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Una autopsia al racismo

Almudena Ramírez-Pantanella inicia el ciclo «Escritos en la escena» de esta temporada en el Centro Dramático Nacional con «Quirófano», un texto, que también dirige, sobre la xenofobia

Silvia Casanova está en el centro de la historia de Almudena Ramírez-Pantanella
Silvia Casanova está en el centro de la historia de Almudena Ramírez-Pantanellalarazon

Almudena Ramírez-Pantanella inicia el ciclo «Escritos en la escena» de esta temporada en el Centro Dramático Nacional con «Quirófano», un texto, que también dirige, sobre la xenofobia.

Si bien la condena del racismo, tal y como se ha entendido tradicionalmente este concepto, parece hoy compartida por la gran mayoría de miembros de cualquier Estado de derecho, no podría decirse lo mismo de esos otros comportamientos o comentarios cotidianos que no tienen una manifiesta voluntad discriminatoria pero que, según sostienen algunos, también resultan dañinos y peligrosos por cuanto sirven para perpetuar un prejuicio que sí se asienta en el racismo tradicional. Estos comportamientos, opiniones... o microrracismos, que es como se los ha venido llamando en los últimos tiempos, constituyen el meollo argumental de «Quirófano», la obra escrita y dirigida por Almudena Ramírez-Pantanella que hoy estrena en Centro Dramático Nacional (CDN) dentro de su ciclo «Escritos en la escena».

La función comienza con la muerte de Bibiana, una mujer sudamericana que trabaja en el hogar de una familia española. Tras el fatal acontecimiento, los miembros de esa familia irán recomponiendo, en sus conversaciones durante las comidas, la supuesta «realidad» de Bibiana; serán esas charlas las que delaten en ellos un cierto microrracismo latente. Pero la intención de la obra no es, en ningún caso, según su directora, denunciar o censurar conductas, sino más bien “fijar la atención en aquellos aspectos, no solamente relacionados con el racismo, que suelen pasar desapercibidos y que resignifican la realidad». «Ortega y Gasset señalaba que “sorprenderse, extrañarse es comenzar a entender” –prosigue Ramírez-Pantanella–. Eso busca “Quirófano”: que el espectador se sorprenda y se extrañe; pero la obra no aporta ninguna solución a nada. No utilizo el teatro para hacer una catarsis emocional, sino como un lugar en el que expandir significados y vivir otro tempo distinto al que estamos acostumbrados en el ajetreo diario».

Trama en dos actos

La obra está estructurada en dos partes muy diferenciadas: la primera tiene que ver con la muerte física de Bibiana y se desarrolla en una única escena; la segunda es la de «la reconstrucción de la identidad del extranjero», que funciona, según su autora, «por repetición y acumulación, y establece el tono de la obra». Un tono que ella misma define como el de una «comedia dramática»: «No me propongo incomodar al espectador. Todo lo contrario –aclara–: mi objetivo en muchas ocasiones es que se diviertan. Lo que sí intento es focalizar la atención en el detalle, en el lenguaje, en lo que realmente se está diciendo».

Tal y como exige el ciclo «Escritos en la escena» en el que se encuadra el montaje, el texto se fue gestando, poco a poco, en ese Laboratorio Rivas Cherif que el CDN dedica a la investigación teatral con el objetivo de que cada propuesta sea el fruto de un trabajo minucioso y colectivo en el que se haya podido probar y ensayar todo lo necesario hasta dar con el resultado deseado. «Cuando me seleccionaron la obra para este programa, tenía escritas tres escenas solamente», revela la directora. Con ese exiguo material comenzó a trabajar a principios de noviembre con los siete actores que conforman el reparto –Mireya Arauzo, Silvia Casanova, Rodrigo Mendiola, Pilar Matas, Manuel Millán, Marisol Rolandi y Ángel Savin– hasta cerrar una obra que tiene finalmente catorce escenas. Se trata de un trabajo de compañía de verdad, en el que cualquier dramaturgo se ve obligado a sacrificar sus posibles convicciones, y también sus posibles veleidades, en aras de concebir el hecho teatral de manera conjunta. «Ha sido un reto como dramaturga y directora –confiesa Ramírez-Pantanella–; pero también es una experiencia muy positiva, porque todo se convierte en un rompecabezas hasta que vas encontrando las claves que definen la totalidad de la obra. Los estímulos a la hora de crear el texto son muchos más y están vinculados, de manera más notable que si escribes solo en casa, a aspectos rítmicos, visuales, espaciales, a los cuerpos y voces de los actores... Como subrayan algunos artistas, yo también he tenido la sensación de que la obra ya está escrita de antemano, aunque no en el papel, y solo hay que dejar que surja sola». Y añade, como interesante conclusión de su experiencia: «Este tipo de procesos favorece que aparezcan muchos significados en la obra sin que se impongan intelectualmente». Unos significados que, en «Quirófano», siempre están en relación con el lenguaje, como ella misma reconoce: «Me interesaba explorar el lugar que ocupa la comunidad sudamericana en España; y es a través del lenguaje como podemos descubrir aspectos de una relación que muchas veces es, a mi modo de ver, de cierta condescendencia por parte del español con el inmigrante sudamericano que viene aquí. En algunos casos, esa condescendencia está relacionada con prejuicios asentados. Y creo que el análisis minucioso de lo microscópico puede ayudar a resignificar el todo».

Al microscopio

Y a partir de este afán por «analizar microscópicamente» se han ido fraguando el contenido de función, el diseño escenográfico que ha realizado en ella Javier Ruiz de Alegría e incluso el título de la obra. Porque el término «quirófano» hace referencia, en primer lugar, a la operación a la que tiene que ser sometida la protagonista; en segundo lugar, guarda relación con esa suerte de «disección» que hacen los miembros de la familia, durante sus comidas, de lo que es un extranjero –de ahí que la puesta en escena juegue con el paralelismo entre la mesa de un comedor y una mesa de operaciones–; por otra parte, tiene mucho que ver con el sentido profundo de la función, que consiste, como se ha dicho, en «diseccionar» el lenguaje para descubrir la realidad; y, por último, se relaciona también con cierta manera de entender la obra de arte y el papel que desempeña el artista, tal y como explica la directora: «Me interesa esa idea nacida del cubismo que aboga por la necesidad de un artista que estudie el objeto de arte como un cirujano diseca un cadáver», cierra.