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Curro Romero, el cumpleaños de un Faraón

Dicen que son 90 años, pero al arte, los toros, el flamenco y, sobre todo, a la generosa vida del maestro no le queda bien ni los números, ni el grosero límite del teimpo
La Razón

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En el corazón de Sevilla, entre los ecos del Guadalquivir y la estampa inconfundible de Triana, nacía el 1 de diciembre de 1933 una leyenda viva, Francisco Romero López, el únco Faraón parido en tierras ibéricas, concretamente en Camas. Su historia torera se forjó entre las penurias de la infancia, labrando sus sueños mientras trabajaba entre las vacas de la finca que Sevilla le había regalado al General Queipo de Llano. Preguntándose, en medio de las dificultades, ¿dónde voy yo, voy a tener que estar toda mi vida así?
Un campo de fútbol alumbró los primeros esbozos de un capote que apenas aprendía a mover junto a un torero gitano, y su debut en La Maestranza, el 26 de mayo de 1957, marcó el inicio de una leyenda que perduraría en el tiempo. Sevilla y Curro, una relación de amor llena de encuentros y desencuentros, glorias y broncas. Aunque la Puerta del Príncipe lo vio salir en cinco ocasiones, fue el 19 de mayo de 1966 cuando, a beneficio de la Cruz Roja, se encerró en solitario, cortó ocho orejas, y se instauró su religión.
La celebración de sus 90 años comenzó pronto, con un tributo conmovedor. Un libro, "Aroma de Romero", con más de 150 imágenes inéditas del fotógrafo taurino Pepe Arjona, ha recopilado el legado visual de Curro desde su debut en 1954 hasta su retirada en 2000. Con el respaldo de la Fundación Cajasol, Fundación Caja Rural del Sur, Real Maestranza de Caballería de Sevilla, la empresa Guillermo García, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla, esta obra de lujo es esencial para todo aficionado a la tauromaquia.
En la intimidad de su hogar sevillano, Carmen Tello, esposa del maestro, reveló que este año el cumpleaños será tranquilo, en familia, con amigos que llegan de fuera. Aunque la salud de Curro acusa el desgaste de una vida entregada a una obra, su mente sigue siendo un faro brillante. La discreción y la timidez definen al hombre, que incluso en su cumpleaños desconecta el teléfono y evita felicitaciones. Pero entre risas, su Carmen sabe que el pastel es indispensable, aunque Curro no sea fanático de soplar velas.
Más allá de la familia, un regalo especial se gesta entre amigos flamencos, una pasión compartida por Curro y su amigo Camarón de la Isla. Juntos disfrutaban, soñaban, y ahora, los hijos de los artistas a los que admiraba organizan algo único en su honor.
Así, en el crepúsculo de la existencia, la luz de Curro Romero brilla con la intensidad de sus verónicas y la solemnidad de sus trincherazos. Su legado trasciende el ruedo, vive en cada imagen capturada por Pepe Arjona, resuena en los compases del flamenco que lo apasiona y perdura en la memoria de una Sevilla que es él, y él es Sevilla. Feliz cumpleaños, maestro Curro, que el arte y la pasión que has compartido con el mundo regresen a ti multiplicados en este día especial.