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Hípica

Christopher Reeve, el jinete que humanizó al superhéroe

Después de su accidente, el jinete amateur dio una lección de resiliencia y nunca renegó de la equitación

Christopher Reeve como Superman larazonLR

Christopher Reeve fue para millones de personas la imagen de Superman. Su historia personal, la que no pertenece al cine, es mucho más poderosa que cualquier escena. Y esa historia nace a caballo. Su verdadera transformación, la que lo convirtió en símbolo de superación y humanidad, ocurrió en una pista de salto, en un concurso hípico, montando como un jinete amateur.

Reeve descubrió la equitación en 1985 cuando tuvo que aprender a montar para un rodaje. Lo que empezó como un requisito técnico se convirtió pronto en pasión. Tenía facilidad natural, pero sobre todo una enorme disciplina. Le gustaba la sensación de libertad que le daba el caballo, el silencio del entrenamiento, la concentración del salto. Quienes lo conocieron en su etapa ecuestre destacan que no montaba para aparentar, sino porque encontraba allí un equilibrio que no le daba la fama. Era un jinete alto, superaba el 1,90, fuerte y muy metódico.

Con el tiempo decidió competir en pruebas de Salto de Obstáculos y Concurso Completo de Equitación a nivel amateur. Había entrenado con dedicación para afrontar las tres disciplinas: Doma Clásica, Salto de Obstáculos y Cross. Tenía su propio caballo, "Eastern Express", un purasangre con el que trabajaba con constancia. La equitación le exigía lo que el cine no podía darle: concentración, humildad y una entrega física honesta. En la pista, el actor desaparecía y sólo quedaban el jinete y el caballo.

El 27 de mayo de 1995 asistió a una prueba de Cross en Virginia. Al llegar al tercer obstáculo del recorrido, un vertical, "Eastern Express" rehusó de forma inesperada. Reeve salió proyectado hacia adelante, sin posibilidad de recolocarse. Sus manos quedaron atrapadas en las riendas y su cabeza impactó directamente contra el obstáculo. La fractura de las vértebras C1 y C2 le provocó una lesión medular gravísima. Perdió toda movilidad desde el cuello hacia abajo y tuvo que ser asistido por un respirador.

El superhéroe invulnerable se enfrentaba a la realidad más dura que puede vivir un jinete: la caída que lo cambia todo. Él nunca culpó al caballo y nunca renegó de la equitación. Entendió que montar implica riesgo, disciplina y aceptación y que la relación con el caballo no desaparece cuando la vida se complica. Su caída no rompió ese vínculo, lo transformó.

Reeve encontró otra forma de estar cerca del caballo. No podía montar, pero hablaba de la hípica como un territorio íntimo que aún lo acompañaba. Recordaba los entrenamientos, el galope, los días de competición. Hablaba con respeto del animal que había marcado su vida de un modo tan determinante.

El accidente lo convirtió en un símbolo mundial de resiliencia. Fundó una organización para impulsar la investigación sobre lesiones medulares, se convirtió en referente para miles de personas con discapacidad y llevó su mensaje a congresos y foros internacionales.

Reeve murió el 10 de octubre de 2004, a los 52 años, debido a complicaciones derivadas de su lesión. En la hípica, su historia permanece como un recordatorio de que montar es hermoso, pero también frágil. El caballo regala libertad, pero exige responsabilidad e incluso quienes parecen invencibles pueden caer y que la verdadera grandeza está en lo que se hace después de la caída.