Morante revienta Valdemorillo, por dentro y por fuera
Diego Urdiales paseó un trofeo en una tarde de peso artístico
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A pesar de los 25 años de alternativa de Morante y de las más de dos décadas de Diego hicieron desmonterados el paseíllo en Valdemorillo. Era su primera vez. También la de más de alguno que se dejó caer por el pueblo serrano que cada año abre temporada, de normal bajo el frío incluso la nieve. Hoy con una esplendorosa tarde otoñal, como el llenazo sin precedentes. De esos que se hubieran colmado dos plazas. ¿O tres? Exageraciones aparte. Morante vino con un estridente capote de vueltas verde ¿flúor? Sí, chillón, del que era difícil despegar la mirada y hacerlo a otra cosa, pero ocurrió en un par de verónicas. Era un preámbulo, una antesala, como en sí Valdemorillo a la gloriosa temporada de Morante en el 21.
Se habían anunciado con la de Zacarías Moreno y el toro que abrió plaza era un pintura de bonito. Medio tranco tenía, no más, pero embarcaba abajo, y ese es buen lugar para construir el toreo. Los comienzos de Morante despertaron algo ahí dentro, por la barriga, por donde trepan las emociones, silentes en invierno. No fue la obra perfecta, ni mucho menos, el de Zacarías tenía las fuerzas contenidas, los suspiros justos, pero qué bien huele a torero por febrero. La estocada fue entera, a la primera y a cámara lenta. El trofeo se pidió y no fue. Había sido todo, aunque no quisieran enterarse.
Faltó espada con el cuarto, ¿y qué? Era animal de esos que antaño le hubiera durado minuto y medio, flojete y a la defensiva. Pero no. Morante hizo faena. Buena. Intensidad máxima. Toreo enroscado, pases de pecho a la hombrera, desprecio y sonrisa a la vez. Torería. Manera de ser y estar. Un gusto vamos. Parecía otro el de Zacarías cuando se acababan los tiempos, porque había sido capaz de rebuscar por dentro, en las entrañas del toro hasta sacarle sus bondades. Había sido capaz este Morante de venir a Valdemorillo, reventar la taquilla y el corazón por dentro. Temporadón se prevé.
Urdiales
Salió con la furia el segundo anunciándolo con un ruido atronador desde toriles que hacía pensar lo peor. O se acababa el mundo o... El de Zacarías Moreno se fue derecho a estrellarse con el burladero. Y dos veces se la juró a Morante contra las tablas. Había que estar vivo ahí abajo porque el toro lo estaba. Y lo estuvo hasta el final, ya rajadito, pero con bríos de seguir cogiendo el engaño una y otra vez, aunque le faltaba ritmo. Ese ímpetu del animal fue condensado a ralentí en la muleta de Diego Urdiales. Es tan capaz. A otro le hubiera desbordado porque había toro por todos los lados, pero la imperfección encontró los cauces de la emoción. Como aficionado era una mezcla perfecta: la incontrolada embestida del toro en la armonía de Urdiales.
Pegajoso y desigual fue el quinto y así la entregada faena de Diego.
Antológico
Lo que ocurrió en el tercero fue extraordinario. A secas. El toro bajaba en presentación. Se nos olvidó de pronto, cual golpe seco en la nuca, cuando Daniel Luque comenzó la faena. Qué puñetera manera de detener el tiempo. Fue ahí y en la siguiente tanda en la que el sevillano se sublimó. Se redujo hasta lo inverosímil y los muletazos eran fogonazos descarados. Y el toro, noble, repetidor y con buen ritmo, gran cómplice para un comienzo de año. Se destempló después Luque y nunca jamás volvió a ser lo mismo. Se olvidó. Pena más grande. Qué bonito había sido.
Se embarulló con el correoso sexto y no logró salir de ahí. Ni nosotros entrar en la faena. La cabeza andaba prendada todavía de aquel estallido a borbotones que había surgido en el tercero, o de cómo Morante se reinventó a sí mismo para sacar el fondo al cuarto o aquella manera que tiene Diego de condensarse. Todas esas pequeñas grandes cosas que se había llevado Valdemorillo.
Ficha del festejo
Se lidiaron toros de Zacarías Moreno, desiguales de presentación. El 1º, flojo, media arrancada y humillador; 2º, bueno, transmisor, con movilidad y repetición; 3º, noble y con ritmo; 4º, sin clase y a más; 5º, irregular y pegajoso; 6º, correoso. Lleno de “No hay billetes”.
Morante de la Puebla, de caldera y oro, estocada entera (saludos tras petición); pinchazo, estocada defectuosa, estocada (vuelta).
Diego Urdiales, de rioja y oro, media baja (trofeo); estocada (saludos).
Daniel Luque, de azul y oro, dos pinchazos, estocada (saludos); estocada baja (ovación).