Cargando...
Sección patrocinada por

francia

Un presente mucho menos prometedor que el futuro de Pierre Lemaitre: "La nostalgia es una enfermedad"

El escritor regresa con la tercera entrega de la familia Pelletier y dibuja con astucia el origen de algunos males contemporáneos

Última hora La Razón La RazónLa Razón

El gesto se produce después del encuentro. Es un gesto prosaico, íntimo, honrado, desnudo. Un matiz confesional que ocurre cuando una periodista mexicana le pregunta de manera deliberadamente "chismosa" –y respetuosa también– por el contenido de las libretas que se amontonan en armonioso caos sobre una de las estanterías situadas detrás suya y que al principio del encuentro virtual que mantenemos nos detenemos a contar, movidas por una curiosidad registradora inevitable. El resultado barajado: más de cuarenta. Pierre Lemaitre manifiesta un enamoramiento en constante estado de renovación por la literatura y sus atributos y desvela tras poco más de una hora de rueda de Prensa tiernísima y encantadora, el mayor de sus secretos: la herramienta con la que escribe y los soportes en los que lo suele hacer.  

Vuelve el clan Pelletier

En el caso de lo segundo, el celebrado escritor galo ganador del premio Goncourt en 2013 con su novela enmarcada en el final de la Primera Guerra Mundial "Nos vemos allá arriba", asegura que desde hace varios años encarga cuadernos a medida ("soy muy snob, es la única licencia que me permito", apunta entre risas), de un papel ligeramente amarilleado, con 300 páginas cada uno, en un formato un poco más pequeño que el A4 y con anillas. 

Los que están en las baldas, son de viaje, los mueve y maltrata a su gusto, mientras que los que tiene encima de la mesa, los fabricados ad hoc por un impresor de confianza, procura no trasladarlos mucho de sitio y mostrar su interior sin ningún tipo de reparo: el que acerca a la cámara, plagado de esquemas, nombres, flechas y anotaciones es uno de los dos utilizados como borrador para su última y esperada novela, "Un futuro prometedor" (Salamandra), tercera entrega de la saga familiar sobre el clan Pelletier con el que uno de los escultores literarios del siglo XX más comprometidos en la actualidad con la palabra y el misterio, retrata las adversidades obligadas de la familia en el marco de la Guerra Fría. 

"Lo último que me queda por presentaros es mi bolígrafo, mi pluma roja. Aquí no hay que ver un símbolo excesivamente comunista, es rojo pero japonés. Una pluma japonesa que me autorregalé con mis primeros derechos de autor", reconoce admitiendo que invirtió su primer dinero obtenido por la autoría de sus novelas en un utensilio que le iba a permitir escribir otros libros para "seguir ganando derechos de autor" porque "soy muy astuto".

Casi tanto como sus personajes, sobre los que da la sensación que el escritor nunca tiene ganas de que sus vidas terminen. ¿De qué manera se relaciona con la nostalgia alguien que tiene una querencia tan evidente por la prolongación de las historias, por la continuación del relato a través de sagas y series? "Te diría que la nostalgia es una enfermedad que acecha a muchas personas a medida que se hacen o nos hacemos mayores. Siento más nostalgia ahora que cuando era joven, por supuesto, pero creo que objetivamente nos impide comprender el periodo del cuál venimos. La nostalgia nos ciega, está relacionado con el lamento, como si un periodo de antaño tuviera algo más deseable que el periodo en el que vivimos", responde a LA RAZÓN antes de proseguir. 

"Miro con atención el inicio de esta saga en los años 20, 30, 40, 50 y no puedo evitar pensar que muy especialmente en los 20 y los 30 nos llevaron a la Segunda Guerra mundial de los 40 y a una de las peores masacres que podamos recordar. Así que no tengo nostalgia respecto a lo que pasaba entonces. Nuestro siglo es difícil y va serlo cada vez más con el calentamiento climático, con los extremismos políticos dominando las principales potencias y con el renacimiento del espíritu colonialista. Pero sería un error de perspectiva pensar que había algo más deseable antes. Lo que es deseable es vivir. Vivir y luchar para que nuestros hijos tengan una situación menos difícil de las que hemos conocido anteriormente. Como todas las personas sí siento nostalgia, pero intento no ser víctima de ella". Precisamente para este novelista parisino y eterno admirador de Zola, lo que queda de la Francia actual es esa mencionada nostalgia. "La Francia que yo describo en los años 50 y 60 es una Francia feliz, confiada, que tenía la suerte de no saber y si se me permite hacer la comparación, diría que fue como la última página gloriosa del siglo XIX. Una Francia que confiaba en el futuro, en el resultado de la Revolución Industrial, en el progreso, en las máquinas, en algo que después va a provocar el cambio climático y que nos va a condenar. Pero entonces no lo sabíamos", remata. Ahora sí. Aunque "algunos espíritus trumpistas se nieguen a abrir los ojos ante la evidencia".