“Breve historia del ferrocarril español”: El negociete de los trenes ★★★★☆
Joan Yago firma una obra sobre los tejemanejes mercantiles de la Corona, y de algunos destacados políticos y empresarios, durante una buena parte del siglo XIX en nuestro país
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Fruto del programa de residencias artísticas que lleva a cabo el Centro Dramático Nacional, y del cual se aprovechó la temporada pasada el dramaturgo Joan Yago, ha llegado ahora a la sala pequeña del María Guerrero esta pieza, atípica en su estructura, que argumentalmente se adentra asimismo en un terreno muy poco frecuentado.
Con un título tan irónico como su contenido, Breve historia del ferrocarril español es una obra sobre los tejemanejes mercantiles de la Corona, y de algunos destacados políticos y empresarios, durante una buena parte del siglo XIX en nuestro país. La historia se inicia con la abolición por parte de Fernando VII de la ley sálica, que impedía que su hija Isabel II subiese al trono, y con todo el problema político y sucesorio –guerras carlistas incluidas– que de ello se derivó. La regencia de María Cristina, el Estatuto Real de 1834, el motín de La Granja en el 36, la nueva Constitución del 37, la llegada al poder de Espartero, la Década moderada, la Constitución del 45… y, en definitiva, la interminable sucesión de pronunciamientos, giros políticos, edictos y cambios de gobierno que fueron configurando el mapa político de aquella turbulenta época hasta el exilio de la reina Isabel II: todo eso abarca esta obra que, curiosamente, se articula como una especie de charla dramatizada en la que dos mujeres, cuya justificación como personajes queda deliberadamente sin aclarar, se dirigen al público para poner en su conocimiento los hechos mencionados y muchos otros.
La función es una aguda sátira sobre los turbios negocios de la Monarquía, con la colaboración o el consentimiento de algunas importantes personalidades de aquel tiempo, en relación a las obras de implantación del ferrocarril en España. Es verdad que falta perspectiva y distanciamiento para juzgar unos hechos –a veces mejor alimentados en el anecdotario que en la historiografía rigurosa– que se presentan al espectador bajo un prisma moral descaradamente extemporáneo. Pero también es cierto que esa “manipulación” del contexto ético sirve para multiplicar el efecto satírico, por un lado, y permite muy bien, por otro, establecer una perspicaz analogía entre la situación entonces de Isabel II, puesta en entredicho y obligada a abandonar España tras haberse lucrado con la construcción de la red ferroviaria, y la que vive hoy Juan Carlos I, igualmente invitado a marcharse lejos después de haber recibido, presuntamente, comisiones ilegales por la construcción del AVE a La Meca.
Aunque carece de conflicto en el nivel puramente representativo, pues todo emana de una narración compartida a dos voces, la obra está escrita con un formidable sentido de la acción y del ritmo; y además, en la inteligente y juguetona puesta en escena que ha hecho Beatriz Jaén, cobra una admirable dimensión teatral que no era fácil de advertir sobre el papel. En el reparto, dos intérpretes muy apropiadas para participar en ese juego que propone la directora, entrando y saliendo sin cesar en los numerosos personajes que salen a colación sin abandonar del todo el rol narrativo que ambas tienen que desempeñar. Son Paloma Córdoba y Esther Isla, una actriz, esta última, de un talento natural y una versatilidad que, no me cansaré de repetirlo, merecería mucha más atención de la que recibe por parte de nuestros productores y directores.