Vivienda

¡Quiero vivir cerca del trabajo!

Ir caminando a la oficina o en 15 minutos de metro es un lujo que no todo el mundo se puede permitir

Gonzalo Bernardos

Todos tenemos nuestra vivienda soñada, pero la mayoría nos conformamos con la que podemos pagar. Los últimos no esperamos que la Administración sufrague nuestros sueños residenciales, pues la recaudación tributaria convierte la anterior pretensión en inverosímil. No obstante, en la actualidad hay un partido que promete lo imposible. Lo han adivinado, es Podemos.

La fórmula para conseguir tal objetivo consiste en el establecimiento de un precio máximo. Se ha aplicado en numerosos países y siempre ha fracasado. Ha reducido la oferta, excluido a las familias más humildes y generado un lucrativo mercado negro. En España, el control de alquileres lo aplicó Franco y siguió vigente hasta la entrada en vigor de la ley Boyer (1985).

La disminución de la oferta es generada por la reducción de la rentabilidad. Si el control dura muchos años, los propietarios pueden tener más gastos que ingresos. Así sucedía en nuestro país en los 70 y principios de los 80 del pasado siglo. Por eso, en la provincia de Barcelona el porcentaje de viviendas de alquiler entre 1950 y 1990 pasó del 81,5% al 20%.

La reducción del precio de mercado provoca un gran aumento de la demanda. Por dicho motivo, por cada vivienda disponible, los propietarios suelen tener más de tres interesados. La familia elegida es la de mayor disponibilidad. Por tanto, el control perjudica a los hogares con menos ingresos, al obligarles a arrendar una habitación o dirigirse al mercado negro.

Estas líneas son un consejo a Sabela, la joven de 24 años que en el programa «La Sexta Explica» del 15 de octubre se quejaba de pagar 700 euros por una vivienda compartida en Madrid y no quería ir a vivir a Móstoles o Aranjuez, donde tendría para ella sola una vivienda más espaciosa por el mismo importe. Ir caminando al trabajo o llegar en 15 minutos con el metro, es un lujo que solo una pequeña parte de la población se puede permitir en Barcelona y Madrid. Aunque te lo prometa Podemos, no te lo creas.

Por otra parte, un millón de personas se desplaza diariamente a Madrid desde su periferia para trabajar. La mayoría después de muchos años de duro esfuerzo, tiene en los municipios de alrededor una vivienda de su propiedad. Está muy contento con ella y el entorno donde reside, pues en Móstoles, Alcorcón o Getafe también se vive muy bien.