Un genio para hacer millonarios
Leonardo da Vinci no solo cautiva a las personas también a las casas de subastas. Cuando oyen su nombre se frotan las manos. «Salvator Mundi» rompió récords y se convirtió en una controvertida obra, Pero no es la única que está rodeada de polémica.
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Leonardo da Vinci no solo cautiva a las personas también a las casas de subastas. Cuando oyen su nombre se frotan las manos. «Salvator Mundi» rompió récords y se convirtió en una controvertida obra, Pero no es la única que está rodeada de polémica.
Con tan pocas obras originales conservadas, hubiera sido lógico que Leonardo da Vinci permaneciera al margen del mercado. Pero, como en otros aspectos que afectan al genio, las cosas tampoco han sido así. Vayamos con lo que sabemos. La primera gran referencia de mercado que conservamos del artista fue la adquisición en 1967 por la National Gallery de Washington del retrato de Ginebra de Benci. Por la pequeña tabla, que pertenecía a la Casa Real de Liechtenstein, se pagaron 5 millones de dólares, una suma enorme que fue ocultada durante décadas para evitar el escándalo.
Para seguir un orden cronológico hay que plantarse ya en 1994. El «Codex Leicester», también conocido como «Codex Hammer», es una compilación de 72 páginas que incluye unos 360 dibujos. Elaborado entre 1506 y 1508 en Florencia, fue adquirido en Christie’s Nueva York por Bill Gates por 30.802.500 dólares. El magnate de Microsoft pasaba a ser el único propietario privado de un códice de Leonardo y también del documento más caro de la historia. Seis años después, en 2001, era subastado también por Christie’s en Londres uno de los pocos dibujos aún conservados del maestro en manos privadas. «Caballo y jinete» se remató en 8.143.750 libras –2.200 millones de pesetas de entonces, 13,2 millones de euros– y fue adquirido por un comprador anónimo. Los expertos vieron en él un boceto para «La adoración de los magos» de los Ufizzi. El precio pagado igualaba el récord de dibujo obtenido un año atrás por un «Cristo resucitado» de Miguel Ángel para la Sixtina. Habría que esperar 16 años más para que se produjera la noticia que conmocionó todos los mercados. El 15 de noviembre de 2017, de nuevo Christie´s vendía en Nueva York un «Cristo bendiciendo» atribuido al maestro por 450,3 millones de dólares, unos 382 millones de euros. La pintura se convertía así en la obra más cara de la historia. Los 19 minutos que duró la asombrosa puja dejaban atrás una puesta en escena no menos apasionante que la historia del cuadro.
El «Salvator Mundi» había pertenecido a la colección de Carlos I de Inglaterra, pero desapareció tras ser subastada en 1736 y no se vuelven a tener noticias suyas hasta que Sir Charles Robinson lo compró en 1900 como perteneciente a un discípulo de Leonardo. En 1958 reapareció en una subasta en Sotheby’s y se adjudicó por apenas 45 libras. Una broma. Su cambio de valoración se produjo en 2005, cuando un grupo de comerciantes lo adquiere por diez mil dólares en otra subasta en Luisiana, Estados Unidos. Seis años de restauración y estudios no solo lograron que se atribuyera al maestro, sino también que fuera incluido en una exposición sobre el artista en la National Gallery de Londres. A partir de la muestra, su precio se disparó y pasó en 2013 a manos del multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev, dueño del Mónaco Club de Fútbol, por 125,7 millones de dólares.
El viaje de una obra maestra
Pero de 126 millones a 450 hay un gran salto. Y Christie's puso en manos de una agencia externa la estrategia para la venta del cuadro. Elaboraron un catálogo de casi doscientas páginas, y DiCaprio –que interpretará al maestro renacentista en una próxima película–hizo varios vídeos promocionales. Mientras, el cuadro viajaba por todo el mundo y se exhibía como el nuevo Grial del siglo XXI. Nunca la venta de una tabla se había manejado de forma tan brillante. Aún hoy seguimos especulando sobre su enigmático propietario y el lugar donde se encuentra el cuadro. Podría pensarse que, tras la venta del «Salvator Mundi» ya no veríamos nada de Leonardo en el mercado, pero el maestro no deja de sorprender. En 2007, Peter Silverman compró en la galería de Kate Ganz, en Nueva York, un retrato sobre vitela atribuido a un artista alemán del siglo XIX. Se trataba del perfil de una dama italiana inspirado en los que se pintaban en el Renacimiento de apenas 33 por 23,9 centímetros.
Pero el nuevo propietario pensaba que no era de esa época, y pidió a varios expertos que lo estudiaran. En 2010, uno de ellos, Martin Kemp, lo convirtió en el tema de su libro: «La Bella Principessa»: la historia de la nueva obra maestra de Leonardo da Vinci. En una edición posterior la identificaba como Bianca Sforza y aseguraba que formaba parte de «La Sforziada», un libro sobre el matrimonio en 1496 de Galeazzo Sanseverino con Bianca, hija ilegítima de Ludovico Sforza, mecenas de Leonardo.
Naturalmente, la atribución no fue secundada por todo el mundo. Incluso varios expertos señalaron que se trataba de una falsificación. Y para completar la controversia, en 2015 el falsificador Shaun Greenhalgh dijo ser autor de la obra, cosa que a Kemp le pareció hilarante y ridículo. ¿Hay quien dé más?