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Cine y deporte

De Leni Riefenstahl a Sergio Ramos

El cine y el deporte de masas fueron las dos revoluciones culturales del siglo XX, pero no siempre han casado bien

"Carros de Fuego" se estreno en 1981 LA RAZONLA RAZON

Es muy conocida la anécdota de Joaquín Miranda, banderillero que toreó con Juan Belmonte y que, concluida la Guerra Civil, aprovechó sus buenas relaciones con el bando vencedor para ser nombrado gobernador civil de Huelva. Cuentan que el Pasmo de Triana acudió a una corrida que presidía su antiguo peón y alguien le preguntó si era verdad que el mandarín había sido hombre de plata. «Maestro, ¿cómo se puede llegar de banderillero a gobernador tan rápido?», insistió el aficionado. A lo que Belmonte, conocido por su laconismo y su tartamudeo, respondió: «¿Co-co-cómo va a ser, hombre? De-de-degenerando, de-de-degenerando».

Algo parecido le sucede a la unión no siempre sencilla del cine con el deporte, las dos grandes revoluciones culturales nacidas en las postrimerías del siglo XIX que marcaron decisivamente el XX y que perviven pletóricas en el XXI. ¿Cómo es posible llegar de la excelencia estética de Leni Riefenstahl al exhibicionismo hortera o a la filosofía de galletita de restaurante chino que empaquetan los documentales hagiográficos de las plataformas digitales? Está clarísimo que de-de-degenerando. Eso sí, ninguna culpa tienen de este declive los hermanos Auguste y Louis Lumière, quienes presentaron la primera película grabada con un invento patentado un año, el cinematógrafo, en la Sociedad para el Desarrollo de la Industria Nacional de París el 22 de marzo de 1895.

El genio maligno de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, creía a machamartillo en la fuerza persuasiva de la imagen y encargó a Leni Riefenstahl un documental sobre los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, que él había concebido como la demostración global de la superioridad de la raza aria. La joven realizadora usó con aprovechamiento el medio millón de marcos –el triple que una gran producción de la época como “Lo que el viento se llevó”– del presupuesto para mostrar una imagen divinizada de Hitler, al que saludaron brazo en alto los atletas de todas las naciones en la ceremonia inaugural, pero también para dejar planos deslumbrantes en la historia del séptimo arte. La Academia de Hollywood votó a «Olimpya», en 1960, como uno de los diez mejores filmes de la historia.

El cine sobre deporte padeció una época en la que se producían películas de lance, títulos olvidables apoyados en la popularidad de sus protagonistas, que en España alcanzó desde Pedro Carrasco –«El marino de los puños de oro»– hasta el mismísimo Alfredo Di Stéfano –«La batalla del domingo»–. En esta línea, un director del prestigio de John Huston se embarcó en 1981 con «Evasión o victoria», versión edulcorada del partido de la muerte jugado por unos futbolistas ucranianos en plena II Guerra Mundial en la que alineó un «dream team» de futbolistas –Pelé, Bobby Moore, Ardiles...– y actores –Michael Caine, Sylvester Stallone...–.

Ese mismo año se estrenó «Carros de fuego», que narraba la historia de dos atletas británicos que compitieron en los Juegos de París de 1924 y que, historias de boxeo aparte, fue la primera cinta de auténtica calidad con el deporte como argumento principal. La lista, en los últimos cuarenta años, es amplia, pero no exhaustiva: «Hoosiers», «Rush», «Moneyball», «Le Mans 66», la desternillante «Elegidos para el triunfo», «Un domingo cualquiera»... No sobran títulos de auténtica enjundia, como pudieron comprobar los programadores del Festival de Cine y Deporte que se celebró en Sevilla desde 2001, que se tuvo que metamorfosear en su cuarta edición por falta de interés.

La eclosión en el último trienio de las plataformas digitales, que han llevado el cine a espectadores que jamás acudían a las salas, ha multiplicado la realización de películas –tanto de ficción como, sobre todo, documentales– relacionadas con el deporte. No es necesario alabar ninguno ni criticar a otro. La oferta es casi ilimitada en una botica en la que, en verdad, hay de todo. Pero recuerden que, en el cine, mérito y éxito no siempre van de la mano.

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