Editoriales

La Constitución que quieren los españoles

Tal día como hoy de hace 43 años, los españoles aprobaron en referéndum, por una mayoría aplastante del 87,9 por ciento de los votos, la Constitución que habría de poner las bases de una historia de éxito: la incorporación de España al selecto club de las democracias plenas. Un texto que los ciudadanos de hoy consideran perfectamente vigente y que aprecian como el factor determinante de la prosperidad alcanzada por nuestra Nación en estas cuatro décadas. Al menos, así se desprende del sondeo de opinión que ha elaborado «NC Report» con motivo de la festividad de la Carta Magna, pero que al mismo tiempo, como no podía ser de otra forma, refleja la inquietud que despierta entre la mayoría de los encuestados el ataque sostenido desde algunos sectores de la izquierda y de los nacionalistas contra nuestro orden constitucional.

No es difícil interpretar las razones últimas de esos temores, sin duda, estrechamente relacionados con el cuestionamiento del modelo territorial y de la Jefatura del Estado por parte de los actuales socios del Gobierno, que hace, por ejemplo, que un 52,6 por ciento de los consultados rechacen la idea de conceder más autogobierno a las comunidades autónomas, pese a que la inmensa mayoría, el 75,7 por ciento, esté de acuerdo en que es preciso abordar una reforma de la Carta Magna.

Sin embargo, no es cuestión ahora de ponderar la necesidad o no de introducir modificaciones en la ley de leyes, que exigiría la vuelta a unos niveles de consenso político como los que presidieron su elaboración, sino de constatar que la Constitución no ha perdido vigencia en el sentir de la mayoría de los ciudadanos, incluso, entre los más jóvenes, que no sólo la estiman como elemento determinante en la consolidación de nuestras libertades, sino que son perfectamente conscientes, y así lo expresa el 69,7 de los encuestados, de que la Carta Magna es la piedra angular que mantiene la unidad de España. Se argüirá, es recurrente, que ni la sociedad actual es la misma que alumbró en 1978 el texto constitucional ni las circunstancias políticas tienen nada que ver con las que había en el tiempo de la Transición, pero es un argumento falaz.

Y lo es, fundamentalmente, porque los extraordinarios cambios que ha experimentado España y que, a nuestro juicio, han hecho de ella una de las naciones más libres y democráticas del mundo, se han producido y han sido posibles bajo esa misma Constitución, puesta hoy en duda por una parte sensible, aunque minoritaria, de la población. No puede perder vigencia, pues, un instrumento que ha sido determinante en la convivencia en paz de los españoles y que garantiza los derechos y libertades de todos, la igualdad y la soberanía del conjunto del pueblo español. La Constitución admite reformas, es cierto, pero sus fundamentos son la arquitectura de nuestra democracia.