Alpinismo

Turismo de altura: cuando el cliente no siempre tiene razón

Una pionera empresa de guías de montaña gana la batalla legal a un cliente que le demandó por cancelar una expedición al Everest que no pasó del campo base por el peligro de desprendimiento de un serac

Clientes de expediciones comerciales ascienden por cuerdas fijas en dirección al campo 4 por la cara sur del Everest en 2019
Clientes de expediciones comerciales ascienden por cuerdas fijas en dirección al campo 4 por la cara sur del Everest en 2019Rizza AleeAgencia AP

Cuando lo que está en juego es la propia vida y no si el chuletón de un restaurante está frío o si la visita a una pirámide maya se ha suspendido por el mal tiempo, el cliente no siempre tiene razón. En las expediciones comerciales a los picos más altos de la tierra, la obsesión por hollar la cima –que en ningún caso garantizan las importantes cantidades que hay que desembolsar para ser parte de ese turismo de altura– a veces suele terminar en tragedia.

En la mente de todos están las largas colas de alpinistas a los pies del escalón Hillary, en la cara sur del Everest, deseosos de llegar a la cumbre de las cumbres, muchos de ellos integrados en expediciones comerciales a las que han confiado el sueño de sus vidas. Pero como sucede con cualquier sueño que se precie, ese anhelo puede nublar la prudencia de empecinamiento.

En el otoño de 2019, una de las empresas punteras de guías de montaña en el Himalaya, la estadounidense Madison Mountaineering, se disponía a llevar al techo del mundo a un puñado de clientes, entre ellos Zac Bookman, propietario y fundador de OpenGov, una empresa tecnológica de Silicon Valley.

Pero nada más llegar al campo base, se toparon con un obstáculo inesperado. Un enorme serac (bloques de hielo del tamaño de varios edificios) amenazaba con desplomarse desde el hombro oeste del Everest sobre la cascada del Khumbu (la tradicional ruta inicial por la cara sur de la montaña en dirección al campo 1). Los precedentes invitaban a la cautela. En 2014, un serac se precipitó al vacío en esa misma zona causando la muerte de 16 sherpas.

Había pagado 69.500 dólares

Garret Madison –fundador y alma mater de Madison Mountaineering– no lo había olvidado, pues tres de los sherpas que trabajaban para él perecieron por ese desprendimiento y pasó dos días afanándose en recuperar los cuerpos de los fallecidos. Ahora, no estaba dispuesto a correr ningún riesgo. Tampoco el resto de expediciones, que poco a poco fueron desistiendo y abandonando el campo base (únicamente el ultrarunner español Kilian Jornet fue capaz de sortear el peligro y alcanzar los 8.300 metros). Ningún alpinista, de hecho, consiguió hacer cima en el Everest ese otoño.

Madison no era un recién llegado. Guía profesional desde 1999, como jefe de expedición ha llevado a más de 70 alpinistas a la cima del Everest desde 2009, más que ninguna otra compañía de guías occidental.

Pero Bookman, que había desembolsado 69.500 dólares (61.300 euros al cambio actual) por formar parte de la expedición de Madison (la tarifa actual de la empresa norteamericana es de 75.000), no estaba de acuerdo y a su regreso a Estados Unidos demandó a la compañía por fraude reclamándole 100.000 dólares (88.200 euros) de indemnización.

Si la reclamación llegaba a buen puerto, a buen seguro marcaría un antes y un después en el devenir de las expediciones comerciales –para las que, de uno u otro modo, conseguir llevar al mayor número de alpinistas a la cima de las grandes montañas siempre es garantía de éxito, aunque no a cualquier precio–. Enfrentarse a la amenaza de una demanda multimillonaria por no conseguir la cumbre obligaría a los guías de montaña, en definitiva, a dejar en manos de sus clientes la decisión más vital en los ochomiles: la de darse o no la vuelta ante riesgos inasumibles.

