Suicidios literarios veraniegos
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¿Tienen en verdad relación directa las altas temperaturas y la agitada vida social circundante propia del verano a la hora de que el suicida dé su último paso y se arranque la vida ante una situación de dolor insoportable? Ejemplos entre escritores insignes no faltan en ambientes y estaciones calurosas. En junio: después de una sobredosis de barbitúricos, José Antonio Ramos Sucre pone fin a sus días, en 1930; dos años más tarde, Hart Crane se mata arrojándose al mar del golfo de México cuando volvía de un viaje. En julio: Ryunosuke Akutagawa absorbe barbitúricos en su casa de Tokio, en 1927; en 1951 Tadeusz Borowski emplea el gas para asfixiarse en Varsovia; Ernest Hemingway se dispara con una escopeta en la cabeza, en 1961; el cubano Calvert Casey, en 1965, se mata con somníferos. En agosto: Marina Tsvietáieva se ahorca a los 48 años; Cesare Pavese traga dieciséis somníferos letales en 1950. Y en septiembre, al final del verano de 1972, Alejandra Pizarnik ingiere una dosis de barbitúricos con la que convierte en física su ansiada muerte metafórica.