Trabajo

¿Qué está pasando con la IA en la industria del cine?

Los guionistas, actores y demás profesionales del sector deben entender cómo se transforma su trabajo y dónde podrán aportar un nuevo valor, que puede que no sea exactamente haciendo lo mismo que hacían hasta ahora

Una sala de cine con tecnología de la empresa Dolby.
Una sala de cine con tecnología de la empresa DolbyLa RazónLa Razón

Es posible que aún quede alguien que viva en una caverna informativa y que no se haya enterado de queen Hollywood están de huelga. Por resumir la cuestión, el sindicato de guionistas de la Meca del cine se puso en huelga a principios de mayo tras el fracaso en la negociación de las condiciones laborales con los grandes estudios. A ellos se ha unido, en julio, el sindicato de actores, lo cual no ocurría desde hacía 60 años y puede dar una idea de la relevancia del momento.

Las reivindicaciones son variadas, pero llama la atención el papel que la inteligencia artificial ha cogido en muchas de ellas. Los cambios que ha habido en esta tecnología en los últimos años nos han llevado a un momento de transformación que se adivina radical. Los estudios tienen ante sí la posibilidad de disminuir el factor humano en la creación de productos audiovisuales, y esto les ha dado fuerza a la hora de negociar con estos sindicatos.

Merece la pena analizar con más detalle por qué la inteligencia artificial puede transformar de manera tan radical una industria que ha evolucionado enormemente en los últimos años, pero que hasta ahora se basaba en la coordinación de diferentes profesiones para construir un producto. El factor humano (intérpretes, directores, guionistas o técnicos) ha seguido siendo imprescindible para crear películas y series. Quizás eso deje de ser así muy pronto.

Para ello nos centraremos en el concepto principal: la inteligencia artificial generativa. Mediante ella hemos conseguido que las máquinas, entrenadas adecuadamente con millones de vídeos, imágenes y audios, sean capaces de generar a su vez vídeos, imágenes y audios con un grado alto de calidad y en base a lo que les pidamos.

Gracias a ella han aparecido plataformas como Midjourney o Stable Diffusion, que nos permiten generar imágenes a partir de los denominados “prompt”, sentencias con las que podemos explicar a la máquina qué queremos que nos genere. Pero también ChatGPT o Bard (de Google), que nos pueden escribir un guión de película en unos segundos, a partir de lo que le digamos y de las condiciones que deseemos (temática, tono, hilos argumentales, número de personajes, características de estos, etc.) Y una vez que lo tenemos, podemos usar Visla, una herramienta que crea vídeo a partir de ese guión o de las instrucciones que le demos. Aunque los resultados mejoran con el entrenamiento y la experiencia a la hora de definir esos prompts, lo cierto es que el resultado es impresionante, y hemos de esperar que en poco tiempo mejore aún más. Esto incluye la creación de personas sintéticas híper realistas, que sustituyen a los actores, o el uso de la tecnología “deep fake”, que ya hemos visto en acción, y que nos permite modificar los rasgos faciales de cualquier persona en un vídeo. Por no hablar del doblaje, que está recibiendo ahora el tsunami del uso de voces sintéticas cada vez más realistas.

De modo que ahí tenemos la cuestión: el sector se va a transformar, de eso no hay duda. Pero depende de todas las partes que esta transformación sea sostenible (si sólo gana una parte, en algún momento fallará). La industria no puede dar la espalda a su activo más preciado hasta ahora, las personas, y debe encontrar modelos de negocio en los que ese valor se transforme y se adapte. De la misma manera, los guionistas, actores y demás profesionales del sector deben entender cómo se transforma su trabajo y dónde podrán aportar un nuevo valor, que puede que no sea exactamente haciendo lo mismo que hacían hasta ahora.

El sector, por último, no puede olvidarse de una parte imprescindible en la ecuación: el espectador. En una industria tan diversa, con canales de consumo cada vez más digitalizados y un producto cada vez más personalizado y “artificial”, no se debe perder de vista que el espectador quiere entretenerse y disfrutar de experiencias cada vez más diversas. Nada de lo que decidan uno y otros se impondrá si el espectador le da la espalda.

Ángel Barbero, director de Secture y profesor de la EAE Business School