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Liga de Campeones

Jovicevic, el heredero de Prosinecki que jugó en el Castilla y ahora entrena al Shakhtar

El técnico del equipo ucraniano jugó cinco años en el filial del Real Madrid

Igor Jovicevic, en el entrenamiento oficial del Shaktar en el Santiago Bernabéu
Igor Jovicevic, en el entrenamiento oficial del Shaktar en el Santiago BernabéuRodrigo JiménezAgencia EFE

En los primeros años 90 no era tan habitual que los equipos grandes fueran a buscar jóvenes talentos fuera de su país. En España sólo se permitían dos futbolistas extranjeros por equipo y aún no estaba en vigor la Ley Bosman que abrió las fronteras del fútbol europeo. Pero el talento de Igor Jovicevic, que acababa de ser elegido mejor del Europeo sub’17 no se podía dejar pasar y el Real Madrid lo fichó en 1991 para que jugara en el Castilla.

No había cumplido los 18 cuando llegó a Madrid, con las esperanzas puestas en que fuera un nuevo Prosinecki, que acababa de fichar ese verano por el club madridista después de ser campeón de Europa con el Estrella Roja. Pero el fichaje no era sencillo y el Real Madrid lo escondió en un hotel con el nombre de Djuro Zirovec, el mismo con el que jugaba los partidos amistosos de entrenamiento para no despertar sospechas. Hasta que el periodista Alonso Castilla lo descubrió.

Estuvo cinco años en el Castilla, con la esperanza de jugar en el primer equipo algún día. Pero no pasó de jugar algunos amistosos sin llegar a debutar nunca con los mayores. En 1995 sufrió una lesión de ligamentos cruzados en un partido con la selección croata sub’21 y nada volvió a ser lo mismo. Su última temporada como madridista la pasó recuperándose de la rodilla, pero la recuperación nunca fue completa. Jugó en Francia, en Ucrania, en China, hasta que otra lesión de rodilla lo retiró definitivamente con 31 años.

Nunca perdió el contacto con España. Su padre, Cedomir, fue ayudante de Rafa Benítez en el Valladolid y él pasa muchas temporadas en Marbella. Ahora se enfrenta al Real Madrid como entrenador del Shakhtar Donetsk, un equipo que ha tenido que reconstruir casi desde cero.

«No tengo el corazón dividido. Pertenezco aquí con el corazón y la cabeza. Hay emociones porque debuté aquí, pero vengo representando al club más grande de Ucrania y voy a llevar al equipo a competir, creyendo que tenemos nuestras armas para ganar el partido», asegura.

Llegó al Shakhtar este verano. La invasión rusa le pilló entrenando al Dnipro y la guerra no ha sido motivo suficiente para que renunciara a entrenar a uno de los dos grandes de Ucrania en la Liga de Campeones. «Todos estamos responsabilizados con esta situación. Yo soy extranjero en Ucrania, pero amo tanto a este país que me sentí en deuda con ellos. El Shakhtar es un club tan grande como el Real Madrid en el Este y me siento muy orgulloso de pertenecer a este club», reconoce.

La situación recuerda lo que sucedió en Croacia en los años 90. «Cuando pasó esto en Croacia no lo sentí de lleno porque era muy pequeño. Esto es atípico y tienes que ayudar a unos y a otros. En un partido de fútbol, cuando empiece, todos se olvidan de nuestros problemas. Lo aceptamos, estamos más cansados que los otros porque cuando otros descansan nosotros viajamos, pero nos sentimos muy motivados por representa el Shakhtar en la Liga de Campeones», asegura.

El Shakhtar es un equipo en permanente exilio desde que Rusia invadió la región del Donbas en 2014. Primero tuvo que marcharse a Kiev y ahora, tras la invasión generalizada de Ucrania, ha tenido que mudarse a Leópolis para jugar su campeonato y a Varsovia para disputar sus partidos como local en la Liga de Campeones.

En esta situación, Jovicevic entiende que el Shakhtar es un instrumento para llevar algo de alegría al pueblo ucraniano. «Un partido de fútbol es importantísimo para mucha gente. Mueve muchas emociones y toda la gente que nos está apoyando en Ucrania y fuera, que por desgracia mucha gente ha salido, nos hace sentir su energía y esto nos da alas para luchar, creer y pensar que todo en el fútbol es posible. Esto nos llevó a tener cuatro puntos en los dos primeros partidos y creer que en el Bernabéu puede ser otro buen día. Sabemos la fortaleza del Real Madrid, y también que en el fútbol no siempre gana el mejor», asegura.

La situación no es la más sencilla para entrenar. «Primero somos personas y después deportistas. Se siente la presión y a la vez un avance de las fuerzas armadas de Ucrania nos hace querer responder con la misma lucha que ellos. Lo mínimo que podemos hacer es luchar desde el primer momento para que se sientan identificados y orgullosos de nosotros», asegura. «Tengo una motivación y un entusiasmo que no me va a quitar nadie. Creo en volver lo imposible en posible y lo voy a disfrutar», añade.