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Selvático animal

Ricardo Lezón (McEnroe): "El indie no ha existido nunca. Lo que existe es la música alternativa"

Tras seis años de silencio, el grupo vasco de pop/rock acaba de lanzar 'La vida libre', su octavo disco de estudio

Entrevista a la banda de música McEnroe
Ricardo Lezón, con gorra, en el centro, posa junto al resto de los integrantes de McEnroeDavid JarFotógrafos

Hacía seis años que McEnroe, un grupo cuya música aparentemente calma puede llegar a quemar, no publicaban disco, por lo que la salida de su octavo trabajo de estudio, «La vida libre», hay que celebrarla con el entusiasmo que produce escuchar una buena canción. Ricardo Lezón, que es quien lleva el peso de la banda nacida en Guecho, Vizcaya, en 2002, habla para LA RAZÓN. Le digo que el amor es la médula y la cáscara de su repertorio, ¿cree el autor de sus canciones que ese es el único asunto en verdad importante del ser humano, amar y ser amado? «Joder, vaya pregunta, ja, ja, ja. El único no, pero sí el más importante. Creo que el amor es un concepto muy amplio y que, seguramente, abarca casi todo lo importante de la vida. Y yo meto ahí todas sus variantes: la generosidad, la amabilidad, la compasión, el cariño... Todo eso emana del amor. Así que sí, me parece lo más importante que existe. Y al hacer canciones acabas hablando de todas esas cosas». Poniéndonos maniqueos, ¿el amor, en su conjunto, es el bien? «Bueno, sí, el bien querer –responde afirmativamente–. Sí, porque cuando no se quiere bien ya no hablamos de amor sino de otra cosa. Yo soy católico y me enseñaron, y he aprendido y tengo esa convicción, que el amor es el bien, sí, se podría decir así». El disco que presentan lleva un título que suena a aspiración existencial e incluso a lema, «La vida libre». ¿Qué es para McEnroe la vida libre? «Pues al igual que el amor, la vida libre es también un concepto muy amplio. Cada uno puede darle la lectura que mejor le parezca, pero para nosotros tiene mucho que ver con aprovechar la vida y dar mucha importancia a las cosas en las que podemos elegir. Hay cosas en las que tú no puedes elegir; pero en las que sí puedes, debes tratar de hacer lo que de verdad sientes y lo que crees que te va a hacer más feliz. Sin olvidar a los demás, claro».

«Soy católico y me enseñaron que el amor es el bien»

Los seis años transcurridos desde su anterior disco no han dejado de ser fructíferos: Ricardo sacó un libro, «Lento y salvaje», y un EP, «Canciones mínimas». No obstante, para la vida de un grupo, seis años, más de un lustro, es mucho tiempo. Hoy día no se puede concebir una obra separándola del mercado: «Teníamos muy claro que íbamos a hacer un disco cuando tuviésemos algo que contar –afirma el músico–, y para eso te tienen que pasar cosas, tiempo, la vida, y hay que dejar que pase libremente y que sea ella la que nos indique el momento, y ese momento ha llegado. Este no es un disco conceptual. De hecho, no sé cómo definirlo. Pero es un poco el resumen de lo que hemos vivido estos seis años. Creo que es un disco muy templado, muy contemplativo y con un punto de calma. Aunque nosotros ya somos calmados de por sí». Pero ¿se puede vivir de la música espaciando tanto los discos? «Yo llevo solamente un año y medio dedicándome en exclusiva a la música y a escribir –revela–, siempre he tenido otros trabajos. He trabajado en una gasolinera, en una imprenta, de camarero, y los otros miembros del grupo tienen también sus trabajos. Y ahora llevo un año y medio dedicándome en exclusiva a esto. A coger la guitarra, montarme en el coche y tocar por las ciudades y los pueblos. Y a escribir libros e intentar vivir de esto. ¿Qué pasa? Que hay un miedo, mío, de convertir algo que para ti es muy importante, y que tratas con mucho cariño, en tu forma de vida; acercarte al mercado y aceptar ciertas reglas, como la de saber que voy a tener que sacar un disco cada año o hacer determinadas cosas porque si no, no es viable. Tienes que pegar un salto, ponerte un poco en riesgo. A mí no me gusta hacer las cosas por obligación, sino porque me salen y porque tengo algo que decir, y en eso estoy. Cuando pegas ese salto te puedes caer, y estoy intentando buscar ese encaje». Hablamos, pues, del músico indie absoluto, el cual tiene clarísimo el verdadero significado de esa palabra tan manoseada: «El indie no ha existido nunca. Es una etiqueta y una cosa de la que no me siento partícipe para nada. Creo que existe la música alternativa y que lo que ahora se llama indie es lo menos alternativo. El mercado ha cambiado mucho desde que yo escuchaba discos por simple amor a la música. Ahora hay otras normas, otras cosas, y está todo el tema de los festivales, donde todo está tan diluido. La música ha tomado un rumbo… Se ha convertido en entretenimiento. Eso es algo que no está mal, ¿eh?, me parece bien. Pero para mí la música nunca ha sido un entretenimiento, siempre ha sido algo más, algo diferente. Siempre he buscado en la música refugio, emoción, y que me cuenten algo que me llegue. Porque para entretenerme ya tengo el tenis o las películas».

