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Trials de mucho, Juegos de casi nada

Estados Unidos no alcanzará a China en el medallero por la escasa fiabilidad que han demostrado sus atletas

Fred Kerley y Ronnie Baker protagonizaron un relevo desastroso para Estados Unidos
Fred Kerley y Ronnie Baker protagonizaron un relevo desastroso para Estados UnidosDIEGO AZUBELEFE

No le va a dar y será por culpa de su deporte predilecto. Estados Unidos, por mucho que incidiera el factor cancha, vivió como una humillación que China le madrugase el medallero en Pekín 2008 y reaccionó en Londres y Río con un dominio abrumador: ocho oros más que los chinos en Inglaterra, doce más en Brasil. En 2012 y 2016, la remontada norteamericana llegó en la segunda semana, cuando sus atletas empezaron a coleccionar los títulos olímpicos que en esta edición se les están resistiendo, por mucho que la jornada de ayer se cerrase con el esperado triunfo de Ryan Crouser –ha llevado, junto a Kovacs y Walsh, los concursos de peso a una dimensión desconocida– y la sorprendente victoria de Kattie Nageotte en la pértiga, un triunfo muy yanqui porque la saltadora hizo gala de ese «fighting spirit» del que siempre hacen gala sus compatriotas.

Los trials celebrados hace seis semanas en Oregón, sin embargo, anunciaban una razzia de los estadounidenses en Tokio que no se ha producido. En velocidad, un sector que consideran como propio, la jubilación de Usain Bolt prometía la recuperación de un cetro al que aspiraban Noah Lyles, el suspendido Christian Coleman o el adolescente Erriyon Knighton, pero la irrupción de Marcell Jacobs los dejó boquiabiertos en los cien y André De Grasse reeditó la hazaña de su compatriota Donovan Bailey en 1996, cuando Canadá ganó el 100 y el 4x100 en el «home soil» de Atlanta. Ayer, Ghana dejó fuera de la final al relevo corto estadounidense masculino y sólo una catástrofe impedirá que Jamaica, con sus tres medallistas del hectómetro, gane la prueba femenina.

En la jornada de ayer, pese a los mencionados oros de Crouser y Nageotte, se vivieron otras dos finales de tradicional dominio de Estados Unidos que se saldaron sin ninguno de sus representantes en el podio: los 400 metros, donde acumulan diecinueve títulos olímpicos en veintinueve ediciones; y el decatlón, en el que ha sumado quince entorchados en veintiséis ediciones. Para colmo, Grant Holloway perdió de manera inexplicable en las vallas altas, donde tenía un margen de dos décimas con el segundo marquista del año, y el francotirador Matthew Centrowitz, ganador contra pronóstico del 1.500 en Río, se quedó fuera de la final apeado por un mediofondista ¡¡luxemburgués!! y su fiasco se suma a los de Juvaughn Harrison en longitud y altura, Will Clay en triple salto o los lanzadores Rudy Winkler, Daniel Haugh y DeAnna Price, arribados todos a Tokio con marcas estratosféricas e idos con el rabo entre las piernas.

Otra medalla de oro que se le ha escapado a Estados Unidos es la del fútbol femenino, donde su equipo campeón del mundo salvó los muebles con un bronce arrancado a Australia en un partido loco (4-3). Donald Trump, que fue muy criticado por la capitana y estrella, Megan Rapinoe, no perdió la oportunidad de sacar un comunicado para denunciar a «la mujer del pelo violeta» que «jugó muy mal porque pierde demasiado tiempo en pensar en las políticas de izquierda radical en lugar de hacer su trabajo. Deberían haber ganado el oro», que se les escapó por «estar lideradas por un grupo de locas radicales». El béisbol y el baloncesto, dos deportes genuinamente americanos, deben celebrar aún su finales. Falta sólo que Japón y Francia se las ganen para que se resquebrajen los cimientos del imperio.