El último encuadre de Juan Mariné
El histórico director de fotografía ha dicho adiós con 104 años


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Tenía la edad de los árboles sabios y un apellido lleno de formas y sugestiones, de especulaciones artísticas talladas a través de un objetivo de domesticación de la mirada que no convenía confundir con el del diseñador e ilustrador español Óscar Mariné, excepto para constatar que era su hijo. Este hombre patológicamente curioso de 104 años, inquieto y resistente, explorador perpetuo de la imagen y su estructura llamado Juan Mariné y fallecido hoy en Madrid fue el primer director de fotografía que ingresó en la Academia de Cine y el mismo que recibió el pasado año por parte de una institución devenida en casa el Goya de Honor por motivos que leídos en voz alta justifican los años de toda una vida entregada enteramente a la pasión de saber mirar.
"Con él reconocemos al muchacho valiente que agarró una cámara por primera vez para dejar constancia de los horrores de la Guerra Civil; al soñador que decidió que si sobrevivía se dedicaría a su pasión, el cine, y cumplió su palabra; al profesional que ha puesto luz a un centenar y medio de historias inolvidables; al alquimista que ha ingeniado fórmulas para que no olvidemos nuestro pasado fílmico; al archivo al que acudimos cuando queremos saber cómo fue aquel rodaje o cómo se logró aquel plano", expresaba entonces afectivo, apenas un par de días antes de la entrega oficial del galardón el presidente de la Academia Fernando Méndez Leite subrayando las cualidades que convirtieron a Mariné en "un tesoro" de nuestra particular cronología patrimonial cinematográfica.
Nacido en la Barcelona de los años 20, este histórico restaurador y director de fotografía que en sus ratos libres se dedicaba a la fotografía de arte, se enamoró del cine a través de los primeros cortometrajes de Chaplin, frecuentó con asiduidad parroquial el cineclub de Arenys del Mar y montó un modesto taller de dibujos animados, perdió la audición del oído derecho en la explosión de una bomba después de que en la primavera del 38 fuera llamado a filas y se incorporara en la conocida como Quinta del biberón para luchar en el frente.
A los pocos meses de empezar la guerra, los estudios Orphea –los primeros de España en rodar películas sonoras y dobladas– le encargaron que fuera como ayudante al rodaje del multitudinario entierro del revolucionario anarquista Buenaventura Durruti, detonando una vinculación sindical y política que marcaría de manera directa su trabajo y su extensísima trayectoria. Desde su debut en el séptimo arte como director de fotografía en un episodio de la película "Cuatro mujeres", de Antonio del Amo, los títulos rodados se sucedieron hasta alcanzar la disparatada cifra de 150 cintas y los nombres con los que colaboró adquirieron naturaleza de multiplicación: Edgar Neville, Juan Piquer Simón, José Luis Sáenz de Heredia, Antonio del Amo, José María Forqué, Pedro Lazaga o Pedro Masó son solo algunos.
El transcurso aciago de la guerra y los desplazamientos propiciados por el bando franquista empujaron a Mariné a pasar por dos campos de internamiento franceses; el de Saint-Cyprien y el de Argelès-sur-Mer y un tercero español tras su vuelta, cuando lo llevaron preso a Sevilla, donde fue internado en el campo de concentración franquista de La Rinconada, que era una azucarera. "Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine", afirmó. Qué justo afirmar que no ha podido cumplir con más dignidad su propósito.