Baloncesto
Liz Cambage, un especimen único
La pívot australiana de 2,03 es la jugadora más determinante del Mundial en la primera fase.
La pívot australiana de 2,03 es la jugadora más determinante del Mundial en la primera fase.
Si en el Mundial se diera un premio a la jugadora más valiosa de la primera fase, la elegida sería sin discusión la australiana Liz Cambage (18-8-1991, Londres). La imponente pívot de las Opals (2,03 y 98 kilos) ha dominado a su antojo los partidos ante Nigeria, Argentina y Turquía. Es la máxima anotadora del torneo, la segunda mejor reboteadora y sus promedios (27,7 puntos, 8,3 rebotes, 1 asistencia y 1,7 tapones) son asombrosos al comprobar que sólo ha estado 21 minutos por partido en pista. Sus porcentajes ratifican su dominio: 70 por ciento en tiros de dos y ha anotado el triple que ha intentado. Asusta. Pero Cambage va mucho más allá de los números.
La pívot australiana de padre nigeriano y madre “aussie” nació en el Reino Unido. La separación de sus padres cumplidos los tres meses terminó con ella y su madre en las Antípodas. Desde muy pequeña su tamaño llamó la atención. Sus compañeras de la escuela la hicieron la vida imposible hasta que su madre decidió apuntarla a baloncesto y acabaron las burlas. El potencial que demostraba en las categorías inferiores de su selección no pasó desapercibida para la NBA femenina. En 2011 fue seleccionada en el draft con el número dos por la Tulsa Schock, pero su llegada a Estados Unidos fue de todo menos cómoda. Jugó un año, fue incluida en el mejor quinteto de novatas, ganó el bronce en los Juegos de Londres, pero descubrió el racismo y los bajos salarios. Poco antes de iniciar su segunda temporada decidió no regresar a Oklahoma y cogió un vuelo a China. De un salario que no alcanzaba los 100.000 dólares pasó a cobrar medio millón en Asia y se convirtió en una estrella.
En 2013 decidió regresar a Estados Unidos, pero su situación personal no mejoró. Lesiones, depresión, ansiedad, problemas con el alcohol... Acabó la temporada y ya no volvió hasta este verano en el que se ha convertido en una de las estrellas de la Liga con las Dallas Wings, aunque su salario apenas supera los 100.000 dólares. Ha formado parte del quinteto ideal y, como sucede en el Mundial, ha sido la mejor anotadora (23 puntos por partido) y la segunda mejor reboteadora (9,7). En el arranque de la Liga, allá por el mes de junio, vivió su mejor momento. Batió el récord de anotación en un partido con 53 puntos ante las Liberty de Nueva York. Fue la mayor exhibición individual en la historia de la competición. Además aportó 10 rebotes y cinco tapones. Vivió una racha de diez partidos con más de 30 puntos de media y se convirtió en la gran estrella de la WNBA. Eso la animó a alzar la voz en sus reivindicaciones: “Conocí el racismo al llegar a Estados Unidos” o “Las jugadoras de la WNBA cobramos menos que los árbitros de la NBA y el salario de todo mi equipo es inferior al del peor jugador de la NBA”.
En el Mundial, esta pívot que se define en su perfil de Twitter como jugadora, dj y diseñadora de moda, se está reivindicando en la cancha. Defensivamente intimida como nadie y en ataque su imponente físico engaña. Es hábil, sabe leer el juego, tiene buen lanzamiento exterior, es buena pasadora y en la zona, hasta ahora, ha sido indefendible. En el torneo hay apuestas para ver si es capaz de hacer el primer mate de la historia del campeonato como ya hizo en los Juegos de Río.
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