Japón
El empoderamiento de la mujer llega al sumo
Tokio acoge la primera edición de la Dream Girls Cup con lo que se romperá uno de los techos del deporte femenino en Japón. El nuevo torneo contará con 200 jóvenes luchadoras
Uno de los deportes más tradicionales de la cultura japonesa, el sumo, también tiene su modalidad femenina. El domingo 11 de febrero se va a celebrar en Tokio la primera Dream Girls Cup con lo que se romperá uno de los techos del deporte femenino en el país. El nuevo torneo ofrecerá una plataforma única a unas 200 jóvenes luchadoras, que demostrarán su poderío y destreza en el Sumida Futsal Arena. Se trata de un acontecimiento histórico que tiene como objetivo impulsar la participación femenina en esta disciplina desde la infancia, inspirar a futuras generaciones y abrir las puertas a una nueva era de empoderamiento en un deporte referencial para la sociedad nipona.
En el mundo del sumo antes sólo se esperaba de las mujeres que apoyasen a los luchadores. En el caso de que su marido fuera jefe del cuadrilátero, la mujer se convierte en "okamisan", una especie de madre de alquiler para todos sus aprendices, a la vez que asume un papel administrativo en la gestión de las instalaciones.
Las aspirantes a luchadoras de sumo han ganado protagonismo debido al aumento de competidoras en deportes tradicionalmente dominados por hombres. Estas deportistas se enfrentan a una serie de retos únicos debido a las exigencias físicas y a las barreras culturales que siguen existiendo en Japón.
La vida de un luchador profesional de sumo es muy exigente. Como deporte nacional del país asiático y con más de 1.500 años de historia cultural ligada a antiguos rituales sintoístas, los que están en la cima son venerados por el público, adorados por decenas de "sujo" -las fans femeninas- y con unos salarios de cientos de miles de dólares, pero... Para la mayoría de los jóvenes, este disciplinado estilo de vida comienza a los 15-16 años, aunque la mayoría pasa su infancia entrenando para conseguir un puesto en un cuadrilátero. A pesar de renunciar a cualquier atisbo de vida normal para dedicarse profesionalmente a ello, la realidad es que sólo una fracción de estos aspirantes a luchadores profesionales llega a alcanzar un nivel de élite.
Como un ballet de titanes, sus protagonistas, envueltos en mantos sagrados y portando el peso de siglos de legado, se enfrentan en un duelo de poder y equilibrio. Con cada movimiento calculado, la arena tiembla y el corazón del espectador se adentra en un viaje épico hacia la esencia misma de la competición. Los rítmicos tambores marcan el tempo, mientras los luchadores se adueñan del espacio con majestuosidad, cada uno defendiendo con fervor la tradición de sus antepasados.
A pesar de que son muchos los interrogantes que le rodean, la cuestión más importante a la que se ha enfrentado en los últimos años el sumo es la falta de igualdad de género. Históricamente, a las mujeres no se les permitía tocar el ring ni el "dohyo" -el espacio donde se produce el combate- debido a las creencias sintoístas y budistas de que la sangre menstrual es indecorosa. Aunque hay una importante distinción entre las competiciones amateur y las profesionales, las luchadoras han estado excluidas y sólo pueden competir a nivel amateur en Japón desde 1997 y en encuentros internacionales desde 2001. Las luchadoras de sumo se enfrentan a retos únicos en lo que respecta al peso, ya que, por mantener un aspecto femenino, pueden ser penalizadas si se pasan de kilos. En el caso de los varones, se espera que alcancen y mantengan una masa corporal, y se enfrentan a la estadística de una esperanza de vida veinte años inferior a la de la población general, gracias a una prolongada dieta rica en grasas y a un programa de entrenamiento agotador.
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