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La marihuana ha sido conocida durante años por sus efectos psicotrópicos. Sin embargo, desde el pasado mes de diciembre, también se ha reconocido de forma oficial sus propiedades con fines terapéutico, lo que puede suponer el espaldarazo definitivo de esta industria, especialmente en el plano medicinal. Y es que la ONU ha retirado el cannabis de las lista IV de la Convención sobre Drogas de 1961. De esta forma, 27 países de la Comisión de Estupefacientes votaron de forma favorable a sacar la marihuana de una lista en la que figuraba junto a sustancias opioides como la heroína.
El mercado mundial del cannabis «legal» movió el año pasado 20.000 millones de dólares, aunque los expertos pronostican que el negocio podría elevarse por encima de los 46.000 millones en 2025.
Canadá o Estados Unidos han sido pioneros en este ámbito, pero en Europa ya empieza a haber un mercado consolidado. Alemania, Países Bajos, Italia o Portugal ya tienen programas de acceso al cannabis medicinal con prescripción médica, y Francia ha puesto en marcha recientemente un proyecto piloto para impulsar su regulación. Sin embargo, este mercado aún no está abierto España, por lo que los pacientes no se pueden beneficiar del mismo. «En nuestro país no se está avanzando en la accesibilidad del cannabis medicinal, como ya han hecho más de 50 países, y debería existir una verdadera voluntad política tendente a consagrar el régimen legal del cannabis medicinal en España», asegura Blas Camacho, CEO Cannabasa. Se trata de una compañía española, dedicada al cultivo de cannabis con fines terapéuticos (y controlada, por tanto, por la Agencia Española del Medicamento) formada por distintos profesionales de diversos ámbitos, como el derecho, la agricultura, la farmacia, la ingeniería agrícola, el marketing y la consultoría. En 2017, antes del «boom» del cannabis a nivel mundial, iniciaron el análisis del comportamiento del cáñamo industrial y las posibilidades que ofrecía esta planta. Tras comprobar la proliferación de estudios y avances en el sector sanitario, decidieron dedicar sus esfuerzos a obtener principios activos derivados del cannabis para la fabricación de medicamentos. «Al principio de esta aventura, nos impactó conocer el comportamiento favorable de los cannabinoides frente a las convulsiones en niños con encefalopatía epiléptica o epilepsia retractaría y supimos que teníamos que hacer algo al respecto. En ese momento, por empatía, al tener hijos pequeños, decidimos invertir nuestro tiempo y recursos en la búsqueda de alguna solución que ayudara a esas familias a tener una mejor calidad de vida», relata Camacho.
Los cannabinoides no psicóticos que contiene, el llamado Cannabidiol (CBD), han demostrado su eficacia, además de para tratar la epilepsia, para la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple o el propio cáncer. Además, las investigaciones actuales en torno al cannabis abren la puerta a numerosas aplicaciones. En España, sólo está permitido el cultivo de marihuana para fines industriales, terapéuticos, docentes o de investigación. La producción de cáñamo industrial (utilizado por la industria textil, farmacéutica, cosmética o de biocombustibles) está regulada por un Real Decreto, que permite su cultivo con semillas certificadas que contengan menos de 0,2% de Tetrahidrocannabinol (THC), el componente psicoactivo de la planta.
La obtención de la autorización por parte ha sido un proceso complejo para Cannabasa. Las dificultades han venido de la necesidad de adaptar una actividad agrícola a los estándares de una industria tan regulada como es la farmacéutica. «Se trata de un proyecto en el que llevamos trabajando varios años y, a pesar de que el proceso de aprendizaje es lento, gracias a la experiencia acumulada hemos podido desarrollar un modelo de garantías, como ha reconocido la AEMPS con la autorización», expone Blas Camacho.
A su juicio, las limitaciones al cultivo son tan evidentes como necesarias. «Queremos aportar garantías a los pacientes, pero no hemos sido capaces de atraer a las empresas pioneras para que cultiven en nuestro país, como hizo Portugal hace unos años».
Asimismo, Camacho advierte de la elevada volatilidad del sector. «En una industria en desarrollo, que depende de modificaciones regulatorias para entrar en nuevos mercados, es normal que haya desfases entre expectativa y realidad. Quizás se pensaba que los miembros de la UE fueran más ágiles a la hora de adaptar su normativa para permitir el acceso a los pacientes al cannabis medicinal. Esto, unido a un contexto de exceso de liquidez y fondos de inversión en busca de altas rentabilidades, genera cierta inestabilidad. Nosotros confiamos en la ciencia y en los beneficios para la salud que puede aportar esta planta si se usa adecuadamente, por eso no nos preocupa esta volatilidad».