Mundiales de atletismo
María Pérez: Shibuya, un poco de jamón ibérico, champán y la noche de Tokio
La doble campeona del mundo de marcha es la reina de los Mundiales de Tokio. El gran desafío pendiente: ser campeona olìmpica individual en Los Ángeles 2028
Miguel es uno de los vecinos de María Pérez en Granada y ayer debió tener otra noche movida. «Siento que el otro día –el del oro de los 35 kilómetros– te despertaran a los niños a las tres de la mañana. Acabaron todos en una piscina de 2x2, pero es que no todos los días se gana un oro y que tu vecina sea campeona del mundo. Espero invitar a todos mis vecinos a una fiesta y espero que no vaya la Policía, pero si va la Policía la multa por ruido se podrá quitar», soltó la doble campeona del mundo nada más ganar el oro en los 20 kilómetros marcha.
María Pérez es la reina de los Mundiales de Tokio, la mejor atleta española de la historia, la mejor marchadora de todos los tiempos... tetracampeona del mundo al revalidar en la capital nipona lo logrado dos años antes en Budapest, doble medallista olímpica (oro y plata en París) y campeona de Europa. La marcha, siempre la marcha. Porque al oro de la granadina se sumó el bronce de Paul McGrath en la misma distancia. Las tres primeras medallas de España en los Mundiales y las tres en la misma disciplina.
El logro de María Pérez, el doblete, es de tal dimensión que su nombre aparece al lado de otros tres tetracampeones del mundo que lograron dos dobletes mundiales consecutivos: Carl Lewis, Usain Bolt y Mo Farah. Casi nada. Hay que hacer caso a la valoración que hace de su figura su amiga y compañera de entrenamientos Antonella Palmisano: «Hay tres atletas que son muy grandes. Usain Bolt lo fue y ahora los dos más grandes son Duplantis y María Pérez». La reflexión de la italiana refleja la grandeza de lo logrado por la de Arce. En Budapest, en 2023, fue algo más «sencillo». En la Plaza de los Héroes primero fueron los 20, luego los 35. Lo dice la propia María: «Doblar con la distancia larga primero hace todavía más complicado lograr el doblete». Y el desafío todavía era mayor porque acabó los 35 kilómetros, hace una semana, con ligeras molestias físicas. Dio igual.
En los 20 se formó pronto un grupo cabecero en el que había dos bandos claramente diferenciados: las atletas que habían competido en la marcha larga y las que no. Palmisano, la peruana Kimberly García y la ecuatoriana Torres terminaron pagando doblar distancias. La mexicana Alegna González, la japonesa Fuji y las chinas también.
María había advertido después del primer oro en Tokio que la amenaza principal para los 20 era Alegna González. La mexicana no había doblado y su marchar es el más elegante y fluido de todas. Superado el ecuador de la carrera se marcharon las dos. Fue un tramo en el que hubo relevos hasta que la española decidió en el kilómetro 16 que se trataba de degustar el oro en solitario, como había hecho con los 35. «Hay que saber salir en el momento más indicado, aunque el final haya sido un poco apretadito», apuntó.
Esta vez la bandera no la recibió a las afueras del estadio. Se la dio su amiga Palmisano cuando cruzó la meta y llegaron las lágrimas de felicidad. María había dicho antes de los campeonatos, sin sonar pretenciosa, que el objetivo del año era este doblete. Llegaba mejor que a los Juegos de París y el circuito alrededor del Estadio Nacional lo confirmó. En los 20 las condiciones climáticas (23 grados y 70 por ciento de humedad) no fueron tan salvajes como en los 35. Y el resultado terminó siendo el mismo. «Sigo disfrutando como nunca del deporte. He hecho la mejor preparación del mundo y no puedo estar mejor rodeada. Si uno disfruta sale lo mejor». Y eso fue lo que sucedió.
«No soy imbatible. Algún día otra marchadora ganará», apunta la andaluza que ya tiene en mente los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. «Me falta una cosa que la tengo, pero no individual. Mi sueño es lograr un oro individual en una prueba de los Juegos y los sueños deben continuar», dice. Ahora, con 29 años, mira L.A. como el punto de inflexión de su carrera porque María tiene claro que quiere ser madre. «No sé si me retiraré en 2030, 2031 o 2032», ha comentado. Antes, la pasada madrugada, le esperaban Shibuya, un poco de jamón ibérico, la botella de champán que tenía guardada desde Budapest y la noche de Tokio.