Historia

Escultura

Tu estatua por mi Cadillac

Viladomat, en los años 60
Viladomat, en los años 60larazon

La memoria histórica nunca deparó un incidente tan delirante: una estatua de Franco, obra de un artista republicano y ex miliciano, colocada por la izquierda en las calles de Barcelona (con las críticas de la derecha) y finalmente vejada y desalojada por la propia izquierda. Los sucesos del Borne podrían figurar en cualquier antología del despropósito. Una ceremonia de la confusión, devenida en «happening» involuntario, que no es ni mucho menos la primera y delirante traza en la increíble biografía de esta estatua. Hablar de ella es hablar de la siempre controvertida relación artista-poder, de los vericuetos de la historia en tanto farsa y, fundamentalmente, de la vida de Josep Viladomat, su autor.

«Fue un republicano y demócrata convencido toda su vida», aclara de entrada Joan-Francesc Ainaud, su biógrafo, quien lo trató largamente en los últimos años de su vida en Andorra (falleció en 1989). Hay que creerlo, pues desde bien joven, el escultor trabajó al servicio de la República. En el 32 se presenta a un concurso de ideas para levantar una estatua homenaje al republicanismo en Barcelona. Entre los aspirantes se encuentra otro escultor identificado con la causa republicana, Frederic Marès. Viladomat se lleva la palma y elabora un desnudo en bronce, con gorro frigio y mano alzada portando una hoja de laurel. Lluis Companys lo inaugura en el 36 y sólo tres años después, el nuevo Gobierno nacional lo sustituye por la propuesta de Marès, ahora reconvertida en homenaje a la Victoria.

Los tiempos estaban cambiando, las esculturas también. Y entre medias, Viladomat había luchado en el frente de Madrid contra los nacionales. «Antes de la guerra también realizó obras en Madrid. Hizo en yeso la posiblemente mejor escultura a tamaño natural de un miliciano: “El Madriles”, que recibió el primer premio de escultura otorgado por el Ministerio de Instrucción Pública del Gobierno de la República. Y también fue autor de la Medalla al Valor de la República (1938)», señala Ainaud.

Viladomat sigue trabajando a destajo durante el franquismo, a medias entre Cataluña y Andorra: en su obra hay novecentismo, costumbrismo realista y hasta un marcado acento catalanista sin llegar a ser abiertamente político. Hasta que en el año 63, de imprevisto, se convierte en «retratista» de Franco, en escultor del régimen. Y otra vez el azar y la farsa piden la vez en esta historia. El dictador acababa de regalar a Barcelona el usufructo del castillo de Montjuïc y el alcalde José María de Porcioles ardía en deseos de cumplimentarle con una estatua, llamada a ser la primera de Franco en la ciudad condal. La ocasión de contar con un artista de peso se la pintó calva el propio Viladomat. Lo explicó el autor en una entrevista de 1982: «Yo iba con coche andorrano y me denunciaron. Y en aquella época, por una denuncia te ‘‘enchampaban’’. Una noche, Brossa me invitó a cenar y al ir a recoger mi coche me esperaban dos guardias civiles de paisano. Me cogieron todos los documentos de Andorra y se quedaron el coche. Al díasiguiente había que hacer el acta con un teniente que se llamaba Mula. Habían hecho un registro en mi casa... Me querían juzgar ¡por contrabando! Firmé unos papeles, recogí los documentos y me exilié por segunda vez. Poco después, Porcioles me hizo llamar para hacer el busto (la estatua ecuestre de Franco). Lo hice y gracias a eso salí con bien del juicio... por un documento del Ayuntamiento conforme tenía residencia andorrana...». Viladomat se quedó con su coche (un Cadillac) y los papeles en regla, pero, eso sí, puso sus condiciones para el «trabajillo»: «Exigió no hacerla en presencia del dictador (sólo a partir de fotografías), no la firmó y, el día de la “inauguración”, rehusó saludar al dictador... y consiguió los tres propósitos», asegura su biógrafo.

El monumento se ubicó en Montjuïc y, con sus hechuras de «condottiero» renacentista, estuvo dominando la zona hasta 2008. Ya en 1985, la estatua amaneció un buen diapintada de rosa. La Ley de Memoria Histórica terminó de tumbarla. Fue confinada en un almacén municipal y no se supo nada máshasta que en 2013 apareció decapitada. Dicen que el corte fue limpio y hasta sencillo pues, segúnla leyenda, Viladomat añadió la cabeza con una rosca «para que sea más fácil de cambiar por el que venga». La democracia, de hecho, ya había vuelto todas las tornas en Barcelona: se renombraron calles, se derribó el monolito a Primo de Rivera y, finalmente, la vieja «República» de Viladomat fue reinstalada en las calles al tiempo en que se retiraba la «Victoria» de su «enemigo íntimo» Marès, esa misma «Victoria» que antes había sido «República»... En fin...