Silvia Pérez Cruz: "La música es un espacio infinito y místico en el que cabe todo"
Su disco "Toda la vida, un día" es un ambicioso trabajo que narra una biografía ficticia que aborda el ciclo de la vida
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Es como una biografía cantada, una fábula sobre una vida narrada en 69 minutos. Silvia Pérez Cruz vuelve con “Toda la vida, un día” (Sony), un trabajo intimista pero ambicioso, un conjunto de 21 canciones ordenadas en cinco movimientos en los que la artista catalana despliega un enorme abanico estilístico y su habitual profundidad interpretativa. “Es el un cuento de una vida -dice la artista-. Hay una reflexión sobre aspectos generales de cada etapa, que me he inventado, pensadas de 20 en 20 años, más una, la del renacimiento. El primer movimiento lo pienso como algo amable, como una sensación de confort, de estar en casa. El segundo, es de romper con eso y buscar nuevos sonidos y, el tercero, es la intimidad, no buscar tan lejos. El cuarto es el peso, la lentitud para disfrutar de las cosas y el quinto es el renacimiento: es explicar la circularidad de la vida”.
La artista explica que fue escribiendo las canciones en el confinamiento como todo empezó a tomar forma. “Primero una, por amor a mis amigos a los que no tenía cerca. Luego, otra por admiración a Natalia Lafourcade. Y a Liliana Herrero. No sé, de repente vi que estaba componiendo las fases de una vida. Puede que, como acabo de cumplir cuarenta... puede que me haya dado por pensar en eso”, explica. Las canciones fueron llegando y las inspiraciones aparecían por todas partes. Conoció la historia del samurái que, antes de quitarse la vida, le pidieron que dijera unas últimas palabras. Y dibujó un círculo. “Esa idea me fascinó”, explica. Igual que el poema de William Carlos Williams que dice: “Aterrados buscan una flor familiar donde guarecerse y les asusta la inmensidad del campo”. “Yo entendí que la infancia era la flor, el confort. Y que la juventud era la inmensidad en la que te pierdes. Que la madurez era el jardín, donde eliges tus propias flores. Y la vejez, el peso”, cuenta mientras pasa las páginas de un archivador lleno de ideas, de bocetos, de colores, e incluso de unas cartas de tarot a mano que en algún momento del proyecto pensó en incluir en el disco.
"Yo entendí que la infancia era la flor, el confort y que la juventud era la inmensidad en la que te pierdes"Silvia Pérez Cruz
Es un disco que podría haber acabado siendo una exposición, un juego de mesa o un libro. “Y ha acabado siendo un cuento”, dice la artista. Es un poco largo para los tiempos que corren. “Lo sé. Pero pienso que miramos series que duran mucho más. También está cuidado para que se pueda escuchar como canciones independientes”. Por el trabajo desfilan hasta 90 músicos. Un coro italiano de treinta miembros y voces como las de Juan Quintero, Pedro Rossi, Natalia Lafourcade, Salvador Sobral, Pepe Habichuela, Carmen Linares, Carles Benavent, Diego Carrasco, Roly Berrío... desde los 74 años de Liliana Herrero a los 23 de Rita Payés, para que todas las etapas de la vida estén representadas con artistas de esa edad. “He grabado en México, con Natalia; en el estudio de Silvio Rodríguez, en La Habana. En Argentina. Le he dedicado el tiempo que quería. Quiero que cada uno se acerque como prefiero: puedes escuchar la música o puedes rascar y encontrar secretos. Yo lo cuido para eso, pero no es una obligación”. Cada movimiento, tiene un sonido: hay canción popular, bolero, hay flamenco, hay pop de cámara inspirado en Nick Drake y también música con sintetizadores e incluso Autotune. “Nunca lo había hecho. Me dijeron: ''¿quieres probarlo?''. Contesté: ''¿qué es?''. Bueno, pónmelo al máximo. Y pensé que en esa canción que es “El poeta es un fingidor”, de Pessoa, encajaba que llevase yo misma una máscara. Y así están las dos Silvias, la real y la del autotune”.
Y así llegamos al renacimiento, el último capítulo, de corte espiritual. “Hay algo en la música que es lo más espiritual que siento. Es un espacio infinito donde cabe todo. Hay una especie de fe y de esperanza para mí en ese espacio infinito. Podría decir el arte, pero en la música es en el que más lo veo. La música te acerca a esas cosas que no puedes nombrar. Le pone nombre a los sentimientos que no sabes expresar”.
El gran misterio
La reencarnación que aparece en el disco no es budista ni de ninguna otra religión. “Me interesan mucho las religiones. Todas. Es un asunto que sale siempre en las conversaciones y que termina derivando en el amor. Pero a mí me interesa sobre todo, una cosa que dice mi madre, que es por qué el ser humano un día decide no comerse a los muertos y hacer un ritual para pensar en el más allá. Ese es el misterio que me interesa. Entenderlas, cómo cada una trata de contar la sensación innombrable. Y la música te acerca a esas cosas que no puedes nombrar. Le pone sonido a los sentimientos que no sabes expresar”, asegura Pérez Cruz.