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Exposición
Los trazos de Barjola y el arte como herencia viva
Aterriza en el espacio expositivo de SOLO Independencia una amplia e inmersiva genealogía del pintor y su obra

La exposición «Barjola, un retrato apócrifo», que puede visitarse hasta finales de año en SOLO Independencia, recupera la fuerza visionaria del pintor Juan Barjola (1919–2004) y traza una genealogía emocional y estética que conecta al artista extremeño con más de veinte creadores contemporáneos. Lo hace desde un lugar privilegiado: la Colección SOLO, un proyecto cultural que ha sabido construir una voz singular en el panorama del arte internacional. Detrás de SOLO están Ana Gervás y David Cantolla, fundadores y motores de un proyecto que comenzó como colección privada y hoy se despliega como un ecosistema completo: centro de exposiciones, espacio de creación, residencia artística y laboratorio de ideas. Ambos entienden el coleccionismo no como acumulación, sino como diálogo, y han convertido su visión compartida en una red de resonancias donde el arte es, por encima de todo, una forma de pensamiento. Se rodean de grandes profesionales, como su director creativo, Óscar Hormigos, experto en la intersección del arte y la inteligencia artificial.
Barjola no solo fue uno de los primeros artistas incorporados a la Colección SOLO: fue también, en muchos sentidos, su espíritu fundacional. Su gesto figurativo y su tratamiento descarnado de lo humano –marcado por la violencia, el trauma y la materia– siguen latiendo en muchas de las obras que componen esta muestra. Porque Barjola fue un visionario de su tiempo, y esa visión sigue siendo radicalmente actual. La exposición Barjola, un retrato apócrifo huye de la cronología y se plantea como una conversación sin jerarquías. Así, los cuerpos dolientes del Barjola de los años 90 se entrelazan con esculturas cinéticas como «Solo (2021)», de Tobias Bradford, o con los retratos generados por inteligencia artificial de Ulyss3s. Se trata de una experiencia coral, donde artistas como Stephan Balkenhol, Eva Alonso, David Altmejd, Tomoo Gokita, Paco Pomet, Joakim Ojanen, Francis Bacon o David Lynch aparecen no como ilustración, sino como interlocutores. Este tipo de planteamiento solo es posible en una institución como SOLO, que ha renunciado a las lógicas tradicionales del museo o la galería para convertirse en un espacio de pensamiento contemporáneo.
Materia y trauma
Con sedes como SOLO Independencia y SOLO CSV –este último, un centro de creación multidisciplinar que alberga distintos proyectos artísticos–, además de una residencia, sala expositiva y espacio de experimentación en Castanedo (Cantabria), SOLO abrirá próximamente una nueva sede en Lisboa. En ese marco, la figura de Barjola cobra un nuevo sentido: no es una figura del pasado, sino una brújula. Su capacidad para retratar el conflicto, para incomodar y emocionar a través del gesto, su defensa de un arte cargado de contenido («una obra sin contenido queda reducida a la mitad», decía), conecta profundamente con el tipo de obras que SOLO decide acompañar y mostrar. El legado de Barjola, centrado en la figura humana, se muestra especialmente fértil en este diálogo.
Sus «Retratos apócrifos» –esas cabezas deformadas, texturizadas, intensamente expresivas– dialogan en la muestra con las cerámicas de Lusesita, con los juegos de proporción de Emilio Villalba, con los retratos digitales intervenidos de Ruben Staps o con las fotografías distorsionadas de David Lynch. Es un encuentro intergeneracional, sí, pero sobre todo es una cadena de afinidades: el gesto como lenguaje, el cuerpo como campo de batalla, el arte como forma de entender la época. En esta línea, la exposición también reivindica el espacio como forma. La arquitectura de SOLO Independencia, diseñada con un enfoque laberíntico e inmersivo, permite que cada obra se encuentre con el visitante desde una perspectiva distinta.
Las piezas no están simplemente colgadas: habitan rincones, se asoman, se alinean con pasillos, reclaman distancia o proximidad. «Me gusta ese misterio de los espacios que a veces dicen más que las mismas figuras», decía Barjola. La curaduría de esta exposición parece haber partido de esa premisa. El proyecto de SOLO no se limita al coleccionismo. También es una apuesta por el pensamiento crítico –tan necesario–, por la creación sostenida y por la descentralización del arte. Han sabido abrir un espacio donde artistas emergentes comparten escena con grandes nombres, donde la tecnología no desplaza lo humano sino que lo expande, y donde el arte contemporáneo no es espectáculo, sino una forma de resistencia frente a la trivialidad. En ese sentido, «Barjola, un retrato apócrifo» es una declaración de principios. El arte sigue siendo capaz de sacudir, interpelar y conmover. Visiten SOLO.
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