
Editorial
Hacerse trampas al solitario con la luz
Sánchez grava de manera confiscatoria la producción nuclear, hasta el punto de que la presión fiscal supone el 70 por ciento de los gastos de explotación de las centrales.

En los medios ecologistas tradicionalmente contrarios a la energía nuclear, se exhibe como argumento de peso que el precio de la electricidad en España ha marcado mínimos de la década sin el concurso de las centrales nucleares, pues Ascó, Almaraz y Cofrentes mantenían parados sus reactores durante la última semana. La conclusión «evidente» es que las fuentes de energía renovables ya han alcanzado su estado de madurez y son suficientes, junto con el uso episódico del gas natural, para hacer frente a la demanda energética española.
Sin embargo, mantener este planteamiento es como hacerse trampas al solitario, puesto que desdeña algunos factores determinantes en la ya cansina discusión sobre las plantas nucleares, condenadas al cierre en 2030 por decisión del actual gobierno social comunista. Por supuesto, no cabe más que felicitarse por el desarrollo de la generación eólica y solar, fuentes que no sólo contribuyen a la reducción de emisiones de CO2, sino que alivian la dependencia de España de las importaciones de hidrocarburos, pero esa realidad no significa que se pueda prescindir de una energía como la nuclear, también considerada «limpia», que no depende de circunstancias meteorológicas, se puede almacenar y, sobre todo, es muy flexible ante los picos de demanda en el consumo. Es más, con sólo el 8 por ciento de la potencia instalada llega a producir el 20 por ciento de la electricidad generada en el territorio peninsular.
Además, el que buena parte de los reactores haya salido del «mix» del mercado se debe a un componente artificial, arbitrario, en la fijación de precios de la electricidad, puesto que el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez grava de manera confiscatoria la producción nuclear, hasta el punto de que la presión fiscal supone el 70 por ciento de los gastos de explotación de las centrales.
Si a este hecho se le suma unos meses de lluvias extraordinarias, que han favorecido la generación de energía hidráulica; un tren de borrascas con vientos sostenidos, que ha disparado le producción eólica, y la menor demanda de energía por el periodo vacacional de la Semana Santa, se entenderá que la planificación del futuro energético español no puede depender, ni siquiera a efectos de la propaganda, del precio de la luz de estos días, de la misma manera que sería tramposo un cálculo hecho en jornadas veraniegas de sol y moscas, es decir, sin viento, con los embalses bajo mínimos por la falta de precipitaciones que caracteriza a los meses de julio y agosto y con la demanda disparada por el uso del aire acondicionado. En definitiva, que prescindir de la energía nuclear por razones ideológicas y sin haber resuelto el problema de la capacidad de almacenamiento de la electricidad renovable es un suicidio económico para un país que debe aspirar a seguir creciendo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar