Niño de Elche, amar el flamenco y quebrarlo
El cantaor publica, con la colaboración de Pedro G. Romero y Raül «Refree», una iconoclasta y libérrima «Antología del cante flamenco heterodoxo».
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El cantaor publica, con la colaboración de Pedro G. Romero y Raül «Refree», una iconoclasta y libérrima «Antología del cante flamenco heterodoxo».
Cuando se refiere al cante, Niño de Elche pide «tener una mirada amplia sobre las cosas». Y el mensaje se comprende cuando se escucha «Antología del cante flamenco heterodoxo» (Sony). Qué estrecho es el flamenco que nos han contado, qué repetitivo y qué conservador. Paco Contreras no es nada de eso, y en comité con el experto Pedro G. Romero y el productor Raül «Refree», han dado luz a una obra destinada a perdurar y a irritar y remover a partes iguales. Los 27 temas del doble álbum que acaban de editar (triple en vinilo) surgen de lo más profundo de la tradición, aunque no de la que se repite hasta la saciedad. Cada uno, además, cuenta una historia, tiene una justificación y un mensaje para nuestro tiempo y, en esencia, traducen la tradición en las notas de un libreto imprescindible. En él se hace pedagogía y caben Val del Omar, Machado, Eugenio Noel, personajes como Helios Gómez, Vicente Escudero y Guy Debord. El día 5 lo presenta en Madrid (Ciclo SON Estrella Galicia), y después pasa por Barcelona (9), Guernica (10), Nueva York (14), Zaragoza (14 abril), Huesca (15) y Valencia (16).
La utopía de la ortodoxia
«Siempre he trabajado desde lo experimental, y se me conoce menos por trabajar dentro de la tradición. Con Pedro G. Romero, basándonos en el archivo durante año y medio, fuimos capaces de definir los 27 temas», explica el cantaor. El archivo al que se refiere es la historia, pero claro, no la oficial. «Exacto, la puedes contemporaneizar y retomar». Romero escribe en las notas del álbum que la ortodoxia es una ficción. «Una utopía. Es algo que los conservadores intentan cumplir e imponer porque son gente atormentada (risas). Es como ser utópico comunista. Alguien que no sabe leer el pálpito de la vida». Sin embargo, no hay duda de que la ortodoxia sí tiene un reflejo real, porque ha dejado de lado tantos cantes y artistas como haya en la tradición oficial. «Eso es, la ortodoxia lo intenta, pero no lo consigue. El ejemplo es este disco. Lo más preocupante es que esa forma lineal de leer la historia es peligrosa, porque no hay pensamiento crítico. Hay que buscar las conexiones, los grises de todo y lo delirante que son algunas cuestiones políticas y sociales. Es interesante que el flamenco sea una de las expresiones que mejor plasma esas contradicciones en España».
Hay cortes realmente iconoclastas, como la «Rumba y Bomba de Dolores Flores», homenaje a Lola en forma de cósmica rumba –hija repudiada del flamenco– y que va después de un pasodoble que incluye «Ay Carmela» y antes de una muy jonda «Saeta por seguriyas de Manolo Caracol y Arturo Pavón». «Ser iconoclasta es mi forma de relacionarme con el arte, pero lo entiendo como una declaración de amor al flamenco más tradicional. Y esa es una paradoja. Para poder serlo tienes que amar mucho lo que tratas de quebrar, lo que estudias. Es un amor pasional», explica. El arte se extiende en todas direcciones y se filtra «como un líquido y toma la realidad», explica. Por ejemplo, el disco rescata una (preciosa) farruca en catalán de 1916, de Juli Vallmitjana, un autor extrañamente ignorado, o recitan a Eugenio Noel, reconocido antiflamenquista que odió tanto este arte que lo convirtió en la pasión de su vida. Algunos cortes levantarán iras a diestro y siniestro. «Cuando haces realidad un delirio es maravilloso ver cómo explota en todas direcciones. Tengo curiosidad por ver cómo se lo toman y, no lo voy a negar, me gustaría que podamos hacer un trabajo de superar prejuicios», asegura. Es imposible cambiar a un purista. «Sí, pero es mejor creer en los milagros que en las utopías».