“El miedo a las demandas” puede causar muertes

Pero tras un cruce de demandas entre ambos, la controversia jurídica ha quedado zanjada hace apenas unos días con una declaración judicial de mutuo acuerdo rubricada por el magistrado Samuel Chang, del Tribunal Superior del Condado de King, en el estado de Washington. Una resolución que supone una victoria moral (amén de económica) para Madison y que ahuyenta este tipo de reclamaciones al concluir que «el miedo a las demandas y a sus consecuencias económicas puede provocar lesiones, enfermedades y muertes a los clientes, guías, sherpas y otros profesionales de la montaña».

En ese documento Bookman asume que no tenía derecho a ningún reembolso, daños y perjuicios o compensación económica a consecuencia de la cancelación de la expedición, dado que cuando firmó el contrato para sumarse a ella «asumió el tiempo, la seguridad y otros riesgos asociados» a la misma.

Bookman aseguró a Outside en octubre del pasado año que la amenaza del serac no era motivo suficiente para desistir: «Hay seracs colgados por todo el muro oeste del Everest. Es como decir que no podemos caminar por el bosque hasta que un árbol en particular se caiga. Es el Monte Everest y no quiero trivializarlo. Por eso contraté un guía. No soy tonto».

Madison replicó en ese mismo medio que ofreció a su cliente una expedición a otro cima de Nepal o incluso regresar al Everest al año siguiente, pero que Bookman se negó. El guía de montaña mantuvo que el empresario «no creía que el serac representara una amenaza creíble» y ya entonces le agitó el espantajo de una posible demanda para resarcirse del quebranto económico.

Tachó a los sherpas de “perezosos” e “ineficientes”

A Madison le dolió especialmente que en la carta que remitió a la compañía exigiendo un reembolso del dinero pagado, el entonces abogado de Bookman achacase el fin de la expedición a que los expertos sherpas e «ice doctors» contratados (especialistas encargados cada año de abrir la ruta en el gran rompecabezas de hielo de la cascada de Khumbu) eran «claramente perezosos y ineficientes».

Un comentario un tanto atrevido, teniendo en cuenta que nueve de ellos sumaban un centenar de cimas en el Everest, y por el que Bookman pide disculpas en el acuerdo judicial.

En la resolución se constata que en el contrato firmado por el empresario de Silicon Valley y el guía de montaña quedaba claro que Madison Mountaineering «tenía la exclusiva autoridad para tomar todas las decisiones respecto a la salud, seguridad y el bienestar de la expedición».

Un serac del tamaño de 675 camiones

Y relata cómo los sherpas y los expertos «ice doctors» calcularon que el amenazante serac tenía el tamaño y el peso de 675 camiones de gran tonelaje completamente cargados. Un peligro que ratificaron las imágenes captadas por drones: el gran bloque de hielo podía venirse abajo en cualquier momento causando la muerte a todo aquel que se encontrara en su camino. Y es que debido a su mayor tamaño y a estar situado más arriba que el de la tragedia de 2014, se preveía que pudiera resultar más letal cuando se desprendiera, lo que terminó sucediendo semanas después, ya con el campo base huérfano de expediciones.

La decisión que pone punto y final a este pleito –y sienta un importante precedente en las relaciones comerciales entre los guías y sus clientes– da por acreditado que Madison Mountaineering optó por dar por concluida la expedición «únicamente para proteger la salud, seguridad y bienestar» de todos los integrantes de la misma. Y Bookman, ahora sí, se muestra conforme con que esos fueron «los únicos motivos» que le impidieron alcanzar su sueño.

El precedente de 2014: 16 sherpas muertos

La muerte de 16 sherpas en abril de 2014 es la mayor tragedia ocurrida en el Everest, aunque no la más conocida, que sigue siendo la muerte de cinco alpinistas de dos expediciones comerciales (también en la cara sur, a los que ese año se sumaron otros tres en la vertiente norte) en mayo de 1996 por una violenta tormenta de nieve y una sucesión de decisiones erróneas que entonces dejaron al descubierto las posibles consecuencias de la incipiente competencia por llevar al techo del mundo al mayor número de clientes. Entonces, a diferencia de lo ocurrido en 2014, sí hubo un cronista para contar lo ocurrido, el periodista Jon Krakauer, que con su libro «Mal de altura» alumbró el más exitoso best seller de la literatura de montaña hasta el día de hoy.