Editoriales
El nacionalismo lastra Cataluña
Por segundo año consecutivo, la Comunidad de Madrid se convierte en la principal potencia económica de España, por encima de Cataluña, cuyo crecimiento cae por debajo de la media nacional
La Comunidad de Madrid se consolida como la primera potencia económica de España, por delante de Cataluña, según los últimos datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos a 2019, que confirma la tendencia apuntada el año anterior por la revisión de la Contabilidad Regional, cuando se produjo el «sorpasso» madrileño, con un PIB que supone el 19,3 por ciento del total de España. Es más, mientras Madrid registró la segunda mayor tasa de crecimiento, por detrás de Navarra, el Principado descendió al puesto décimo, por debajo de la media nacional. En PIB per cápita, Madrid también ocupa el primer puesto, seguida del País Vasco, Navarra y Cataluña.
Sin despreciar en absoluto el efecto arrastre que supone albergar a la capital de la Nación, comodín argumental al que siempre recurren los políticos nacionalistas catalanes para justificarse, lo cierto es que la diferente evolución social y política de los que, a la postre, son los principales motores económicos de España sólo podía conducir a este desenlace, que, entre otras cuestiones, pone de manifiesto que las ideologías no son inocuas, sino que marcan sensiblemente el progreso de los pueblos. Con un factor añadido para el caso catalán, como es que la deriva nacionalista de la última década ha supuesto una dispersión de esfuerzos, ciertamente estériles, que han impedido a sus ciudadanos aprovechar en toda su potencia la reciente ola de crecimiento. Asusta pensar en las consecuencias a medio plazo que puede traer para Cataluña la presente crisis del coronavirus, con unos gobernantes autonómicos inmersos en sus pugnas internas y, al parecer, más preocupados por mantener viva la llama del proceso de autodeterminación que en solucionar los crecientes problemas estructurales de la región.
Y, pese a la cultura de la queja, absurdo que se ha instalado en buena parte de una sociedad que, de siempre, ha sido un referente para el resto de los españoles del progreso, el empeño y el buen hacer, Cataluña se ha convertido en la comunidad que exige un mayor esfuerzo fiscal a sus ciudadanos, que más impuestos propios tiene y que más altos gravámenes aplica a los tramos estatales cedidos, con el inevitable efecto disuasorio sobre las inversiones productivas y el reclutamiento de nuevos talentos. A la mayor presión fiscal, cuyo emblema son los impuestos de sucesión, hay que añadir una burocracia desmesurada, concebida para replicar exactamente las instituciones estatales, que no sólo condiciona el libre funcionamiento de los mercados, sino, también, alimenta los instrumentos más variopintos del programa político, social y cultural del nacionalismo.
Por contra, la Comunidad de Madrid presenta los índices de presión fiscal más bajos de todas las regiones españolas, ha hecho los mayores progresos en la liberalización de su economía y en la atracción de capitales foráneos, y, culturalmente hablando, se ha convertido en el referente nacional. Detrás de este éxito hay, como hemos señalado anteriormente, un insoslayable componente ideológico, el que ha representando las políticas de los gobiernos del Partido Popular durante las últimas décadas. Por supuesto, Madrid tiene mucho camino por recorrer y muchas deficiencias que corregir. La pandemia, que ha golpeado con inusitada fuerza a la región, ha puesto dramáticamente de manifiesto algunas de ellas, especialmente en el campo de la Sanidad. Pero ya están en marcha los proyectos necesarios para que, a poco que el virus conceda una tregua, el sistema sanitario reciba los refuerzos que precisa. Cataluña tiene que reaccionar en un sentido opuesto al que le han llevado las políticas de los partidos nacionalistas, que, y es lo más grave, han tenido tensionada gratuitamente a la sociedad durante tres largos años. De ser así, volverá a encabezar lo mejor de España.
✕
Accede a tu cuenta para comentar