Racionalizando la tragedia
Lo que propone Orazi, y aquí reside la maravillosa osadía de la propuesta, es contar la historia de Electra ciñéndose exclusivamente a lo que dice el texto
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Autora y directora: Fernanda Orazi (a partir de la traducción de José Velasco y García). Intérpretes: Carmen Angulo, Leticia Etala, Javier Ballesteros y Juan Paños. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el domingo.
Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala, Juan Paños y Fernanda Orazi
Más que una reformulación de algunos temas eternos tratados por Sófocles en su tragedia, como son la venganza, la justicia o el destino, lo que ha querido hacer la compañía en su debut es una resignificación, en clave racional y contemporánea, de un entramado dramático que, ciertamente, como ocurre prácticamente en todas las obras grecolatinas, está atenta una y otra vez contra las leyes de la lógica, la verosimilitud y hasta la teatralidad, tal y como las entendemos hoy.
Lo que propone Orazi, y aquí reside la maravillosa osadía de la propuesta, es contar la historia de Electra ciñéndose exclusivamente a lo que dice el texto, desvinculándola de ese contexto metafórico propio de la mitología y dentro del cual la teníamos situada de manera indisociable. Es algo así como si los actores y ella hubiesen reseteado su cabeza y leído la obra por primera vez, sin saber dónde ni cuándo fue escrita, para tratar de representarla de la manera más desprejuiciada posible, atendiendo exclusivamente a las palabras con las que fue construida. En ese nuevo proceso de comprensión de los diálogos y las situaciones, tan difícil desde un punto de vista puramente racional, los actores intentan desentrañar y clarificar sobre el escenario, ante el público, todas las acciones, para justificar así a sus personajes en el plano dramático. Y aquí es donde reside la original comicidad de la función, porque, como digo, muchas de las acciones son inverosímiles en sí mismas; el público ríe viendo el disparatado contraste, perfectamente plasmado ante sus ojos, entre dos universos: el del autor, buscando en su texto la abstracción poética, y el del actor, que busca la verdad escénica en la concreción del argumento. Todo está concebido como un juego puramente formal e interpretativo que el elenco al completo resuelve muy bien, aunque se desarrolla con un ritmo algo laxo y monótono.
Lo mejor: La propuesta es osada y está muy bien resuelta en el plano actoral.
Lo peor: La escasa variación de ritmo hace que este resulte a veces cansino.