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Víctor del Árbol: "Nuestro bienestar está empañado por el sufrimiento de África"

El autor ahonda en la maldad en su nuevo libro, una denuncia de los horrores de Joseph Kony y de la indiferencia de Europa ante el dolor del continente negro
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Víctor del Árbol recupera en "Antes de los años terribles"la figura del guerrillero, condenado por la Corte Penal Internacional en 2005 y todavía libre
Víctor del Árbol publica "Antes de los años terribles"(Destino), la historia de Isaías Yoweri, el personaje de ficción que regresará a su Uganda natal para recordar los horrores que vivió allí. Un camino de vuelta, empedrado de dolor y tragedia, que reavivará en su memoria los horrores de su infancia, una tragedia que todavía afecta a miles de niños. "Según un informe de Unicef de 2017, alrededor de 300.000 niños están implicados en conflictos armados. A todos ellos se los ha arrancado de la infancia y se les ha trasplantado a la vida adulta. Son millones. Donde ha habido un crío, ha habido un abuso, una pérdida. Les roban la infancia, les arrebatan el futuro. Es el delito más grave que se puede cometer contra un ser humano: dejarle sin mañana. No les masacran el presente, es que les arrancan en lo que podrían convertirse".
El novelista, que reconoce que esta es su mejor novela y la obra que siempre ha deseado escribir, realiza este viaje al corazón de las tinieblas para recuperar la figura de Joseph Kony, fundador y líder del movimiento guerrillero LRA (Lords Resistence Army), un ejército o fuerza armada constituida por niños secuestrados de edades comprendidas entre 8 y 16 años. "El hechicero del nilo", apodo por el que se le conoce, fue condenado en 2005 por la Corte Penal Internacional, pero hoy en día está en libertad y en paradero desconocido, a pesar de ser responsable de 33.000 secuestros probados (la cifra se eleva a 66.000).
Los intentos de las autoridades africanas y de los Seal de Estados Unidos por capturarle o matarle han sido inútiles hasta ahora. "Es un ser infernal -comenta el autor-. Ahora mismo tiene 58 años y opera en el norte de Uganda. La última entrevista que concedió fue en 2006, en la frontera del Sudán. Se considera que dos de sus hijos (de los sesenta que tiene) encabezan la guerrilla. Él ha creado toda una estirpe de mercenarios. Se dice que el LRA está vinculado a Boko Haram en Nigeria y que está implicado en tráfico de marfil ilegal. En 2017, Estados Unidos decidió retirar los equipos de búsqueda y el gobierno de Uganda también dejó de perseguirle, pero continúa siendo una amenaza para los habitantes de la zona y en cuanto el ejército se retire, regresará".
Víctor del Árbol, que ha escrito esta novela con una trama en el pasado y otra en el presente, habla de los lugartenientes de Kony, casi todos implicados en crímenes contra la humanidad. La sorpresa, para él, es que muchos de ellos han sido niños secuestrados, víctimas que se convierten al crecer en verdugos. "Esto te plantea la dicotomía que existe entre el verdugo y la víctima. Es normal que estos chavales pasen de sufrir a ser quienes imparten sufrimiento. Cuando a un niño lo arrancas de un entorno de protección, como es el caso de Isaías Yoweri y su hermano, Joel, se siente huérfano. Lo que busca es un entorno seguro y tus referentes son los torturadores, sus captores. Padecen ese juego del palo y la zanahoria, esa manipulación de primero te lo arrebato todo y luego te ofrezco una familia y valores. Hay una identificación al final de la víctima y el verdugo. Además, estos críos pasan por todo: drogas, adicciones diversas, manipulación a nivel psicológico. También les hacen creer que les dan un poder, ficticio, por eso les dan un Kalashnikov y les hacen sentir poderosos".
Para Víctor del Árbol no es tan extraño que maten: "Un niño es como una esponja, absorbe todo sin procesar nada. Un niño es capaz de matar porque no tiene conciencia de lo que es matar, porque imita lo que ve y no asume nada de lo que hace hasta ser adulto. Isaías hace lo que hace sin una verdadera conciencia de lo que significa matar. Para estos niños no existen cuestionamientos morales. Cuando Kony dice que hay que matar a alguien, ellos lo matan".
El escritor hace hincapié en otro de los horrores de África: el destino de la población albina. Un drama incalculable que él explica muy bien en la novela: "Son víctimas de las supersticiones de las zonas rurales del norte de Uganda y Tanzania, que consideran que estas personas están malditas, aunque piensan que al mismo tiempo tienen poderes mágicos. Son una fuente de ingreso para las mafias que trafican con personas. Hay gente rica o con poder que viene de estas creencias y piensa que puede casar una hija o prosperar en los negocios si tienen una oreja, un pie, un amuleto de un albino. Existe una cacería, una verdadera mafia a su alrededor. Es un problema contra el que luchan las autoridades".
El novelista hace un reproche también a Occidente y asegura que "el mal absoluto existe y crece detrás de nuestra indiferencia. Cuando ese monstruo se hace grande nos asustamos. La geoestrategia y los intereses económicos acaban imponiendo el relato de lo que se cuenta y no se cuenta, o sea, esas microguerras de las que nadie habla, pero que responden a nuestros intereses económicos y que lo único que hacen es garantizarnos nuestro bienestar. No queremos saber de dónde viene el coltán, porque queremos tener un teléfono, pero hay que ser responsable, tenemos que convertirnos en ciudadanos y consumidores responsables y saber el dolor que hay detrás de nuestro bienestar".
Y añade: "Nuestro bienestar está teñido de sufrimiento en África, de la ignorancia voluntaria. Nuestro bienestar está empañado del dolor de otras personas. Cuando vemos un mantero tenemos que ser consciente de la historia que lleva detrás"