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Censura cultural

Urtasun cancela el alma de la Generación del 27

Ignorar al torero que unió a los poetas del 27 no es casualidad: es ideología disfrazada de cultura

Urtasun presenta la celebración del Centenario de la Generación del 27 Alberto OrtegaEUROPAPRESS

Ignacio Sánchez Mejías no fue solo un torero. Fue mecenas, agitador cultural, anfitrión de genios y, en definitiva, el verdadero catalizador de la Generación del 27. Sin embargo, para el Ministerio de Cultura, encabezado por Ernest Urtasun, todo eso parece irrelevante. Durante la presentación de la Comisión Nacional del Centenario del 27, ni una sola palabra se dedicó a quien pagó el viaje, impulsó el acto fundacional en Sevilla, acogió a los poetas en su finca y simbolizó como nadie la unión entre arte y tauromaquia. Simplemente, ha sido borrado.

Este gesto no es anecdótico. Es otro eslabón en la cadena de desaires del actual ministro de Cultura hacia la tauromaquia. No se trata de omisión, sino de censura selectiva. Sánchez Mejías representaba el espíritu de una España abierta, vital y compleja, que hoy molesta a quienes quieren reducir la cultura a un marco ideológico estrecho y ajeno a la verdad histórica.

Porque sin Sánchez Mejías no habría Generación del 27 tal y como la conocemos. Fue él quien convocó a los poetas, les pagó el viaje a Sevilla, y presidió aquel homenaje a Góngora el 17 de diciembre de 1927 en el Ateneo de Sevilla. La célebre foto de Lorca, Alberti, Guillén, Salinas o Gerardo Diego no habría existido sin el torero. Y tras ese acto, fue también él quien abrió las puertas de su finca en Pino Montano para una fiesta que, según testigos, selló la unión literaria con flamenco, disfraces y poesía.

Pero todo esto ha sido silenciado en la presentación de los actos oficiales del centenario. Ni una mención. Y en su lugar, el Gobierno ha optado por una reinterpretación ideológica que pretende transformar a los poetas del 27 en lo que no fueron: un colectivo monolíticamente progresista, uniforme y funcional a los discursos políticos actuales.

La programación anunciada promete centrarse en “la pluralidad, la mujer en la cultura y la memoria democrática”. Y aunque estos ejes pueden ser válidos, es inaceptable que se construyan sobre el olvido deliberado de los hechos. Porque la historia no es moldeable al gusto del gobierno de turno. Y mucho menos la de una de las generaciones literarias más brillantes que ha dado España.

Sánchez Mejías es símbolo de la convivencia entre la alta cultura y la cultura popular. Su figura encarna la confluencia de la emoción del toreo con la inteligencia de la literatura. Lorca lo entendió. Alberti también. El "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" es una elegía inmortal que hoy se pretende dejar sin referente.

Detrás de esta exclusión está el rechazo sistemático de Ernest Urtasun a la tauromaquia, expresión cultural de hondas raíces en España. Pero al tachar a Sánchez Mejías, no solo se borra a un torero: se borra al anfitrión de una época irrepetible. A un intelectual que, desde el ruedo, fue capaz de comprender, unir e inspirar a los más grandes. A un hombre que entendió la cultura como puente, no como trinchera.

Reducir el centenario del 27 a una sucesión de clichés ideológicos no solo empobrece la conmemoración, sino que traiciona el legado de libertad, diversidad y genio que representó aquella generación. En nombre de la pluralidad se impone una visión única. En nombre de la cultura, se margina al arte del toreo. En nombre de la historia, se manipula el pasado.

Y mientras tanto, el verdadero espíritu del 27 —el que brindó en Pino Montano, el que toreaba y recitaba versos— sigue esperando que alguien lo recuerde sin miedo ni filtros. Porque sin Sánchez Mejías, ni Lorca habría llorado como lloró, ni el 27 habría sido lo que fue. Y esa, por más que pese, es la verdad.