Robert Lepage: “Nunca había visto tanto lavado de cerebro como ahora”
El escenógrafo canadiense llega a Madrid como una de las grandes figuras del Festival de Otoño, donde presenta “887″, un montaje en el que introduce al espectador en el “mundo de la memoria” y en el que él mismo retrocede a su infancia
Creada:
Última actualización:
Los accidentes son muchas veces la esencia de la creación, también de la evolución, y, en este caso, Robert Lepage se ha aprovechado de uno. Cuenta el director canadiense que él pensaba hacer una aproximación “más intelectual” hacia la importancia de la memoria (en las personas mayores y en el propio trabajo del actor), pero que los recuerdos se cruzaron en el camino y no se pudo resistir. “No tenía en mente hacer algo tan personal, pero...”. Así es como un Lepage “todavía en forma y con buena salud”, dice a sus 65 años, comenzó a levantar 887, donde, además, hace magia con la tecnología para seducir a su público.
−¿Qué le preocupa?
−Tengo bastantes preocupaciones, pero estoy tan ocupado que trato de olvidarme de ellas; quizá, envejecer es la principal. Tengo una edad en la que la mayoría está pensando en retirarse y, sin embargo, estoy centrado en reinventarme. Aunque tengo buena salud, soy más consciente de la gente que está a mi alrededor y de aquellos que se van. A raíz de la pandemia fui consciente de que ya estaba incluido en el grupo de la “población de riesgo”, a pesar de que no lo sintiera así. Estoy centrado en tener tiempo suficiente para concluir mis procesos en tiempo.
−¿Le preocupa la pérdida de la memoria?
−Por supuesto, hay gente en mi entorno próximo que ya está teniendo signos prematuros de demencia. Pero me reconforta saber que hablar varios idiomas retrasa el avance de una enfermedad que afecte a la memoria. Soy oficialmente bilingüe, cruzo palabras en alemán e inglés cada mañana.
−¿Sin recuerdos, dejamos de existir?
−Tenemos mucho ego respecto a nosotros mismos y a nuestras memorias intelectuales, como si fuéramos árboles, y también memorias físicas, pero creo que tenemos que saber soltar y aceptar una existencia sin memoria mental. La física, sin embargo, sí que es muy importante, aunque a veces no le damos el suficiente peso. La memoria está íntimamente conectada con nuestra personalidad, de tal forma que, si olvidamos nuestra memoria, también perdemos nuestra esencia.
−¿Puede controlar las cosas que quiere olvidar?
−No, aunque me encantaría para eliminar ciertas cosas. Es un proceso de selección que se va sucediendo y, con el tiempo, hace que todo se acabe eliminando. No olvido fácilmente, no soy una persona obsesionada con grabar o tomar fotografías de todo cuando viajo, funciono más con imágenes y sonidos mentales, y creo que tengo una muy buena memoria por esto.
−¿Si pudiera elegir, qué olvidaría?
−Tengo que decir, con la perspectiva que me da la edad, que no quiero desprenderme de las experiencias que he acumulado a lo largo de los años, aunque estas sean malas. Son parte de mi “entrenamiento” o de la persona en la que te has convertido. Estas experiencias te conforman, y, como se suele decir, “aquello que no te mata te hace más fuerte”.
−¿Estamos en una época que sería mejor olvidar o es positivo con los tiempos que vivimos?
−Por supuesto que es positivo recordar, de eso es de lo que va todo mi espectáculo. La razón por la que decido hacer este trabajo es por el contexto social y político que estamos viviendo, tanto en Europa como en Estado Unidos o Canadá. Siento que no tenemos ninguna memoria de nuestro pasado más reciente. La gente está haciendo cosas terribles y yo me pregunto, ¿no te acuerdas de lo que sucedió hace 40 o 50 años? Nunca había visto tanto lavado de memoria o de cerebro. Así que nuestra memoria es muy importante, tenemos que recordar y, en ese sentido, soy muy crítico con los profesores de Historia porque esta generación de jóvenes no sabe nada de su pasado reciente.
−Vivimos en una era en la que las máquinas piensan y almacenan datos por nosotros, ¿corremos el riesgo de atrofiarnos, de perder la memoria?
−Sí, eso también es parte de la obra. Creo que estamos confiando demasiado en estos aparatos para recordar las cosas por nosotros, nuestro cerebro se está haciendo cada vez más vago. La gente se sirve de la tecnología para que recuerde por ellos, sin luego establecer una conexión emocional con esos recuerdos.
−Ejercicio de memoria: ¿qué recuerda de aquella primera visita al Festival de Otoño hace 20 años?
−Recuerdo que estaba lloviendo mucho, además del entusiasmo. Me encantó la cercanía de la audiencia, la cultura, y ese sentimiento de referencia, casi igual que el que yo tenía. Fue una manera maravillosa de conectar con el espíritu español. A veces por la barrera social o del idioma, pensamos que vivimos en mundos totalmente diferentes, cuando en realidad son muy próximos. Eso es lo maravilloso de dedicarme a la creación teatral y de poder mostrarla en teatros del todo el mundo, conectar con la universalidad de tu obra. Ese fue el gran “shock” de lo que me encontré en mi primera visita a Madrid, descubriendo no solo una nueva audiencia, sino un nuevo grupo de amigos con lo que eventualmente sigo colaborando. Pero recuerdo, sobre todo, que llovía muchísimo.
−¿Y el primer recuerdo de ese apartamento en el 887 de la avenida Murray?
−Mi primera memoria está muy conectada con el día que nos mudamos a ese apartamento con tres o tres años y medio. Una memoria, a su vez, muy conectada con la figura de mi padre, un hombre ausente que estaba siempre trabajando en su taxi, y cuando estaba no hablaba mucho. Era mi madre la que encendía y activaba toda la conversación en mi casa. Pero creando esta pieza me di cuenta de que mi padre realmente estuvo muy presente en mis preocupaciones sin que yo lo notase en ese momento. Así que la gran sorpresa en la creación de este trabajo fue darme cuenta de que mi padre se convirtió y estaba en el centro de la historia.
−¿No le dio pudor exponer a su familia sobre el escenario?
−Para nada, tengo mucho que contar sobre mi familia, pero toda la pieza se basa en la reorganización de las verdades. Está al margen de la ficción, lo que va a ver el público es esa “versión de la verdad” para conseguir un mejor espectáculo, pero no quiero ser disparado por nadie, así es que en ocasiones he tenido que cambiar nombres, el contexto o ciertos eventos…
- Dónde: Teatro del Bosque, Móstoles (Madrid). Cuándo: 24, 25 y 26 de noviembre. Cuánto: entradas agotadas.