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Ciclismo

El secreto para la eterna juventud de Valverde

Alejandro Valverde
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Dos niños se acercan a Eusebio Unzúe, el mánager de Movistar, para preguntar cuándo pueden ver a Valverde. El campeón del mundo ya ha terminado la conferencia de prensa y se ha marchado a entrenar con sus compañeros, pero los niños insisten. “¿A qué hora vuelve?” Sólo les preocupa Alejandro, un espejo para mayores y pequeños, una imagen que empieza a ser estudiada en algunos colegios como ejemplo de superación. “Para mí es un orgullo”, dice Valverde con humildad. “Todo lo que sea ayudar a la gente y a los chicos...”, añade.

Alejandro Valverde resucitó después de dos años de sanción y volvió a resucitar después de una lesión de rodilla a los 37 años. Con 38 ganó el Mundial y un año después parece el único rival capacitado para discutir el triunfo final en la Vuelta a Primoz Roglic.

“Alejandro vino en 2003 a descubrir la Vuelta, ganó dos etapas y se subió al podio. Hace 17 Vueltas a España. Donde él gana a todos es en haber sido capaz de llegar a este nivel y durante 17 temporadas haber estado peleando con los mejores”, explica Eusebio Unzúe. Hay algo de exageración en la afirmación del mánager de Movistar, pero no demasiada. Valverde debutó en 2002 en la Vuelta y se retiró a mitad de la carrera. Al año siguiente ya fue tercero. Y de esas 17, “sólo” ha corrido 13 ediciones.

“No hay nadie con ese nivel competitivo durante tantos años. Que hoy lo tengamos siendo otra opción para ganar esta Vuelta, que sea capaz de estar aquí es para no olvidar lo que ha hecho, el tiempo que lleva, su espíritu”, añade Unzúe. Alejandro ya ha cumplido muy por encima de lo que cualquiera pudiera esperar de él en el comienzo del siglo XXI. “Hay que valorarlo al margen de lo que pase, lo mismo si explota, que no es que me dé igual, pero soy el primero que le ha dicho que disfrute”, reconoce Eusebio.

Alejandro recibe el cariño de la afición a cada paso que da. De jóvenes y de mayores. “Vive de ese agradecimiento permanente que cada vez es mayor”, explica Unzúe. “A eso hay que añadirle el plus de que con 40 años parece todo mucho más increíble. Más en este deporte, que vive una explosión de jóvenes prematuros, que cada año salen cuatro o cinco, y va a cerrar un ciclo de 20 años desde que llegó hasta que se marche. Esto es prácticamente desconocido”, admite Eusebio.

Unzúe se asombra, pero no es el único. “Muchas veces no dejo de sorprenderme. Venimos del Tour ayudando al equipo, llegamos a la Vuelta y la propia carrera me va poniendo ahí. El cuerpo me sigue respondiendo bien y mi ilusión es la misma que cuando tenía 23 años”, reconoce Valverde.

La ilusión es el secreto de su rendimiento. A los 39 años sigue haciendo sacrificios para mejorar sus resultados. Como bajar de peso. Ahora está más fino que nunca. “Perdí el peso antes del Tour y luego lo que he hecho es alimentarme normalmente y ya lo he ido manteniendo. Quería ver cómo reaccionaba mi cuerpo con menos peso y no ha reaccionado mal. Cuando llegan los puertos con más desnivel es cuando mejor me noto”, admite.

Valverde se sacrifica, pero hay costumbres a las que no renuncia. Como la de entrenar con su grupeta. Allí caben todas las edades y todas las condiciones, sus piques con los veteranos y con los más jóvenes para que no se crezcan y recuerden quién es el campeón del mundo. Pero allí, con su gente, Alejandro es uno más y es feliz. Y mientras sea feliz seguirá estando en condiciones de ganar.