Sgae: una década de crisis permanente
La entidad, sumida en un culebrón de luchas internas, sigue bailando en el abismo
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La entidad, sumida en un culebrón de luchas internas, sigue bailando en el abismo.
El 1 de julio de 2011, la Guardia Civil entraba en la sede de la Sgae y detenía a su presidente, Teddy Bautista, y a otros ocho directivos por una supuesta trama corrupta. Primer guiño de Kafka a esta historia: ocho años después, después de centenares de informaciones y de polémicas en el seno de la entidad, Bautista sigue esperando juicio por aquellos presuntos hechos. Segundo toque digno de “El proceso” y su autor: Bautista tendrá el arrojo de presentarse candidato a las elecciones convocadas por la entidad en 2018. Y, cuando todo el mundo pensaba que había urdido un plan secreto para ganarlas y volver al poder, las perdió.
Sin embargo, todo el que creyese que cualquier persona que llegase después iba a mejorar a Teddy, simplemente subestima a la capacidad de la Sgae para rizar el rizo de su guión. Tras él, entidad centenaria, eligió presidente a Antón Reixa, que fue destituido un año después. En 2013 llegó José Luis Acosta, que dimitió en 2016, cuando llegó José Miguel Fernández Sastrón.
Las turbulencias llegaron en 2018, cuando 270 artistas publicaron una carta contra la reforma de los estatutos propuesta por Sastrón y pronto se evidenció que la entidad estaba partida en dos, por colegios enfrentados entre sí. Las demandas se sucedieron y Sastrón fue imputado. El Ministerio de Cultura exigía la aprobación de unos nuevos estatutos y el tiempo se agotaba. En junio de 2018, los socios votaron. Dijeron que no a la reforma de los estatutos y este fue el comienzo de las acrobacias en el precipicio de la entidad. Los derechos sin repartir, la opacidad de la distribución y la franja nocturna eran los principales problemas de una entidad con un sistema de representación que prima a quienes más derechos generan.
Cultura volvió lanzar una advertencia, un nuevo plazo final que tampoco será cumplido. Sastrón se fue y en noviembre llegó José Ángel Hevia, el famoso gaitero y miembro de la anterior junta directiva, que se impuso casi sin oposición porque una candidatura alternativa de conocidos músicos se retiró de la votación ante la falta de “condiciones democráticas” por la ausencia de voto por correo. Hevia llegó con las promesas habituales de limpieza, regeneración, honradez y consenso con un horizonte de cuatro años. No sabía lo que le esperaba. Planteó una nueva redacción de los estatutos y volvió a perder.
Cultura ya no aguanta más. El Ministerio llevaba amenazando desde tiempos de González-Sinde con retirar la licencia de operaciones. También con José Ignacio Wert y Méndez de Vigo. Las entidades internacionales de gestión de derechos y hasta de competencia sancionan a la sociedad española. El reparto de cantidades de 2018 es anulado. El departamento de José Guirao empieza a mover los trámites legales y administrativos para su intervención ante la Audiencia Nacional. Hevia es cesado por la junta directiva una semana después de declarar que “se ve capacitado para enderezar la situación”.
Pilar Jurado es la presidenta en 2019. A día de hoy, la entidad sigue sin modificar sus estatutos y Cultura le recuerda que existen varios “incumplimientos graves” y que no se ha adaptado a la nueva legislación en materia de propiedad intelectual. Además Sgae es multada con 3,1 millones de euros por tarifas abusivas según confirma el Supremo. Otro golpe a la entidad acaba de llegar: es expulsada de la Confederación Internacional de Autores (la Sgae internacional) de forma temporal, aunque reconocían sus “progresos”. La Sgae se enfrenta el 24 de junio a una nueva asamblea general mientras las amenazas de Cultura con retirarle la licencia son cada vez más insistentes pero menos creíbles. La Sgae parece muerta desde hace años, pero ahí sigue, bailando en el abismo.