“Equus”: Divanes y parafilias ★★★☆☆
No han pasado de moda, ni pasarán jamás, algunos temas que toca la pieza de Peter Shaffer
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Después de ver este nuevo montaje de Equus, puedo confirmar lo que ya sospechaba a partir del recuerdo que tenía de la obra: el tiempo ha sido inmisericorde con este texto de Peter Shaffer. Desde luego, no han pasado de moda, ni pasarán jamás, algunos temas que toca, como son las consecuencias de la represión educativa y familiar en la formación de la personalidad, la dificultad para construir una vida que no se rija por los parámetros que marca el entorno social o el vértigo que produce saltar a un mundo adulto del que jamás se puede regresar. Sin embargo, las líneas argumentales en las que se canaliza ese sustrato dramático son dislocadas y efectistas a más no poder.
Equus cuenta la indagación que ha de hacer un psiquiatra en la psique de un joven para desvelar los motivos que lo han llevado a atacar y dejar ciegos a los caballos del establo en el que trabaja. La obra original está llena de clichés y la versión de Natalio Grueso ayuda poco o nada a paliarlos.
Podrá alegarse que la historia no puede ser tan descabellada cuando Shaffer se había inspirado, para contarla, en hechos reales; pero la verdad es que esos hechos sirvieron solo como un pretexto a partir del cual el dramaturgo quiso urdir libremente una ficción pura y dura. Y esa ficción presenta a día de hoy dos serios problemas: el primero es que está supeditada a unas teorías psicoanalíticas que, desde hace ya mucho, fueron desechadas por la psicopatología moderna debido, precisamente, a su falta de rigor y su exceso de imaginación; el segundo problema es que, bajo ese paraguas del psicoanálisis, tan en boga en los años 70 en que la obra se estrenó, el autor mezcla lo simbólico con lo realista, como si todo formara parte de esto último, a fin de epatar al respetable lanzándole presuntas y desconocidas verdades que están lejos de serlo.
Con este desfasado y tramposillo material, los actores solo pueden cumplir, sin llegar a brillar, en una función que la directora trata de contar de manera sencilla y eficaz, ideando algunas escenas de carácter onírico que generan un apropiado clima de tensión psicológica y cuidando bien el ritmo para que el público pueda seguir la trama como la de un mero y entretenido thriller. Al fin y al cabo, así, como un producto de entretenimiento, es como posiblemente haya sido concebido el montaje por los productores para que pueda funcionar en el circuito comercial en el que está programado.