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Pedro Ruiz: «La vida es una farsa que termina en fraude»

Vuelve a subirse a un escenario con «Eterno», un espectáculo como él, sin barreras e imprevisible
Pedro Ruiz: «La vida es una farsa que termina en fraude»
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Julián Herrero

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Vuelve a subirse a un escenario con «Eterno», un espectáculo como él, sin barreras e imprevisible
¡Que no es un monólogo!», insiste, «sólo sería una centésima parte del todo». Porque Pedro Ruiz tiene repertorio para música, parodias, esperpentos, proyecciones... Esto es «Eterno», el «show» que presenta los sábados de enero en el Nuevo Apolo. Diferente cada día, según se levante o lea una cosa u otra. Un montaje en el que el guión no existe, sólo está en su cabeza para sentirse «vivo»: «Me obligo a saber de qué voy a hablar, pero no el cómo». Así, hará cantar a Pablo Iglesias, a Fernán Gómez le pondrá a regañar al mismísimo Dios –«el único que podría hacerlo»– y charlará con Julio Iglesias o Arturo Fernández, entre otros. Incluso da la noticia de su propia muerte. Pero, ¿será Pedro Ruiz tan eterno como titula su espectáculo?:
–No está referido a mí, así es el «show» de la humanidad. Somos infinitos en la repetición de nuestros errores. Ejemplo: nos encontramos a dos presentadores con túnica, 300 años antes de Cristo, que dicen: «Hemos descubierto que Artajerjes tenía dinero en Galilea». ¿De quién hablan? De Pujol. La historia se repite.
–Pujol, por citar uno del racimo.
–Si hago una lista saldría el listín telefónico.
–Y uno de los nombres que aparecen en el escenario...
–Le hago cantar una preciosa canción: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto»...
–¿Y él qué le ha dado a la vida?
–Ni el IVA.
–Retomemos el principio, ¿hay algo de eterno en usted?
–Los emperadores romanos llevaban un hombre que les decía: «Recuerda que eres mortal». Esa sensación me ha dado la libertad. Quiero rendir homenaje a gente que sí es eterna: Fernán Gómez, Lina Morgan, Paco de Lucía, Rocío Jurado... Si uno deja un poquito de gratitud en un corazón no es nada inmortal, pero es un eco, es suficiente. No quiero dejar huella, sino luces.
–¿Quién le recuerda todo ello?
–Me lo digo todos los días, pero no me llame de usted que cancelamos la conversación. Me estás faltando...
–Eso tiene solución rápida...
–Desde que tengo trece años he mantenido una conversación conmigo mismo como si estuviera muerto. Por ello, parte del valor que tengo de plantarme ante los poderes procede de ese reconocimiento permanente de que quien me está amenazando es uno que se morirá como yo. Y eso le quita todo tipo de importancia.
–«La vida es una enfermedad de transmisión sexual que no tiene cura», dicen.
–Sin duda. Para mí la vida es una farsa que termina en fraude y en medio, afortunadamente, hay valiums y alicientes. Está sobrevalorada.
–¿Por qué?
–La llenamos de artificio.
–¿Cómo evitar esa farsa?
–Gran pregunta, sin una gran respuesta. Diría que todo lo que se aproxime a la sencillez está más cercano a la no infelicidad.
–Sin despegarnos de «Eterno», hablas de fútbol, sexo, consumo... y mil temas más. ¿Hay algo que no tocas?
–Todo lo que sea de mal gusto: temas personales, defectos, desgracias... Aunque por ser un transgresor parezca lo contrario, tengo mucho respeto a las circunstancias de cada uno. Eso sí, en general se respeta demasiado la norma.
–Políticamente correctos...
–Para empezar, la palabra norma me parece violenta, ya se prohibió durante un tiempo en «Los Ángeles Times». Y creo que ser políticamente correcto es ser vitalmente incompleto. Autorizas que te castren. El mundo es un decorado que te posee, yo en cuanto puedo me quito de él.
–¿Por qué quitarse?
–Te oprime y te convierte en un títere. Si la cagas con tu culo, por lo menos, la mierda es tuya, pero que lo demás sea lo que te asuste es casi renunciar a la vida.
–Siempre has sido muy de dar titulares, y en Twitter se confirma.
–Pues fíjate, pero no leo nunca lo que me contestan. No tengo ni internet en casa ni teléfono inteligente, así que lo manejo enviando cuatro o cinco pensamientos cada día a mi secretaria para que los cuelgue. Aunque esté en las redes vivo al margen de ellas.
–¿Por qué no interactuar?
–Es como dar migas a los pájaros, el que quiera que las coma, el que no, que las deje. Es un entrenamiento literario, pequeños pensamientos que te dan un poco de músculo. La pregunta es: ¿me interesaría saber lo que piensan de mí los 7.000 millones de habitantes de la Tierra? No, ni siquiera los de mi barrio. Los respeto, pero no quiero que me pese en la cabeza, ¡menudo lastre! Encuentro que las redes se están convirtiendo en una enorme intoxicación.
–Siguiendo por Twitter, además de ver que ha compartido campo con Zidane, también te llama la atención que Eurovisión siga siendo noticia.
–Eso y Rosa Benito y alguien de «MYHYV»... Ahora en serio: este país se ha derrumbado políticamente, pero antes, o al mismo tiempo, ha desaparecido la ejemplaridad de la vida pública.
–Y el pequeño Nicolás en «Gran Hermano»...
–Un país sin buenos ejemplos no puede tener buenas realidades. Y hablando de este chico, te daré una definición que me dijo María Dolores Pradera: «Es un corruptor de mayores». Dudoso mérito el de aquellos que son tan fácilmente manipulables. ¿Estamos en manos de éstos? Hay que salir corriendo... «Gran Hermano» no es un invento de la academia de los Premios Nobel, sino de los medios de comunicación. Llevamos 16 años con esa cultura. Con el diluvio de mierda que va cayendo sobre las mentes de la gente tendrán que pasar generaciones para que se recupere el sentido del mérito. No es un tema menor ser el único país que lo aguanta.
–Rozado el tema político, has dicho que no has aprendido nada de ellos. ¿Espera hacerlo?
–Lo he hecho de alguno que ha dimitido. No meto en el mismo saco a todos porque alguien tiene que organizar estos egoísmos nuestros, pero considero al político un pastor que los ricos tienen para organizar al rebaño. Mira, hasta que no haya un gobierno con ministros del PP y del PSOE que se lleven bien la Guerra Civil no habrá acabado.
–Eso te he leído...
–Lo pensé el otro día. Mientras eso no ocurra se seguirá pensando con los testículos y ya va siendo hora de desterrar el asunto. Pero sé que no va a ocurrir.