Tour de Francia

Tour de Francia

Bernal desata la tormenta

Los tiempos se tomaron en la cima, por donde el colombiano desplegó sus alas para ser el nuevo maillot amarillo del Tour.

Quitanieves trabajando en el descenso del Iseran por la zona donde debían haber transitado los ciclistas
Quitanieves trabajando en el descenso del Iseran por la zona donde debían haber transitado los ciclistaslarazon

Los tiempos se tomaron en la cima, por donde el colombiano desplegó sus alas para ser el nuevo maillot amarillo del Tour.

Anda estos días, estos tiempos, la madre naturaleza cabreada con todos. Y con razón. El maltrato al que le somete la feroz y vil mano humana, tan egoísta y egocéntrica, la tiene sumida en el destrozo que ni ella, tan inteligente puede evitar. Así que su respuesta es la acción. Tormentas, granizadas, desprendimientos de tierra. Ésa es su forma de chillar, de gritar que el mundo se está acabando. Y eso pasó en el Tour, que también se está terminando, ya casi a las puertas de París por donde desfilará en dos días justo en el momento en que más bonito se estaba poniendo.

Y justo en ese instante también, de máxima emoción y nervios, el Tour se tuvo que parar. Por el cabreo de la madre naturaleza y su respuesta. Una granizada repentina que anegó la carretera por la que tenía que transitar la ronda gala a 20 kilómetros de meta, justo en la conclusión del descenso del Iseran, el techo de esta edición de la ronda gala, y el ascenso final a Tignes. Las bolas de piedra que cayeron del cielo fueron la reacción a la tormenta que se había desatado en el puerto. La había provocado Egan Bernal.

En esa cima había atacado el colombiano. Estaba como en casa. El Iseran era el premio Henri Desgranges del Tour de este año, el puerto con más altitud, 2.770 metros. Tan alto como el Medellín en el que vive y por el que se machaca en puertos de 50 kilómetros con su amigo Óscar Sevilla. A 42 kilómetros de la meta, Egan atacó al grupo de favoritos en el que ya faltaban muchos. No estaba Alaphilippe, reventado y ya muerto el amarillo valiente, ni Nairo Quintana, recién descolgado y aún con la resaca de su triunfo del jueves. Aguantaban a duras penas Buchmann, Kruijswijk y su teórico jefe, Geraint Thomas, que se había movido un par de kilómetros antes pero sin fuerzas para más que para aguantar con los mejores sin marcar diferencias.

Quien ya no estaba allí era Thibaut Pinot. Sus lágrimas aún resonaban. El francés, la más bella esperanza de Francia para conquistar este Tour por fin, 35 años después, había echado el pie a tierra entre sollozos a 85 kilómetros de la meta, a la que en realidad nadie llegó. Pinot se golpeó hace tres días el muslo izquierdo con el manillar y el dolor, lejos de aplacarse, fue a más. Hasta que no pudo mantenerlo en secreto. De salida, el galo se quedó descolgado y completamente solo. Su Groupama-FDJ que tanto le ha protegido en este Tour lo había dejado a su suerte.

Pero formaba parte de lo hablado. Todos, por desgracia lo esperaban. Apenas aguantó y la imagen, desgarradora se produjo. Apoyado en los brazos de un compañero, que le lanzó un beso a su mejilla justo cuando él echaba mano al freno, Pinot se bajó de la bicicleta. Llorando. Y no lo hacía por el dolor, sino por no poder seguir sufriendo. Desolador.

Como si eso fuese a ser lo único que iba a ocurrir. Pues no. El vuelo decidido de Egan Bernal en el Iseran desató la tormenta. De verdad. Mientras él trepaba por las rampas más duras del puerto más alto del Tour y hundía a Alaphilippe para teñirse a cada pedalada de amarillo, abajo, en el valle alpino una repentina tormenta de granizo provocaba un desprendimiento de tierra. La carretera quedó completamente impracticable. Barro y piedras comiéndosela como la lava de un volcán cuando ha estallado.

El Tour se apresuró a mandar una excavadora que desatascase aquello, pero no hubo tiempo. Bernal venía volando demasiado deprisa. Así que en el descenso, los coches y motos de carrera se pusieron a la altura de unos incrédulos ciclistas. Algunos, como Urán hacían gestos con la mano para seguir y hacer caso omiso de las órdenes. Otros como Landa y Kruijswijk hablaban entre ellos para intentar explicarse en el idioma que fuese qué estaba pasando.

Había que parar. La organización decidió tomar los tiempos de la cima del Iseran como los buenos para la clasificación general y dejar el triunfo de etapa desierto. Por el puerto, quien había pasado primero era Egan Bernal. Volando ya va a por su primer Tour porque ya es líder, con 48’’ sobre un hundido Alaphilippe, el único al que pudo beneficiar la neutralización y 1’16’’ sobre Geraint Thomas. De la tormenta, el cóndor Bernal salió vivo y más fuerte desplegando sus alas. Volando a por el amarillo.