Política
República, pero sólo de izquierdas
Pablo Iglesias, todo un vicepresidente del Gobierno, dijo ver un horizonte republicano plurinacional, que es volver a los mismos errores de los años 30, considerar que la República sólo es para la izquierda
En noviembre de 1978, los entonces Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en el transcurso de un viaje oficial a México, visitaron a Dolores Rivas, viuda de Manuel Azaña. Ella agradeció el gesto y, algo más, reconoció el carácter democrático de la Monarquía parlamentaria en tanto que compartía el mismo espíritu de tolerancia que quiso su marido para el régimen republicano. Una república para todos, no sólo para las izquierdas. O, dicho con las propias palabras de Azaña, «la permanencia y la perpetuidad del régimen republicano en España, como una floración natural de ser político de España». Aquel gesto, que hoy no se suele tener en cuenta porque escasea la grandeza política y la historia ha dejado paso al ajuste de cuentas de la memoria, suponía una acto de reconciliación entre las dos Españas que aspiraban a la democracia desde regímenes distintos. Ese mismo año, cuando se estaba redactando la Constitución, el gobierno de Suárez concedió a Dolores Rivas una pensión.
Ahora, por un caso de mala práctica pública por parte de Juan Carlos I se da por acabada la Monarquía parlamentaria; la oportunidad elegida por aquellos que practican un republicanismo que sólo representa a la izquierda y, como en otros momentos de nuestra historia, no entiende que no hay proyecto nacional compartido sin todas las opciones ideológicas. Por más que Felipe VI ha tomado decisiones importantes para corregir los errores de su padre –renuncia a la herencia, fin de la asignación y, no muy tarde, un cambio de residencia fuera de la Casa Real o la retirada del título de rey–, la vieja izquierda de Podemos y, precisamente, los independentistas, insisten en el cambio de régimen. Lo hacen con la fórmula del referéndum, método por el que en Europa nunca se ha producido un cambio de régimen. Las monarquías caen porque las derrotas de las guerras se las ha llevado por delante –en eso el continente es un libro abierto– o porque han unido su destino a dictaduras, y ese no es el caso de la monarquía que representa Felipe VI; muy al contrario, fue la pieza clave en la transición del franquismo a la democracia, pilotada por Juan Carlos I.
En una encuesta de NC Report que publicamos hoy, el 55,6% de los consultados están en contra de un referéndum que decide el tipo de régimen, frente al 36,9% que está a favor. El mismo sondeo apunta a que Don Felipe está dando los pasos adecuados para separar la monarquía de actitudes corruptas (el 75,1% cree que lo hace correctamente), incluso hay un alto porcentaje (76,6%) que dice debería ser aún más duro. Pablo Iglesias dijo hace unos días que veía un «horizonte republicano plurinacional», y si lo veía con sus dotes de visionario quiere decir que sólo es una estrategia de distracción de otros asuntos que le pueden estar afectando. Pero puso la cuestión encima de la mesa, todo un vicepresidente, definiendo, aunque sólo nominalmente, el tipo de régimen al que aspira, que es el que comparten exclusivamente los partidos de la extrema izquierda más totalitaria, o independentistas, cómo no. Cualquier República que necesite un adjetivo para calificarla, sea Islámica de Irán, Bolivariana de Venezuela, Plurinacional de Bolivia, Democrática de Alemania o Socialista Popular de Albania, carece de los fundamentos de la «res publica», el gobierno del pueblo por una élite de sátrapas. El siglo XX nos ha dado demasiadas lecciones en este sentido, incluso en nuestro país. En diciembre de 1931 Ortega y Gasset pronunció el discurso «Rectificación de la República» –él, que había ayudado a traerla– para denunciar su deriva sectaria al servicio de unos cuantos partidos, los mismos que hoy persisten –independentistas y revolucionarios–, que fueron los verdaderos enemigos de la república por un hecho muy sencillo: porque eran enemigos de la democracia. Ese es el debate: la Monarquía parlamentaria es inseparable de la democracia y de eso depende su futuro, mientras el republicanismo que sigue defendiendo la izquierda radical es un régimen al servicio exclusivo de unos cuantos partidos.
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