«He trabajado en una gasolinera, en una imprenta, de camarero. Y ahora llevo un año y medio dedicándome en exclusiva a esto»

Pese a ser vascos y comenzar a cantar en inglés como tantas bandas alternativas de principios de este siglo, los miembros de McEnroe eligieron finalmente el idioma español para construir sus canciones: «Hay integrantes del grupo que son euskaldunes, pero la lengua en la que nos entendemos todos es el castellano. Nosotros grabamos la primera maqueta en el pleistoceno, en 2003, y es curioso porque en esa época todo el mundo, o la mayoría de lo que se entendía por indie o música alternativa, cantaba en inglés. Grabamos la primera maqueta mitad en inglés, mitad en castellano, y siempre decimos que es el disco más importante que hicimos porque desechamos el inglés completamente y nos quedamos con el castellano. Fue una discusión que duró exactamente lo que tardó en sonar la primera canción en inglés, porque dijimos “esto no es lo nuestro”».

«Siempre he buscado en la música refugio, emoción. Para entretenerme ya tengo el tenis o las películas»

El nombre del grupo viene, obviamente, por el mítico tenista estadounidense: «Fue por mi afición al tenis –explica Lezón–. He jugado mucho a ese deporte, incluso he sido profesor de tenis. Y cuando nos decidimos a grabar una maqueta y había que ponerle un nombre y no sabíamos cuál, me acordé de que cuando jugaba al tenis con mi hermano y me reñía porque fallaba alguna bola, yo siempre le decía: “Joder, que no soy McEnroe”, ja, ja. Me gustó cómo sonaba y se quedó», concluye.

LA BOLA ENTRÓ

Por Javier Menéndez Flores

Hace ya mucho que la bola entró; que los sueños de Ricardo se alzaron con el punto, el juego, el set y el partido. Pues todo aquello que deseó desde que supo lo que significaba desear, escribir canciones y compartirlas con el mundo, se solidificó enteramente en el sur de su vida y en lo que quedó de él tras apagar el día y clavar los pies con fuerza en el suelo. Y a partir de ahí solo tuvo que tirar de ese alambre por el que caminaba decidido y seguir la senda que le marcaba el instinto. Y jamás le importó ponerse trajes diversos para afrontar las facturas y adecentar la nevera, porque la recompensa del mástil amado y del cuaderno infinito le esperaba en casa, como un perro fiel, al cabo de cada jornada.

La calma no es mansedumbre, de ninguna de las maneras, ya que hay susurros que albergan gritos y tempestades y portazos y noes superlativos. Eso lo sabrán ver quienes sepan ir más allá de la corteza y desdeñen la velocidad, el mal supremo de nuestro tiempo. Las canciones de Lezón tienen la pegada sanadora de los buenos bálsamos y en ellas encontrarán un lugar muy parecido a una isla desierta los que paladean los alimentos antes de tragarlos. La cosa es muy sencilla: ser bestia o su feliz reverso, que cada cual elija.

La playa de Ereaga, donde la arena se deshace con solo recordarla, se ha levantado hoy tan hermosa que solo has necesitado mirarla para ponerte a llorar sin dejar de sonreír. Y bajo la presencia altiva de los palacetes y las casonas, con el monte Serantes vigilándolo todo, te has dicho que es falso que los lugares tengan siempre el mismo rostro. Y sin darte cuenta te has visto en el interior de El Avenida junto a Txomin, Pit, Alfonso y Willy, atragantándote de una felicidad de la que entonces no erais conscientes. O en el Aratxu, aquel canalla, donde sonaban vinilos exóticos e inencontrables que te espoleaban la imaginación y te levantaban del suelo. O en El Purgatorio, aquel antro fascinante en las profundidades de Berango, en el que parece mentira que una noche se dejara ver un dios llamado Bonnie «Prince» Billy.

Todos tenemos hermanos con los que no compartimos una sola gota de sangre, pero que cada vez que hablan parece que lo hacen solo para nuestros oídos. Los tuyos son Migala, Pumuky, Úrsula, David Cordero, Señor Chinarro y The New Raemon, por más que lleves largo tiempo sin frecuentarlos. Y a pesar de que ahora andes inapetente y escéptico y tal vez algo distraído, sabes ver que la esperanza lleva el nombre de Galerna y de Marban, que se niegan a correr a toda mecha y prefieren observar el mundo con los ojos contemplativos del corredor de fondo.

El indie es un póster sin chinchetas, una dentadura postiza, un peluquín, una trola mayúscula. Y cantar para audiencias diminutas pero entregadísimas nada tiene que ver con salir muy pintón en un cartel promocional o con declarar frases que se quieren osadas y lo único que producen es un rubor difícil de soportar. Y cuando el nivel de estupidez se vuelva irrespirable, siempre te quedará el consuelo de encerrarte en la furgoneta y aspirar en bucle «Fire in Cairo», «Reel around the fountain» e «Insurrección». Además de un placer inmediato, la escucha de esos salmos volverá a engendrar nuevas ideas.

Ni Lendl ni Borg ni Mats Wilander ni Boris Becker ni Jimmy «Jimbo» Connors» pisaron jamás las canchas del Jolaseta. Pero McEnroe sí, Ricardo, McEnroe sí. Porque no había día que, entre drive y revés, su nombre no saliera de tu boca.