Y el Teatro Real se rindió al «Despacito»
Aforo completo en el concierto de Luis Fonsi ayer en Madrid, en la noche en la que el pop latino y el reguetón triunfaron en la ópera, y que la «socialité» no quiso perderse
Aforo completo en el concierto de Luis Fonsi ayer en Madrid, en la noche en la que el pop latino y el reguetón triunfaron en la ópera, y que la «socialité» no quiso perderse.
Hasta cinco versiones escribió Giacomo Puccini de su ópera prima, «Madama Butterfly», y solo una le bastó a Luis Fonsi para dar a luz a la suya. Dos temas, artistas y épocas diferentes, aunque para el Teatro Real ambos firmes merecedores de formar parte de su doble efeméride: su bicentenario (fue Fernando VII quien lo ordenó a construir en 1817) y el vigésimo aniversario de su reinauguración en 1997.
Así pues, la epidemia de llantos y suspiros que en el último mes habían inundado los pasillos del coliseo madrileño a causa de la trágica historia de la geisha Cio-Cio-San (protagonista de la célebre obra del compositor italiano) se intercambió anoche por el «pasito a pasito, suave suavecito» entonado por los cientos de espectadores que ya desde primera hora de la tarde (los 35 grados a la sombra los merecía la ocasión) hacían cola en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real, a la espera de su encuentro con el cantante puertorriqueño, que aterrizaba en Madrid procedente de Lucca, Italia, donde había actuado la noche anterior.
No hay que mezclar el tocino con la velocidad, pensarán ustedes (y no les falta razón), pero Fonsi ha demostrado poseer esa habilidad para mezclar lo inmezclable y capacidad suficiente para convertir anoche la sala principal de la ópera madrileña en una discoteca que nada tuvo que envidiar a las de las Islas Pitiusas. Un conquistador y profeta de la música hispana en América con quien negociaría hasta el mismísimo Juan Ponce de León de saber que hoy se ha coronado rey de Spotify y que suya ha sido la culpa de que el turismo en la isla que lo vio nacer se haya multiplicado por dos.
Por eso, el de anoche fue algo más que un concierto, un «save the date» en la agenda de la «socialité», que no quiso faltar a la cita y que posó en el correspondiente «photocall» previo. Pasaron desde Joaquín Cortes a la presentadora Sonia Ferrer, para quien «no sé lo que tiene “Despacito” que te engancha, aunque eso sí, es un poco sexual». Algo en lo que estuvo de acuerdo la cantante Natalia (cuyo tímido novio causó furor tras los flashes), que admitió que «es un tema muy calentito, aunque tiene todos los ingredientes». Se dejaron ver también la periodista Lara Álvarez (que se arrancó incluso a bailar), el actor Adrián Lastra y el ex futbolista Rubén de la Red, que acudió junto a su mujer y dos de sus tres hijos («yo, a mis 32 años, siempre he sido de hacerlo todo rápido», bromeó). No posaron, pero sí figuraban en la lista de invitados, ni Guti ni Eugenia Martínez de Irujo, aunque ésta, dada su estrecha relación con el presidente de Universal Music (sello responsable del concierto) y su mensaje en Instagram horas previas a la actuación («Por lo que está por venir esta noche», escribió) muy seguramente se encontraba en el patio de butacas.
Una noche a puro ritmo
Fue la antesala de un «show» con aforo completo (las 1.750 entradas se habían agotado días antes) que arrancó a las 21:30 horas. Lo hizo, como dice la canción, «lento pero después salvaje». Fonsi, que lució un «look» rockero con tonos brillantes, empezó con sencillos melancólicos como «Corazón en la maleta» o «Imagíname sin ti», que luego cambió por lo que todos ansiaban: ritmo, salsa y mucho baile. Así, tras confesar «que es un sueño cumplido actuar aquí», ofreció el plato fuerte, «Despacito», cantado al unísono con el público, que, llegada la correspondiente estrofa, le recordó al puertorriqueño que «tú eres el imán y yo soy el metal». Tema que, después de interpretar otros clásicos de sus 19 años de carrera, como «No me doy por vencido», puso el broche a un concierto que, a petición de los presentes, se cerró «poquito a poquito», al tiempo que Fonsi, mientras se bajaba el telón, les recordaba que «yo no tengo prisa, yo me quiero dar el viaje».
El último «pasito a pasito, suave suavecito» a capela del público se fundió con una ovación final con la que pasará a la historia el día en que el pop latino y el reguetón hicieron las paces con la ópera. Puerta grande, una vez más, para Luis Fonsi.