Editorial

El fin que justifica los indultos

El Gobierno tiene el compromiso de que Esquerra sostendrá su famélica mayoría

Los líderes separatistas del procés abandonaron las prisiones después de que el Tribunal Supremo recibiera la notificación del indulto y ordenara su inmediata libertad. Fue una puesta en escena de verbo inflamado y belicoso, vindicativo de su victoria final sobre el estado «represor» después de la anulación de la condena decretada por el Gobierno contra el criterio unánime de los magistrados sentenciadores y de la Fiscalía. La derrota del independentismo que se vendió a los españoles tras el golpe de otoño de 2017, la instrucción, el proceso y la pena, pareció más que nunca un triunfo de los enemigos de España. Ninguno de los agraciados con el perdón habló de concordia, convivencia y reencuentro. De sus bocas se pudieron escuchar independencia, autodeterminación, amnistía, victoria, libertad y toda una declaración de intenciones, esto no es el final sino el principio. Es más que probable que Moncloa conociera e incluso aceptara de buen grado esta exteriorización, y que la procesión fuera por dentro. El clima y la retórica, los ademanes y las poses no acompañaron al nuevo escenario que espera el Ejecutivo tras el paso dado al frente para restaurar la normalidad perdida. En todo caso, la celebración secesionista se daba por segura tras años de prisión y de haber abrazado la indulgencia cuando se habían hartado de asegurar que únicamente tolerarían la amnistía. Sánchez da por certificado que la legislatura discurrirá hasta el final conforme a los plazos y que el calendario no se acortará. Como adelanta hoy LA RAZÓN, Moncloa y Esquerra Republicana lo han sellado con una alianza para los dos próximos años. Esa colaboración de la izquierda incluye el respaldo a los Presupuestos Generales del Estado, claves para insuflar empuje a la gobernabilidad y posibilitar que Sánchez sostenga las políticas con las que prevé recuperar electorado. Pero hay un precio que costeará el Estado en desgaste de la imagen y el prestigio de la democracia. Es una obviedad que todos esos factores no han sido determinantes en la estrategia del presidente que parece excesivamente confiado en que la sociedad española olvidará o entenderá que la comodidad de su gobernanza bien valía el trato de favor y el refrendo de que la ley no es igual para todos. Entendemos que no será así y que este error mayúsculo agudizará más esa tendencia declinante de su mandato que experimenta desde el fracaso del 4-M.