“Hasta que la muerte nos separe”: Cuando la armonía se da a la fuga ★★★☆☆
Cristina Gallego y Jorge Muñoz protagonizan esta historia sobre el auge y el declive amoroso de una pareja poco después del nacimiento del hijo de ambos
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Cristina Gallego y Jorge Muñoz son los protagonistas de esta obra con dos únicos personajes en la que se cuenta el auge y el rápido declive amoroso de una pareja poco después del nacimiento del hijo de ambos, el cual se convierte en una suerte de tercer personaje que no aparece en escena, pero sí determina la evolución de la trama.
Los primeros compases son algo embarullados: hay demasiadas referencias metateatrales que no son relevantes para abordar el tema de fondo; hay demasiada información en el texto, por más que esté expuesta con agudeza literaria; y hay, sobre todo, mucha precipitación a la hora de decir ese texto. Además, hay ciertas dificultades para oír a Gallego con nitidez si uno no está sentado en las primeras filas. No obstante, es muy probable que estos “defectos” iniciales sean solo fruto de la falta de rodaje; de hecho, transcurridos unos minutos de representación, todo se va asentando debidamente.
Y, a partir de ahí, la sensación es bien distinta: la obra está muy por encima de la gran mayoría de funciones sobre asuntos parecidos que llegan a la cartelera. No es frívola ni es tan siquiera simple; y ello sin renunciar a la comicidad. Precisamente, uno de los aciertos es que Emilio del Valle, en su doble condición de autor y director, sabe manejar ese tono de comedia sin banalizar el fondo en el que lo imprime. La función está escrita con inteligencia y con destreza formal –contiene diálogos potentes y bien armados desde el punto de vista argumentativo–; pero no hay nada nuevo bajo el sol en la creación de los personajes –que no logran salir del estereotipo en el que cabría encontrarlos– ni en el desarrollo de la acción en la que están involucrados. Como consecuencia, uno sabe enseguida qué va a pasar y cómo se va a comportar cada uno ante eso que pasa.
Podría decirse que los dos protagonistas se desenvuelven muy bien en el contexto dramático en el que se hallan, pero las variables que intervienen en ese contexto son pocas y están muy controladas; así que uno tiene la sensación de estar viéndolos no tanto en el gran teatro del mundo como en un reducido laboratorio.