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Mozart, impersonal y vivo

Juventudes musicales. «Serenata K 239», «Concierto para piano nº 26», «Sinfonía nº 39». Orquesta de Saint Martin in the Fields. Pianista y director: Murray Perahia. Auditorio Nacional, Madrid. 9-VI-2013.
La Razón
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  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Ha vuelto a Madrid el tándem Perahia-St. Martin in the Fields. Lo ha hecho con la acostumbrada donosura. Él como pianista refinado, musical, de sonido muy trabajado y muelle, de fraseo natural y elegante, con el toque preciso para encontrar el acento que exige Mozart, ese creador de pentagramas de carne de pájaro, decía Sopeña. El juego del pianista neoyorquino continúa teniendo perfiles muy propios. Hay sustancia y, sin embargo, gracilidad, un binomio que eleva el canto a esos lugares inefables ideados por el compositor.
La orquesta –cerca de cuarenta músicos–, desplegada y compacta, pero transparente y sensible, hizo una introducción primorosa y dio cauce al discurso del piano en el «Concierto nº 26», «de la Coronación», en una exposición de notas picado-ligadas ejemplar, todas ellas claramente diferenciadas, embarcadas en un fluir cómodo y contrastado. Hubo abandono en el Larghetto, aunque más tensión y regularidad que las que consigue, por ejemplo, en un relato más acariciador y sinuoso, de refinada poesía, Mitsuko Uchida, escuchada hace poco en el mismo escenario. Un bis de regalo: la «Giga» de la «Suite Francesa nº 5», de Bach. Como aperitivo, la orquesta sola tocó de manera alada y ligera la original «Serenata nocturna para cuerdas y timbales K 239», con una disposición de «concerto grosso». Las alternancias, la delineación de los motivos, los ágiles «pizzicati» en diálogo con los parches, fueron reproducidos con limpieza y gracia. Todo sonó en su sitio, desde el Adagio inicial al Allegro postrero, en la «Sinfonía nº 39 K 543», con Perahia en el podio. La suya es una rectoría clara pero falta de elegancia en el trazo, un poco rígida, aunque muy mozartiana en el impulso y la dicción. Acordes plenos y fraseo animado, continuidad y vitalismo. Todo habría ido mejor si el director hubiera tenido un mayor cuidado en la planificación y hubiera controlado el volumen de los metales. No fue muy personal la visión; pero la música sonó muy bien.