Opinión

Verano: el último homenaje antes de los negros nubarrones que vienen

Probablemente, los consumidores son más conscientes de todo lo difícil que está por llegar de lo que suponen los analistas

Varias personas disfrutan de la celebración del Festival Agrocuir, a 27 de agosto, en Monterroso (Lugo)
Varias personas disfrutan de la celebración del Festival Agrocuir, a 27 de agosto, en Monterroso (Lugo)Carlos CastroEuropa Press

Después de dos años de confinamiento y restricciones a la movilidad, los consumidores han decidido desquitarse y parece que están aprovechando el verano. Ni la subida de precios, ni los indicios de un otoño complicado económicamente, han podido cambiar su voluntad. La inflación en España es la más alta de Europa. El PIB ha mantenido tasas positivas gracias al éxito del turismo, que se consolida como la primera industria, recuperando los niveles de empleo prepandémicos.

Lo que viene después de verano es un horizonte cargado de negros nubarrones. El BCE tiene la difícil tarea de controlar la inflación sin parar el crecimiento pero, como dice el refrán, «es difícil comprar un bacalao grande y que no pese». Es sabido que la subida de tipos tendrá consecuencias sobre el consumo y la inversión, pero habrá que estar atentos al impacto sobre la deuda pública. Cobrará protagonismo la conflictividad laboral, porque atajar la inflación implica un pacto de rentas, la experiencia de 1973 lo dejó claro. Sin embargo, los sindicatos no quieren ni oír hablar de nuevos sacrificios después de que los trabajadores hayan sido castigados por la crisis de 2008 y la pandemia. El 70% de los empresarios predice un empeoramiento de la economía en lo que queda de año. Temen especialmente que en sectores sensibles al tipo de interés y caída del consumo caerá el número de negocios y aumentará el desempleo. Cuando los consumidores no tengan ahorros de los que tirar, o decidan no usarlos, hacer frente a los precios elevados será dramático para muchas familias, que podrían situarse cerca del límite de renta disponible considerado de exclusión social. No hay moneda nacional que devaluar, como se hizo en los ochenta o en la crisis de 1993; y las medidas del Gobierno para controlar la inflación son más voluntaristas que eficaces. Probablemente los consumidores son más conscientes de todo esto de lo que suponen los analistas. Por eso el auge del turismo este verano bien podría ser una especie de último homenaje antes de la cuaresma que está por llegar.