Fútbol

Empate rima con disparate en el derbi sevillano

Tres expulsados, un autogol, un palo para cada equipo y un misil de Gudelj para un partido de locura entre Betis y Sevilla

El árbitro Sánchez Martínez muestra la tarjeta roja a Nabil Fekir, uno de los tres expulsados en el derbi
El árbitro Sánchez Martínez muestra la tarjeta roja a Nabil Fekir, uno de los tres expulsados en el derbiJosé Manuel VidalAgencia EFE

Fue una noche amarga para los dos equipos sevillanos, el uno porque casi nunca gana los derbis, por superior que sea, y el otro porque constató que es malísimo, pues no pudo vencer pese a jugar toda la segunda parte diez contra nueve. Los duelos entre el Betis y el Sevilla son eléctricos, locos, pasionales, polémicos... son pura esencia del fútbol de toda la vida. Lo que no significa que sean buenos partidos de fútbol, según se entiende hoy el espectáculo.

Aunque las vísperas eran unánimes y anunciaban una sencilla victoria bética, estos duelos vecinales dan para mucho. Sólo la primera parte, que duró 56 minutos, para escribir una novela. Dos expulsados por el VAR ante la ceguera de Sánchez Martínez, un autogol de «vídeos de primera», muchos nervios y un puñado de ocasiones regaladas más por los defensas nerviosos que generadas por los futbolistas de calidad. Nada más empezar, Fekir botó una falta lateral y Rekik remató contra el larguero de Bono. Ahí empezaban a mostrar los defensas sevillistas una peligrosa tendencia a la propia meta.

Hasta la expulsión de Fekir, un atentado alevoso contra la rodilla de Alex Moreno, los contendientes se repartían la posesión y las ocasiones. El tiro de Fekir al lateral de la red lo compensaba la intercepción de Rafa Mir a un pase atrás de Sabaly, pero el remate flojo del cartagenero tras quebrar a Bravo lo sacó en la línea Edgar. A pesar de que el partido no reflejaba la diferencia actual en la tabla, sí era cierto que desprendía el Betis mucho más peligro en lo que hacía. Tiene a mejores futbolistas en mejor momento que los del Sevilla y eso por fuerza se nota.

Cuando el reloj galopaba hacia el descanso, se desbocaron los acontecimientos. Alex Moreno arrancó la moto y su «vis à vis», Montiel, le clavó los tacos en la rodilla en extemporáneo homenaje a Goyo Benito. El árbitro, de forma increíble, saldó la felonía con amarilla que el VAR convirtió en roja. Salió Navas por Rafa Mir para taponar el vacío y lo primero que hizo el capitán sevillista fue interponerse en un despeje inopinado de Gudelj que le rebotó y sorprendió a Bono. El gol tonto de la temporada, la típica pulga que le sale al perro escuálido, ese candidato al descenso que se despeña sin remisión. Para equilibrar la cosas, Fekir le arreó un codazo barriobajero a Papu Gómez al borde del descanso y el baile se repitió: amarilla, llamada al monitor y roja.

Entre el final de la primera parte y el inicio de la segunda, Bono salvó dos manos a manos contra Iglesias y Moreno, y enseguida llegó el siguiente brote dramático de la noche, la expulsión del delantero gallego por un pisotón salvaje a Joan Jordán. El partido se convertía en un desesperado ejercicio de resistencia del Betis y una lamentable demostración de impotencia del Sevilla, al que se le iban los minutos sin generar más peligro que un recital de centros inocentes que defendía el anfitrión sin despeinarse, con un Edgar imperial alrededor del punto de penalti. Hasta que Gudelj sacó el cañón.

El centrocampista serbio, que ya le había dado la victoria al Sevilla en Mallorca con un formidable zambombazo, le limpió las telarañas a la portería bética cuando quedaban diez minutos más el alargue. Fue un golpe descomunal, seco y violentísimo, ante el que nada cabía más que la admiración. Se anunciaba, era lógico, tembleque verdiblanco, pero la realidad es que las otras ocasiones de ahí al final llegaron en otros dos tiros de Gudelj: un empalme soberbio que repelió la cruceta y un disparo a romper, en la última jugada del encuentro, que detuvo Bravo salvando el empate para su equipo. Reparto de puntos como buenos vecinos, pero sobre todo reparto de frustraciones.