Revolución en el Arqueológico
El próximo 31 de marzo, el Museo Arqueológico Nacional abrirá sus puertas tras dos años y medio de obras.
Se nota cierto tráfago en el exterior del Museo Arqueológico Nacional (MAN). Ya falta muy poco, un mes apenas, para que el nuevo centro, prácticamente remozado desde los cimientos a las cubiertas, abra de nuevo sus puertas. Será el 31 de marzo y el impresionante «lifting» que luce, además de adentrarlo de lleno en el siglo XXI, le ha proporcionado casi 4.000 metros cuadrados más de superficie útil (de 19.280 ha pasado a 23.303 metros cuadrados). La nueva exposición permanente contará con cerca de 10.000 metros cuadrados repartidos en 40 salas. Seis años de obras y sólo dos de ellos cerrado al visitante. Su director, Andrés Carretero, que lleva al frente del barco desde octubre de 2010, está deseando que el público pueda ver de cerca en lo que se ha convertido: «Una transformación como ésta no se improvisa. Ha sido un trabajo de 15 años, que arranca en 1999-2000 con un estudio sobre las nuevas necesidades del centro. En paralelo con los trabajos de arquitectura civil, se ha acometido la renovación del discurso expositivo. De los sesenta data la última reforma, yo diría que pretecnológica, en la que no se contemplaban ciertas necesidades que hoy sí tenemos en cuenta. Han pasado cuarenta años y la remodelación era necesaria, aunque debo decir que el montaje de aquella época se tuvo como modélico en su momento e inspiró la mayor parte de los montajes de otros centros arqueológicos en España. El MAN necesitaba un cambio en lo material y en lo conceptual», explica. Le preguntamos por algún hallazgo o descubrimiento y tras dudarlo un momento cita el «alfarje del rey Alfonso XI, es decir, la techumbre de su palacio cordobés del siglo XIV. Se intuía una decoración, pero la suciedad y las diferentes capas de humo se habían sobrepuesto dejándolo negro. Tras una limpieza hecha a base de algodón se ha podido despejar el humo de siglos y ha aparecido una decoración polícroma», explica. Ahora lucirá con todo el color descubierto colgado de una de las salas.
Toda una Dama
¿Qué se encontrará el visitante que acceda al Arqueológico? «Por un lado, el museo de siempre, sus colecciones y su grandeza, reconocerá muchas de las piezas y los iconos que albergan sus salas; y por otro, un museo del siglo XXI que está literalmente volcado en el público, que ha aumentado un 44 por ciento las áreas de acogida, que cuenta con vestíbulos espaciosos, cafetería, una buena tienda, un salón de actos, salas de conferencias y de exposiciones temporales», asegura, al tiempo que recuerda que no debemos olvidarnos de que estamos en un museo histórico pero que se ha adaptado a la época actual. Hemos, para ello, aligerado piezas. Se ha incrementado la superficie, aunque descienda el número de lo expuesto, entre otras cosas, para facilitar la comprensión del discuro», señala. Así, una de las obras que mejora su colocación es el monumento ibérico de Pozo Moro, que se ha sometido a un remontaje. ¿Seguirá siendo la Dama de Elche la pieza emblemática por excelencia? «Por supuesto. Ahora tendrá un emplazamiento magnífico, muy cerca de donde ha estado, en las salas de Protohistoria que están orientadas al Norte, con un montaje diferente y cuyo eje de visión hace que sea posible observarla nada más traspasar la puerta de entrada. La pared tiene un fondo almagre propio de la cerámica ibérica sobre pared de estuco que le proporciona una estupenda calidez. Junto a ella está la Dama del Cerro de los Santos, la de Galera y la de Baza, las cuatro más significativas que posee el museo. Y recomienda el director algunas obras más que no hay que perderse: el tesoro de Guarrazar, la Dama de Ibiza, una pieza púnica hecha en barro, que es absolutamente contemporánea, o la estatua de Livia que se exhibe junto a la de Tiberio en el patio de la escultura romana».