Sección patrocinada por sección patrocinada

HISTORIA

Venta de esclavos en el límite de Roma

Un valioso descubrimiento en un fuerte ubicado en la sección central del muro de Adriano ha permitido conocer cómo vivían los militares allí asentados y analizar un sorprendente documento

Tabla romana encontrada en Vindolanda y descifrada con alta tecnología límite de Roma
Tabla romana encontrada en Vindolanda y descifrada con alta tecnología límite de RomaCambridge University PressCambridge University Press

De entre los más de cinco mil kilómetros de frontera militar romana hay pocos espacios que sobresalgan más, en atención a sus características y grado de conservación, que el Muro de Adriano, declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1987. Esta línea defensiva de 117 kilómetros, la más septentrional de todo el imperio y mandada a construir por el epónimo emperador nacido en Itálica, protegía a la provincia de Britania de sus vecinos del norte, un conjunto de poblaciones que acabaron por coaligarse y ser conocidas como los pictos, los pintados, a fines del siglo III. Se trata de un impresionante muro de piedra que discurría desde el mar de Irlanda al mar del Norte y que durante siglos fue protegido por miles de soldados, acantonados en decenas de fuertes y torres de vigilancia distribuidos de forma sistemática a lo largo de su recorrido.

Aunque hubiera intentos de conquista del norte y se llevara en ocasiones la frontera hasta el conocido como Muro Antonino, constituyó la principal línea defensiva romana de Britania junto con el sistema antipirático del Litus Saxonicum hasta su independencia en el año 410.

Imagen de alta resolución de la tabla romana descifrada
Imagen de alta resolución de la tabla romana descifradaCambridge University PressCambridge University Press

Entre el conjunto de fuertes destaca sobremanera uno situado en la sección central del muro y no, precisamente, por su gran tamaño o pedigrí militar, sino por su extraordinaria riqueza material, clave para la comprensión de la vida militar de la frontera romana. Me refiero a Vindolanda, que en céltico significa el "recinto resplandeciente", una fortaleza excavada desde hace casi un siglo. Este lugar destaca por la extraordinaria capacidad anaeróbica de su suelo que ha permitido la conservación de unos materiales que, en condiciones normales, no resisten al tiempo.

Desde objetos de hierro que han aguantado la oxidación pasando por el cuero, como lo demuestran los miles de zapatos de hombres, mujeres y niños allí hallados, o la madera. Sobresalen con brillo propio las cerca de 1.600 tabletas de madera inscritas con tinta y los cientos de tablillas de cera para las que se usaba un stylus o punzón como instrumento de escritura. Suponen una evidencia maravillosa para el conocimiento de este pequeño fuerte y, por extensión, de la vida de los militares en el imperio. Sobre una tablilla de cera discurre la reciente investigación "Slavery on the Northern Frontier: A Stylus Tablet from Vindolanda", de Alexander Meyer, Alex Mullen y Roger Tomlin, publicada en la revista "Britannia". Las tabulae ceratae son complicadas de manejar puesto que la cera no se suele conservar, en contraste con la base de madera donde se colocaba esa capa, y porque eran intensamente reutilizadas. En definitiva, se trata de palimpsestos, es decir, una acumulación de textos superpuestos extremadamente difíciles de discernir y entender por la concurrencia de las marcas de los punzones.

Tabla romana encontrada en Vindolanda y descifrada con alta tecnología
Tabla romana encontrada en Vindolanda y descifrada con alta tecnología Cambridge University PressCambridge University Press

Tecnología punta para descifrar

Por ello, ante la manifiesta incapacidad de estudiar estas tablillas a simple vista, se ha recurrido a tecnologías propias de la fotogrametría, como las imágenes basadas en información de reflectancia (RTI), el mapeo de texturas polinómicas (PTM), el escaneo 3D y la topografía de luz rasante (RAK). En este caso, sobre una tablilla de fines del siglo I hallada en 2014. Aunque su estado es fragmentario, pues parece la primera página de un tríptico perdido, esta investigación ha podido reconstruir su texto en atención a otros paralelos existentes en el imperio, en especial, de papiros de Egipto. Se trata de un contrato de compraventa de esclavos, el segundo encontrado en el territorio de Britania, un tipo de documento que, por lo general, seguía unas fórmulas bastante reconocibles. Se corresponde con la adquisición de un hombre adulto sin tacha moral, es decir, sin deseos de fugarse ni de robar, y en buena condición física, que pudo haberse adquirido por alrededor de mil denarios.

Con respecto al comprador, esta investigación lo identifica con Julio Verecundo, el prefecto del cuerpo de tropas auxiliares Cohors I Tungrorum, formado mayoritariamente por germanos del este de la actual Bélgica, en atención al hallazgo cercano de un conjunto de documentos ligados a su figura y que acreditan su posesión de esclavos. Como un tal Albiso o, asimismo, un Audax al que le envía unas verduras o a otro innominado siervo al que le hace llegar una lista de la compra formada por habas, manzanas, huevos y pollos, aceitunas, garum o mulsum. En definitiva, esta tablilla añade aún más contexto a la vida cotidiana de la milicia militar del fin del mundo romano.