Río 2016

«Con el miedo no se puede negociar, hay que saber convivir»

El entrenador de la mente. El psicólogo Pablo del Río explica cómo entrenar la mente ante una cita como los Juegos. 26 deportistas de la expedición española que compite en Río y dos equipos trabajan con él

El psicólogo Pablo del Río
El psicólogo Pablo del Ríolarazon

El psicólogo Pablo del Río explica cómo entrenar la mente ante una cita como los Juegos. 26 deportistas de la expedición española que compite en Río y dos equipos trabajan con él

El despacho de Pablo del Río es como una habitación de sabiduría. Pueden leerse decenas de mensajes, se mire donde se mire, ya sea en el corcho de la pared, en la alfombrilla del ratón o en una taza para guardar los bolígrafos. «Muchos están con fecha y son de los propios deportistas en las sesiones», explica Pablo. Alrededor hay maillots de ciclismo, fotos de agradecimiento, una raqueta de bádminton dedicada, una pelota de tenis, un balón de rugby... Él es el psicólogo del Centro de Medicina del Deporte de la Agencia Española de Protección de la Salud (AEPSAD), el encargado de preparar mentalmente a muchos deportistas. «La mente hay que entrenarla», asegura. 26 de los que han ido a Río, de 10 deportes diferentes, están en sus manos, más, últimamente, las chicas de gimnasia y las de rugby. Precisamente a estas últimas les habló de una palabra muy utilizada ante una cita así: miedo. «Con el miedo no se puede negociar, hay que aprender a convivir. Se lo decía a las chicas de rugby, que se la jugaban en el Preolímpico. Les decía, con perdón: ‘‘¿Quién tiene miedo? Yo hay veces que estoy ‘cagao’... Vosotras también, lo que pasa es que no lo reconocéis’’. El miedo está ahí. ¿Quién no lo tiene? El cementerio está lleno de valientes. El miedo a veces lo que nos hace es adoptar una serie de respuestas con cierta calma y objetividad». Son muchos factores que pueden paralizar a un atleta que está bien preparado. Por un lado, la presión externa: «Veía en Badajoz: ‘‘El ayuntamiento, con sus deportistas olímpicos’’. Qué fuerte, ¿no? Eso puede ser positivo o un motivo de presión: no puedo defraudar a mis paisanos, mi familia... El propio deportista a veces no quiere ir a casa porque sólo hablan de eso. Una nadadora que tengo, que no había hecho la mínima para Río, luego la hizo, preguntó a su hermano pequeño que qué quería como regalo de cumpleaños y respondió que el juego de los Juegos. Ella me dijo: ‘‘Será mamón, no podía pedir otra cosa’’».

Después está la presión que uno se impone: «El deporte, como la vida, es toma de decisiones, y las decisiones están condicionadas en cómo se interactúa con el medio. Al CARD viene gente de toda España y eso ya es un motivo de presión: estoy en un centro de alto rendimiento y a partir de ahora todo tiene que ser ganar; es más, aunque entrene y esté reventado no puedo quejarme porque eso será un síntoma de debilidad. Con eso aparecen algunas alteraciones en la conducta», afirma Pablo. «A veces al deportista le aparece miedo porque anticipa las consecuencias del no-logro. Puedo ver los Juegos, o mi vida, como una oportunidad, y en ese caso pienso en lo que puedo ganar y eso va asociado a emociones como entusiasmo, reto, diversión... O puedo pensar en lo que puedo perder, lo que es una amenaza y va asociada a ira, confusión, enfado... En el entrenamiento nuestro del día a día es importante enseñar al deportista y a la persona que nos tenemos que centrar en lo que podemos controlar», continúa.

Todo esto lo ilustra Del Río con un ejemplo: una nadadora iba a disputar la final de un campeonato de Europa y una hora y media antes le llamó al teléfono angustiada. La conversación fue así:

–Has nadado esta mañana, y ¿qué tal la marca?

–Muy buena.

–Entonces vas por la calle cuatro, por la central.

–Sí, estoy con la mejor marca.

–Y la piscina ¿cuántos metros tiene, 25, 20?

–No, hombre, 50.

–Y el bañador y el gorro, ¿todo es normal?

Después de hablar media hora le dije:

–¿Dónde está el problema?

«El problema era que ella pensaba: ahora que llevo la mejor marca no puedo perder. Lo que era una oportunidad en un momento se convirtió en una amenaza. Al final ganó el oro, pero no porque hablara conmigo, sino porque estaba entrenada para ello», recuerda Del Río.

En una estantería hay una caja con papeles dentro y mensajes: «Visualizar el partido». «Hacer lo que sabes...» «Fue una sesión con una deportista antes de ir a Malasia y ser campeona del mundo». Es Carolina Marín, con la que ya no trabaja. Una de las primeras personas a las que nombró tras ganar el Mundial fue a él. En el segundo título, además de lo de los papelitos, hubo un trabajo importante porque la jugadora estaba lesionada y tuvo que entrenar sentada en una silla. «El éxito de este tipo de intervenciones es convencer al deportista de que lo que tú vas a hacer va a tener los mismos efectos que si estuvieras entrenando en la pista. Ella estaba sentada en una banqueta y hacía tres sesiones de práctica imaginada al día, a la pobre le dolía la cabeza. Eso se llaman técnicas encubiertas, a nivel neuronal el sistema nervioso está trabajando, hay corriente eléctrica, aunque estés tumbado en la colchoneta estás trabajando», desvela el psicólogo. Casos como éste le dan visibilidad, pero detrás hay mucho más: «Con gente que socialmente no es conocida. Tengo un caso muy bonito: Patricia Sarrapio, que hace triple, tiene 32 años y lleva dos compaginando el entrenamiento con su actividad laboral en un colegio dando clases. Va al Europeo y no lo hace bien. Y en Granada, último día para hacer la mínima, en el último salto, hace mejor marca personal con 32 años y eso le hace ir a Río. Es un caso extraordinario: cómo una persona después de 15 años de competición va teniendo una retirada tremendamente positiva y pautada. Insistimos mucho en eso. Yo lo primero que les digo es: ‘‘Tienes fecha de caducidad. No vas a vivir de esto, por eso hay que estudiar, formarse’’».

Por sus manos no ha pasado Rafa Nadal, un caso interesante por ser un deportista con una cabeza privilegiada que un día se saturó. «Pero le costó admitirlo. Ya empezaba a pensar si Rafa no era humano, pero lo es», piensa Pablo. «¿Qué problema hay en decir tengo un problema de ansiedad, o un problema ‘‘x’’? Cuando salió y lo soltó, le ayudó a superarlo». Pablo del Río habla de Nadal como «un tipo extraordinario» al que continuamente pone de ejemplo: «Esa frase de ahí es suya: ‘‘No practiques hasta que salga bien, hazlo hasta que no salga mal’’. Cuando pierde dice cosas muy interesantes y es una gran referencia en el mundo del deporte en todo el mundo».

26 años y más de 1.000 deportistas

Pablo del Río llegó al Centro de Alto Rendimiento de Madrid en 1990. Al principio le miraban como un bicho raro Desde entonces han pasado por su despacho más de 1.000 deportistas. Del recelo inicial ha pasado a convertirse en una especie de gurú para buena parte del deporte español en Río. Carolina Marín, Lidia Valentín, Patricia Sarrapio, las chicas del rugby 7, las de gimnasia...