Una insuperable y genial «Aida»
Crítica de ópera / Academia Santa Cecilia. «Aida». Voces: Anja Harteros, Jonas Kaufmann, Ludovic Tézier, Ekaterina Semenchuk, Erwin Schrott, Marco Spotti, Paolo Fanale, Donika Mataj. Orchestra e Coro dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Banda Musicale della Polizia di Stato. Director musical : Antonio Pappano. Auditorio Accademia Santa Cecilia. Roma, 27-II-2015.
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No ha resultado una sorpresa encontrar en Roma a lo más florido de la crítica y afición internacional, pues el único concierto programado de «Aida» en la Academia de Santa Cecilia había provocado enorme expectación. No en vano se ha reunido el reparto más mediáticamente estelar que hoy pueda darse para la ópera de Verdi con el fin adicional de lanzar al mercado una nueva grabación, realizada en directo. Buen debut para Michele dall’Ongaro, sucesor de Bruno Cagli en la intendencia de la veterana institución nacida en el XVI. Los conciertos de la orquesta tienen lugar en el inmenso auditorio del Parque de la Música, inaugurado en 2002, con una capacidad para tres mil personas. Lástima que todo en la Academia y el Auditorio sea un caos, empezando por la organización y terminando por la ausencia de un proyecto de transporte para poder desplazar tanto público hasta las afueras de la ciudad. Anja Harteros es junto a Anna Netrebko la gran soprano de la actualidad. Tiene frente al ruiseñor de San Petersburgo la ventaja de una expresividad que la une en cierto modo con la herencia de las Olivero, Zeani o Genzer.
No puede encontrarse mejor «Aida» hoy día, intachable desde el «Ritorna vincitor» a las frases finales del dúo conclusivo en la tumba. Lo mejor y la única nota criticable –y nunca mejor dicho– llegó en el acto del Nilo, con un dúo junto a Radamés plagado de admirables filados en la difícil tesitura del paso y con un sobreagudo valiente pero discutible en el aria. Jonas Kaufmann es sin duda el tenor de moda, heredero mediáticamente de Plácido Domingo y tan admirado por las féminas como para enterrarle en ramos de flores en los saludos finales. En apenas cuatro meses debuta en papeles tan exigentes como Andrea Chenier, Radamés, Canio o Turiddu. Estos dos últimos personajes veristas bajo la batuta de Thielemann han agotado hace meses las localidades para la pascua salzburguesa. Kaufmann canta Radamés acoplándolo a sus características vocales.
Es lógico que cerrase ese temible «Celeste Aida», donde tenores como Caruso o Del Monaco se han estrellado por estar fríos, con el «si bemol» en piano del «Trono vicino al sol» tal y como lo quería Verdi pero que muy pocos han llevado al disco y mucho menos cantado en directo: creciendo y recogiendo la nota.
Marcha triunfal
Otro tanto cabe apuntar del «A i nostri amori» del dúo con Aida. Exquisiteces que no impiden que lleguen momentos como el cierre del trío en el mismo acto III y vibre en el «Io resto a voi». Hay una auténtica adaptación del canto al momento dramático y esto es algo rarísimo en la ópera. Ekaterina Semenchuk es una de las mezzo más cotizadas y triunfó en esa escena en la que Amneris puede llevarse el gato al agua, pero no permitió olvidar a las grandes italianas que han abordado el papel. Ludovic Tèzier no es el barítono más adecuado para Amonasro. Las sutilezas pueden encajar en el inicio de su duo con Aida, pero se requiere mucha más contundencia en el final del mismo al recordar a la madre extinta o en su primera escena como prisionero. Erwin Schrott y Marco Spotti otorgaron relieve con potencia vocal a los bajos Ramfís y el Rey. Pero el gran triunfador resultó Pappano, sacando lo mejor de la orquesta y los coros, gracias a una lectura con autoridad, matizada dinámicamente, de tempos personales y muy vivos en la marcha triunfal, que le colocan en la gran tradición italiana de los Votto o Serafin. Sus titularidades en el Covent Garden y la Accademia le convierten en casi todopoderoso. ¡Cómo entristece recordar que pudo ser titular en el Teatro Real tras el fallecimiento de García Navarro y que lo impidió una ejecutiva que, ante la propuesta, exclamó: «A ese no lo conoce nadie»! Evidentemente, entonces, sólo los que estamos en la profesión. Una «Aida» difícil de superar en la actualidad, que llevó hasta el éxtasis a un público que no abandonaba sus asientos a pesar de saber que luego tendría más de una hora de cola para subirse a un taxi.