que dote de riqueza a las charlas y las diferencie unas de otras. Y luego se quejan de que todas las entrevistas son iguales…

Ese es un debate que tenemos abierto. De hecho, lo hemos tenido hace un rato. Comparto tu reflexión de que tiene que haber un espacio de más tiempo e intimidad, pero para hacer eso tendría que estar muchos días hablando de mi obra y me cuesta mogollón. Es un proceso que padezco con un extra de sufrimiento. Mayor, creo, que el del resto de mis compañeros. Y aunque me gusta cuando hay un espacio de charla largo, si tuviera que hacer esto diez días seguidos sería un poco más infeliz.

La obra, pues, se explica por sí sola, no hace falta que su autor la «traduzca».

Me gustaría que eso sucediera y que las charlas no tuvieran que ver con los discos. Porque me divierto más y, como lector, es más interesante leer una entrevista cuando no hay un disco por medio y nada que vender. Odio, cuando las leo, las charlas promocionales, no dicen nada. Y con los años he ido identificando de una manera muy clara que no tengo las respuestas sobre mis propias canciones. No sé de un modo preciso de dónde vienen, dónde llegan. Al final, voy construyendo un discurso que no tengo del todo claro.

Portada de «Gigante», sexto trabajo de estudio de Leiva
Portada de «Gigante», sexto trabajo de estudio de LeivaArchivo

Centrémonos, pues, en usted. Los dioses lo aman. Ha colmado sobradamente sus sueños y, además, ha logrado intimar con sus ídolos, caso de Sabina y Robe. Por aquello de la ley de las compensaciones, ¿cuál es su talón de Aquiles, qué cosas le fallan?

Tengo un espacio relacionado con la serenidad, el equilibrio y los complejos que está muy desordenado desde chavalín. En primer lugar, porque tuve un accidente donde me pegaron un tiro en un ojo y me lo volaron, y me dejó estéticamente una marca muy visible para todo el mundo hasta los 20 años, que me pusieron una prótesis. Y después, brego con un problema en la voz que no me deja disfrutar del todo de mis privilegios. La gente piensa que quienes tenemos esos privilegios estamos exentos de sufrimientos y complejos, pero creo que te desprotegen mucho y te hacen vivir una gran irrealidad, que te desnudan.

Cuando se logra cierta estatura resultará difícil que la gente que le rodea sea sincera con su trabajo. Que le digan que no les gusta un fragmento de una canción, un verso, un arreglo… ¿De cuántas personas se fía absolutamente? ¿No está uno un poco solo ahí?

Me lo dicen los tres a los que les pregunto. Uno es Sabina; otro, mi hermano pequeño, Juancho [líder del grupo Sidecars], y el tercero es el músico César Pop. Son los únicos que me pueden decir cosas que me incomoden. Y como en esa conversación ya no está el ego, lo hago no para que me den jabón, sino para pedirles ayuda. Y sí, son francos. Me dicen cuándo me pongo intenso o cuento cosas que ya he contado. Si mi hermano pequeño y Joaquín [Sabina] me tienen que decir «esto no va» o «esto ya lo has contado», me lo dicen. Como yo se lo digo a ellos cuando escucho lo que hacen. No quiero que me deleiten, quiero que me ayuden.

«Sabina, técnicamente, es el mejor trenzando las palabras. Robe es más revolucionario»

Leiva

En «Leivinha», de este disco, niega al cantante de éxito y anhela la invisibilidad. ¿Echa de menos cuando estaba en la segunda división y no era un escaparate con patas?

Echo mucho de menos la espontaneidad, y la responsabilidad te la quita. Cuanta mayor dimensión alcanza tu proyecto, menos divertido es. Me lo pasaba mejor cuando las cosas eran más pequeñas, era más inconsciente. Ahora tengo una responsabilidad para con el público y antes no me daba cuenta de eso. Tocaba en salas y estaba todo el día pedo por ahí, pasándomelo bien. Con Pereza lo pasamos muy bien porque nunca tuvimos la madurez para entender la dimensión que teníamos. Joder, yo me lo paso peor ahora que antes. Y antes no había cámaras en los teléfonos y salía a un escenario y lo que sucedía era un trato con el público, «esto queda para ti y para mí», ese ritual era precioso. Ahora, si tocas en el Wizink, que hay 16.400 personas, hay 16.000 móviles encendidos. Y eso ya no queda para nosotros y tiene una trascendencia que impacta directamente en la diversión. Hay menos espacio para la imaginación. Antes hablábamos de Sabina y Robe y hay dos cosas que me gustan mucho de ellos, y es que su vida da mucho espacio a la imaginación porque no te cuentan nada de ella.

Ya que me da pie, vamos con Sabina y Robe. Semejanzas y diferencias.

La diferencia más clara es que Joaquín, y tú le conoces, porque has escrito mucho sobre él, no se toma en serio nada y no le gusta trabajar. Y Robe, al que también conoces, se toma en serio todo y lo que más le gusta es trabajar. Son la noche y el día. Trabajando con Robe me he dado cuenta de que tiene el control de sus cosas. Joaquín, en ese sentido, con sus luces y sus sombras, no se toma en serio nada y es muy feliz así.

Coincido en el análisis. ¿Diría que Sabina es mejor escritor y Robe más artista?

Creo que Joaquín, técnicamente, es el mejor trenzando las palabras, es un experto. Y Robe es más libre, más espontáneo y, sí, revolucionario. Y creo que a veces llega a los mismos sitios que Joaquín, pero desde lo visceral. Robe, desde la visceralidad, alcanza cotas que los expertos no alcanzan.

La política, Leiva. Hay una desafección generalizada hacia los políticos. La gente parece estar más harta que nunca.

Mi padre ha trabajado 25 años para el PSOE: ha sido muchos años director de comunicación, trabajó para el Ministerio de Agricultura… En mi casa hay un pensamiento de izquierdas, socialista. A mí lo que me genera desazón es el lenguaje, el ego, ver cómo se miden en el Congreso, ver cómo la peña está pasándolas putas y ellos se están insultando y haciendo chistes unos con otros. Eso me genera rechazo y un descreimiento de la política que no he tenido antes. Pensaba que los políticos eran gente que tenía un gran compromiso con el mundo y veo que se están riendo un poco de nosotros. Se ha abaratado la política y también la marca del propio político, que la veo muy por delante de los intereses de los ciudadanos. Yo tengo un pensamiento de izquierdas y me produce terror ver el discurso de odio que hay y el que mucha chavalería piense que lo rebelde está en la ultraderecha. Joder. Eso, como ciudadano, me parece peligroso.

Deberíamos cerrar esta charla con, al menos, una pregunta sobre el disco. Imagine que, por lo que fuera, «Gigante» es el último trabajo que hace. ¿Hasta qué punto le explica?

Lo que estás diciendo me lo pone fácil, porque creo que es mi disco más explícito. En el que pongo palabras a cosas que antes no me había atrevido a decir y donde tomo menos atajos. No sé si en él están mis mejores canciones, pero sí creo que tiene mis mejores textos. Si ahora mismo me pegase un trompazo con un coche, quedaría una explicación de quién soy mucho más honesta que en otros discos.